sábado, 6 de noviembre de 2010

“A rey muerto rey puesto” y el modo de construir política.

(183) Viernes 5 de noviembre de 2010

Después de la muerte de Néstor Kirchner, la oposición salió a mostrar uñas y dientes. Una sucesión de desatinos y torpezas dejaron al desnudo una vez más la pobreza de categorías analíticas de estos tipos y una mezquindad inigualable. Siguen siendo ellos los que mejor propaganda le hacen a un oficialismo que con la muerte de su líder viene enterrando desde Cobos para abajo a eso que algunos laman arco opositor. Macri y el titular de la UCR, Ernesto Sanz, coincidieron en pedirle a la presidenta que “baje el nivel de confrontación”. Ya casi todos comprenden lo que esto significa: dejar de enfrentar a las corporaciones que tienen poder. Stolbizer propuso la “conformación de un gobierno de concertación” para retomar la “agenda de recuperación institucional”. Curioso análisis que supone que algo se perdió y que hay que recuperar y concertar nada menos que con ella y sus ocasionales aliados. También aseguró que el ejecutivo “debe salir rápidamente de la debilidad en que ha quedado” justo en el momento histórico de mayor apoyo que ha tenido esta gestión.
Lo de Macri proponiendo “el diálogo y trabajar de forma conjunta para lograr que haya menos pobreza, más trabajo y que volvamos a ser un país elegido por el mundo para invertir”, parece un chiste de Barcelona.
Si a este mamarracho político se le suman las burradas de los personajes mediáticos que juegan para ellos, el combo que se arma es asqueante: Grondona habla de “juventud hitleriana”, para referirse a los jóvenes que fueron a despedir al expresidente; Tinellí asegura que le “encantó” estar en el velorio acompañando a Cristina. Le encantó, ese es el verbo que exactamente usa, mezcla de acto fallido y humor negro del que tampoco estuvo ajena la Legrand al poner en duda si quien estaba en el cajón era realmente Kirchner.
Es fácil advertir los dos paradigmas que siguen pugnando por la centralidad del escenario político nacional: Por un lado, este proyecto neoliberal agusanando las lógicas de la distribución de la riqueza en nombre de las inmaculadas leyes del mercado y capturando toda forma de “gestión” de lo público para confinarla y reducirla a lenguajes tecnocráticos mientras hipócritamente se cacarea una calidad institucional que solo significa el regreso de los muertos vivos para beneficiar a las minorías privilegiadas de siempre. Por otro lado, el modelo antagónico que empieza a visualizarse surge o nace en expresiones que exceden al gobierno pero que éste ha sabido resolver parcialmente devolviéndonos algo que era nuestro y que parecía perdido, las ganas de ser protagonistas y transformadores de la historia.
Tal confrontación, por lo que se ve, sigue siendo necesaria, pero la pena es que la misma distrae la atención de debates fundamentales entre aquellos que compartimos una perspectiva de cambios y transformaciones.
A lo largo de la semana los analistas políticos nacionales más o menos serios se han devanado los sesos intentando vislumbrar al natural sucesor de Néstor Kirchner. “A rey muerto rey puesto”, "El rey ha muerto, ¡viva el rey" se convirtieron en lugares comunes de análisis. Observemos que cotejar con semejantes categoría pone la centralidad del poder político en un sujeto individual, no colectivo, lo cual supone dar por hecho que en política valen fundamentalmente los personalismos y el concebir al poder como un depósito, un lugar de acumulación, que demanda una estructura esencialmente verticalista. Analizan quién puede ser el sucesor de Kirchner como quien busca la figura más adecuada para concentrar poder, almacenarlo, recolectarlo, centralizarlo en pocas manos para desde allí decidir supuestamente el bien político de todos. El dibujo que mejor expresa esta visión es el de la pirámide. Poder para el aparato partidario, para los sindicatos…Arriba los que mandan, y desde allí hacia abajo una jerarquía que se va disciplinando hasta descender a la mayoría que desde la base acata, sufre o eventualmente aplaude el espectáculo que siempre es de otro.
Suponer que la política se construye solo desde esta perspectiva, ¿no significa eludir una discusión esencial? ¿Es posible imaginar otro modelo que piense al poder no en términos acumulativos sino más bien distributivos? ¿Se puede cambiar el dibujo de la pirámide por la de un círculo? ¿No es esta la hora justa para empezar a reinventar, imaginar, soñar otro modo de construcción política donde el poder circule, no se enquiste ni cristalice, tampoco intoxique? Este reincidir en arcaicos análisis de viejas políticas, ¿no nos hace perder de vista la necesidad de horizontalizar el poder incluyendo nuevos actores sociales en nuevos esquemas participativos? Bayer proponía por estos días inspirarnos en los orígenes de nuestro movimiento obrero. Allí, “la única que podía tomar resoluciones era la asamblea, no había dirigentes, sólo un secretario de actas para dejar sentadas las resoluciones”. “Las épocas han cambiado”, reconoce Osvaldo, sin embargo plantea, por ejemplo “no permitir jamás que un cargo sindical se constituya en una profesión, donde el dirigente sea el mandamás por excelencia acompañado por un coro armado que lo aplaude. Iniciar un período de regreso a las bases, del dominio democrático de la asamblea”.
No está libre el kirchnerismo a pesar de su pretensión transformadora de poner vino nuevo en odres viejos apelando a las viejas recetas acumulativas de poder. En política hay oportunidades históricas únicas. La derecha restauracionista tal vez sea la principal pantalla que no nos deje pensar este desafío, también la peor excusa.

sábado, 30 de octubre de 2010

“Diez escenas de un día gris”

(182) viernes 29 de octubre de 2010

Nadie puede esconderse de la Muerte. Está dentro de nosotros, agazapada en los pliegues interiores de nuestro cuerpo. Tarde o temprano nos traiciona su zarpazo. Este miércoles despertamos con la noticia de que nuestro expresidente Néstor Kirchner había muerto.
Hacer un inventario de su gestión, además de una tarea ardua y compleja, demandaría un cronista avezado en estas cuestiones y un tiempo que excede al de esta editorial.
Elijo el camino de la metáfora, la figura alusiva, en una secuencia que se me antoja titular “Diez escenas de un día gris”

Escena 1: El día está gris. Aunque nadie lo admite, la Muerte no sabe de corazas ni armaduras. Nos llena de agujeros, nos angustia. “Desde que nacemos somos lo suficientemente viejos como para morir” decía Heidegger. Y aunque es primavera se siente un poco el frío. Como aquel día de junio en que se murió Perón. Todos necesitábamos algo de calor. Algo que nos asegurara que la vida seguía. Es extraño. Aunque tenga diferencias con este hombre al que un país despide, hoy siento que este dolor se parece en mucho a su ausencia.

Escena 2: No podemos ser miserables en esta hora: Kirchner llegó a la Casa Rosada con un país devastado, accedió con votos prestados, con mínima legitimidad, en una nación arrasada que no podía levantar cabeza. Se va con un país que discute proyectos aún cargado de deudas sociales y contradicciones pero indiscutiblemente mejor. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, las paritarias, los convenios colectivos, la demorada Asignación Universal por Hijo, la reestatización del sistema previsional, todas jugadas complicadas, de alto riesgo, que despertaron intensas polémicas.
Hay un abismo entre aquel “que se vayan todos” a este “¿por qué te fuiste?”.

Escena 3: “Pienso que daría diez años de mi vida, decía Félix Luna, a cambio de un día, un solo día de Juan Perón. A cambio, por ejemplo, de aquella jornada de octubre, cuando se asomó a la Plaza de Mayo y recibió, en un bramido inolvidable, lo más limpio y hermoso que puede ambicionar un hombre con vocación política: el amor de su pueblo”. Muchos daríamos parte de nuestra vida a cambio de aquella jornada en que Kirchner ordenó retirar los retratos de Videla y de Bignone de la ESMA y se atrevió a decir “todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo”. No es casual, el cajón donde hoy descansa lleva una bandera argentina y un pañuelo blanco.

Escena 4: Ni la prensa opositora lo puede ocultar. Entre los que lo lloran la mayoría son humildes, gente pobre. Hay muchos jóvenes que recuperaron la sed por militar, que reconquistaron las ganas. Lo lloran las Madres de la Plaza, las Abuelas, miembros de la comunidad gay, cientos de artistas y trovadores populares. Gastón, un pibe de 11 años del Centro Varela donde trabajo, me cuenta con orgullo que hace unos días el le dio un abrazo. “Debe ser de los últimos”, me dice con una sonrisa triste. Algo habrá hecho este tipo que hoy estamos depidiendo.

Escena 5: Bush despliega a pleno su poder. El ALCA es su proyecto de dominación para América Latina. “No nos van a patotear”, dice el hombre y le sede un estadio en Mar del Plata a Chaves para que grite en la multitud “El ALCA al carajo”. El mismo día que asumió como presidente Kirchner realizó un gesto de soberanía ajeno a nuestras prácticas permitiendo que Fidel hablara en un acto masivo en la Facultad de Derecho. Por entonces la Revolución Cubana soportaba el más feroz aislamiento y muy pocos gobiernos tenían el coraje de recibir al líder cubano en sus países. La presidencia de Unasur, lograda con unanimidad expresa una verdad negada por la confabulación de la derecha. Parece que esto de la unidad latinoamericana es algo más que un verso.

Escena 6: “¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso?” es tal vez la frase que condensa irónicamente la vocación polemista de un hombre que entendió la urgencia por enfrentar a las corporaciones, la del campo, la de los grandes medios, también la de la Iglesia. La verdadera paz está en la disputa y en poner las cartas y las contradicciones sobre la mesa para jugarlas al todo o nada. Los simulados consensos entre los poderosos solo generan más violencia reprimida que en algún momento estallan. ¿Faltan otros enfrentamientos? Sin ninguna duda: Contra aquellos que se llevan los recursos naturales por chirolas, contra las todavía vigentes leyes de flexibilización, contra tantas corrupciones estructurales del aparato partidario y sindical…

Escena 7: No lo sé, pero es posible que alguien haya escrito en alguna pared “viva el infarto”, del mismo modo que ayer escribieran “viva el cáncer” cuando se moría Evita. La barbarie gorila no tardará en aflorar, el odio de la derecha recalcitrante estará al acecho. El adiós de Kirchner se parece en mucho al de Evita, por el odio de “los otros”.

Escena 8: Tal vez la muerte desapasione las miradas. Amplifique los rasgos positivos de quien muere atenuando o disminuyendo los negativos. Hace exactamente una semana enterramos a Mariano Ferreyra, un asesinado político. Si la muerte nos iguala vale decir que los muertos son iguales. El asesinato de Ferreyra no fue un delirio de un barrabrava o un exceso o ataque de ira de algunos burócratas, sino el síntoma de corrupciones sistemáticas, de lacras históricas, señales de un pasado aún vivo en esta gestión. Un doloroso botón de muestra de tantas deudas postergadas.

Escena 9: Nadie puede asumir para sí la muerte de otro. La muerte, en cuanto muerte, es esencial y exclusivamente la mía. Sin embargo los miles y miles que desfilan ante los restos de Néstor parecen contrariar esta ley. Su silencio habla. Y cuando hablan con palabras, ellas son desgarradoras, agradecidas, salen de lo profundo del alma. Parecieran intentar retener ese adiós en un esfuerzo inevitablemente infructuoso. Se muere solo, decía Pascal. Vaya uno a saber…

Escena 10: Silencio. El día sigue gris. Y mucha gente llora…

viernes, 22 de octubre de 2010

La patria chica

(181) 22 de octubre de 2010
Nuestra patria chica, así llaman algunos al pueblo de origen, cumple un nuevo año. Y ya van 156. La ciudad que nos vio nacer, aquella en que nos calentó el sol por primera vez, celebra su día, que es el nuestro. Llevamos siempre su paisaje adentro, sus colores, sus aromas. La ciudad con su cotidianidad va hilvanando nuestros días, ordenando nuestras formas, poniendo sentido a nuestras razones o sinrazones, sellando a fuego nuestros hábitos, organizando nuestra historia. La misma ciudad que nos cobija es la misma que a veces nos agrede, nos enternece y nos expulsa, nos une y nos enfrenta.
Ciudad que supo de pueblos originarios pero que sin embargo fue pensada por Sarmiento. Pueblo que evoca un nombre de raíz aborigen pero en nada ajeno a la conquista. Calles que rememoran a Güemes y Rivadavia, Castelli y Mitre, metáforas de una contradicción que duele si se la piensa. Heridas que no cierran y sangran todavía, fracturas que inmovilizan más de lo que indignan.
Parque industrial que crece, mientras los derechos de los trabajadores retroceden por leyes de flexibilización aún vivas. Silos que ayer dieron trabajo, pero que hoy contaminan. El silbato del tren anunciando su llegada haciendo patria en cada pueblo, y la política sucia destrozando la misma patria y los pueblos al ritmo del vértigo mentiroso del tren bala. El Centro universitario, espacio de saber y vida, y el bingo, como centro y antro de podredumbre. El cura del barrio y la Iglesia incurable. El cana bueno de la esquina y la maldita bonaerense. El profe que te enseña a vivir, y los burócratas del manual, el currículum y el cállese la boca. Aquellos asados del sábado, y estos que el bolsillo no puede. Las noches de verano con sillas en las veredas y la paranoia de las rejas. La plaza de todos pero mejor si está cercada. Los cronopios y los famas de Cortázar, que supo ser de acá, y la fama sin cronopios de tantos Ricardos Forts que se fueron metiendo de prepo en nuestras vidas. Pizza, birra, faso en la esquina del barrio y los que fueron cómplices de la pizza con champán en la época en que el sultán era inimputable. Los amigos del silencio de las urnas bien guardadas que también fueron hijos de estos suelos. Las penas de nosotros, y las vaquitas siempre ajenas. La madrugada de la 125 con los tractores en la calle y esos días en que los dueños de la tierra se creyeron los dueños de la bandera. Los grandes sueños colectivos arriados, mientras el arriero prendido a la magia de los caminos, viene y va…
Y el pueblo siempre en camino, en la calle… en aquellas asambleas que también hicimos. Porque si hicimos piquete y cacerola quedó claro que la lucha no fue una sola. También acá. Ni olvido ni perdón. O tal vez las dos cosas. Porque están los que se fueron gritando "que se vayan todos", los que están volviendo, los que nunca se irán, los que debieron irse.
La perla del oeste pero la vergüenza de los comedores infantiles llenos de pibes. Los pequeños fuegos porque no alcanza para el gas y los fuegos artificiales oficiosos y oficiales. Los artistas peleando desde abajo y los de arriba montando megaeventos. El deporte por deporte, por el pancho y la coca, en medio del otro que es guita y negociado.
Los chivilcoyanos en el extranjero, los extraños, los que extrañan, los que se extrañan, los que tantas veces terminamos sintiéndonos extraños en nuestra propia ciudad.
En este día muchos estamos tentados de hablar de nuestra ciudad sin siquiera advertir que es ella quien habla de nosotros, de quiénes somos.
“Yo no siento nostalgia, decía Bruno Traven. He aprendido que lo que llaman patria, incluso lo que llamamos con cariño nuestra patria chica, está metido en conserva, guardado en carpetas entre miles de expedientes y representado por funcionarios que se encargan de quitarle a uno cualquier sentimiento patriótico hasta que no queda ni rastro de él. ¿Dónde está mi patria? Allí donde nadie me moleste, donde nadie quiera saber quién soy, lo que hago o de dónde vengo, ésa es mi patria chica”.
Sea como fuere, lo cierto es que nunca nos vamos de nuestra ciudad. Su cumpleaños es un poco el nuestro. Por origen, por derecho y por destino. Será por eso que a pesar de todo uno quiere a su ciudad, la ama. Y nunca se va del todo, aún decidiendo irse. Y siempre estamos llegando, como decía pichuco:
“Mi barrio era así,
Así...así...así.
Es decir,
qué se yo si era así.
Pero yo me lo acuerdo así:
con Yacumín, el carbuña de la esquina,
que tenía las hornallas llenas de hollín
y que jugó siempre de jas izquierdo
al lado mía, siempre, siempre..
tal vez pa'estar más cerca
de mi corazón.
Alguien dijo una vez
que yo me fui de mi barrio.
Cuándo?... Pero cuándo?...
si siempre estoy llegando
Y si una vez me olvidé,
las estrellas de la esquina
de la casa de mi vieja,
titilando como si fueran manos amigas,
me dijeron: Gordo, gordo, quedate aquí…
quedate aquí”.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los mineros rescatados y las dos caras de la luna

(180)Viernes 15 de Noviembre
“A la hora del crepúsculo, decía el viejo Hegel, la filosofía levanta vuelo para intentar comprender lo sucedido”.
El entierro más largo de la historia de la minería mundial captó de manera excluyente la atención de todo el mundo esta semana. A primera hora del miércoles la cápsula Fénix II descendió a las entrañas de la mina derrumbada en Copiapó y comenzó a rescatar uno a uno a los 33 mineros que permanecieron 69 días a 700 metros de profundidad. En menos de 24 horas la tierra terminó de parirlos, expulsarlos al mundo de la luz. ¡Como no celebrarlo!
Sin embargo, la luna tiene dos caras. Una que se ve, otra que está oculta. Las pantallas de todo el mundo mostraron el costado indiscutiblemente heroico de los mineros, su solidaridad incomparable. Millones y millones de ojos apuntaron a un agujero para seguir al detalle los pasos del salvataje. Pero la ocasión que siempre hace al ladrón, también sirvió para montar un nuevo y exitoso reality show. Algunas esposas de los mineros ya firmaron exclusividades con la tele, mientras la BBC acaba de anunciar que prepara un documental sobre el megarrescate, y para esto ya pagó en dólares a varias familias para seguirlas las 24 horas del día. Las donaciones de dinero a los trabajadores sepultados va alcanzando el medio millón de dólares. La mayor parte la donó el millonario Leonardo Farkas, que hizo su fortuna con la minería. Miren qué casualidad. También aparecieron más de 200 ofertas laborales para los 33 topos gigantes. Todo sirve para la función. Tours, paseos, regalos de los más variados. Las emociones más genuinas se cruzan con las especulaciones más cínicas. Piñera monta un show ante las cámaras. Por poco no se mete en el pozo él con sus ministros. ¿Debería sorprendernos esta cara de la luna?
Para ver la otra hay que hacerse preguntas, descifrar, interrogar. Esto significa otorgar al conocimiento la tarea de develar, desenmascarar, ver ese costado que por algo permanece no visible.
Hagamos el intento: Querían llevarse el oro y el cobre. Pero no para ellos. Trabajaban para unos empresarios truchos e irresponsables. La epopeya de hombres que descienden a las oscuridades de la tierra para sacar minerales y luego sufren un accidente, ¿no son parte constitutiva de este juego macabro al que las empresas exponen a los trabajadores? ¿Se puede llamar accidente a semejante cosa? ¿Qué y cuánto hay de responsabilidad humana en este suceso? ¿Qué se debió hacer y no se hizo, o se hizo muy mal? ¿Hacía falta semejante desastre para que el mundo se sintiera solidario con estos trabajadores? ¿Cuántos nuevos “accidentes” como éste hacen falta para que se legisle preventivamente y los mineros puedan trabajar dignamente sin arriesgar sus vidas?
La chilena María Ester Feres, funcionaria en la Dirección de Trabajo trasandina cuestionó por estos días “¿Cómo es posible que en un país con el grado de crecimiento económico que hemos tenido en los últimos años no protejamos mejor la vida en el trabajo?”. ¿Es casual que en el 2009, en Chile hubo más de 190.000 accidentes de trabajo, de los cuales 443 fueron fatales? ¿Por qué no se nos informa de las víctimas que se cobra a diario una actividad tan dura y desprotegida como la minería? ¿La solidaridad, el empeño gubernamental por asistir lo asistible en el rescate no termina ocultando su responsabilidad en las causas estructurales?
¿A quiénes les sorprende la capacidad de organización y solidaridad de estos trabajadores? ¿No es así como siempre han resistido y perdurado los trabajadores chilenos y de todo el mundo frente al permanente saqueo y expoliación de los dueños del capital? Este mundo sin misericordia, ¿es un mundo accidental o es el ADN del capitalismo, su huella digital inconfundible, esa mueca perversa que lo identifica por esencia? “El capital viene a América y al mundo chorreando lodo y sangre”, decía Marx. También viene sepultando obreros en las minas.
Algunos dicen que hubo un milagro en San José. ¿Fue Dios quien los salvó? En todo caso, no es el dios de la Iglesia Chilena o Argentina. Ese dios, que está en todas partes como dice Yupanqui, allí y aquí, se sienta en la mesa del patrón.
¿No deberían salir a la luz muchas oscuridades a partir de este derrumbe? ¿Nadie se indigna de que la semana pasada el gobierno chileno cerró 1500 emprendimientos mineros privados por falta de seguridad? ¿Recién ahora? ¿Era necesario semejante desastre para que Piñera destituyera al director del ente regulador de minería, que permitió la reapertura de la mina colapsada, pese a las precarias condiciones de seguridad?
Del pozo más profundo se puede salir parece ser la moraleja de esta fábula feliz. Y está bien concluir esto. Los hombres nos aferramos a las esperanzas y a los sueños como huérfanos. Pero hay que tener ganas de sacarse el polvo de los ojos una y otra vez y decirse “vamos que podemos salir” y no terminar de responder nunca por qué caímos.
Cuando el pozo los vomitó al mundo de la luz, muchos, además de celebrar, comenzamos a preguntarnos cuánto habremos aprendido de semejante experiencia, ellos, los mineros, y nosotros. “No me traten como un artista, soy un minero”, dijo uno de ellos. Buena señal. En las últimas horas también se supo que los 33 decidieron crear una fundación de ayuda para los mineros con menores recursos. Levantar vuelo, para intentar comprender lo sucedido y ver a la hora del crepúsculo las dos caras de la luna.

viernes, 8 de octubre de 2010

Cris y la enfermedad del tiempo.

(179) viernes 8 de octubre de 2010
Dijo Bill Gates: “¿Qué tal si a Colón le hubiesen dicho, Cris, cariño, no vayas ahora, espera a que resolvamos primero los problemas más importantes: la guerra, la pobreza y el crimen, la contaminación y la enfermedad, el odio racial…?”
A días de un nuevo aniversario de la conquista, saqueo y despojo de América nos queremos meter por un atajo reflexivo y pensar algunos rasgos de nuestra cultura que nos han quedado como fruto de aquella colonización que aún continúa.
La europeización fue la condena que obligó a América a no ser América. A renunciar a su raíz y su destino. El capitalismo que nace en 1492 nos enclava en la vida occidental bajo la modalidad del saqueo. Nosotros, como periferia, somos la condición de posibilidad del centro. Y el centro es vértigo, velocidad, apuro porque el tiempo es oro. El centro se mueve en torno al oro; alrededor de él realiza continuos movimientos. Viaja a la periferia y saquea, para llevar al centro lo robado. Allí permanece un tiempo haciendo la revolución industrial y luego en un segundo momento vuelve a la periferia con sus capitales para establecer una nueva dominación. Por eso el centro no tiene tiempo que perder. Hay mucho por conquistar, por acumular. Semejante movimiento político impuso una cultura de inquietud, de estado de apuro, de velocidad.
No es nada casual ese vértigo alucinatorio que caracteriza a las grandes ciudades capitalistas de occidente. Cultura de la rapidez, del inmediatismo. El tiempo valorado no como don de la vida sino como mercancía. Nadie tiene tiempo. Tenemos hasta miedo de perder el tiempo. Vivimos apurados. La realidad concebida como flash implica la fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos que exige a la mente realizar saltos incesantes de una cosa a la otra. Esto produce sensación de desarraigo, aislamiento e incomunicación. En esta cosmovisión el pasado se desdibuja, más aún, se reniega de él o se lo pone en cuestión. Del futuro no se espera demasiado. Más bien produce ansiedad por ser desconocido y distinto a lo que se esperaba de él. Solo cuenta un presente no elegido con toda su carga inmediatista.
El vértigo con sus leyes implacables ha llegado a ser así una forma de vida. Su ausencia es sinónimo de inutilidad, improductividad. Luchamos por nuestro pedacito de vértigo para ser reconocidos como alguien que alcanza todo lo que se propone. Dice Dostoyevski que cuando una persona se aventura por el camino del vértigo, “es igual que si se deslizara en trineo desde lo alto de una montaña cubierta de nieve: va cada vez más de prisa”.
Lo paradójico del asunto es que se puede entender la prisa de quien pretende acumular y dominar, pero resulta ilógico el apuro de quien por destino tiene el rol de saqueado y dominado. Aquí justamente está la trampa. La velocidad no nos deja pensar, nos impele a movernos. Así conviven en este mundo vertiginoso un foso en Guantánamo con un lujoso hotel-cápsula de Japón, los ranchos aislados de los pueblos originarios que van desapareciendo, con las cadenas de hoteles o los espacios territoriales que arrebata Benetton, los lujosos clubes de vacaciones mezclados con los campos de refugiados. El vértigo se desentiende de los valores porque el único valor termina siendo él. Un mundo así ofrecido a la individualidad solitaria, a lo fugaz y efímero, al espectáculo de neón. Extravío individual y social. Ya no se trata de refugiarse buscando paz, sino de perderse en la agitación. Lo que no todos advierten es que la rapidez tan aplaudida no es más que una manera de evadirnos. Séneca decía que ”A los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde”.
Si el centro se come históricamente a la periferia y se apura para eso creando esta cultura, reproduciendo la misma lógica, el rápido se come al lento.
Para nuestros pueblos originarios la cosa era muy distinta. El tiempo era cíclico, nos rodeaba, renovándose, como el aire que respiramos. Pero en la cosmovisión que nos vino de los colonizadores el tiempo es una línea, un recurso finito, que se agota, se va, y entonces produce angustia y apuro. Larry Dossey, un médico estadounidense, acuñó el término “la enfermedad del tiempo” para denominar la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad, se agota, y entonces hay que pedalear cada vez más rápido para mantenerse a su ritmo.
Qué pena que nadie le dijo a Cris antes de soltar amarras camino a América: “No vayas ahora, no hay ningún apuro”. Qué lástima si no terminamos de despertar de tantas formas de mentiras impuestas y no empezamos a expulsar de nuestras vidas a los que todavía pretenden colonizarnos.

sábado, 2 de octubre de 2010

Rafael Correa, el secreto de los hombres libres

(178) Viernes 1 de octubre de 2010

Del hospital me sacarán "cadáver o Presidente" dijo el máximo mandatario de Ecuador Rafael Correa. En una muestra de coraje y lucidez y ante una multitud que lo aclamaba, después de haber sido rescatado por fuerzas militares, volvió a denunciar "un intento de golpe de Estado de un grupo de policías, víctimas de una formidable campaña de desinformación”. Correa en un encendido discurso acusó por Radio Nacional a sectores opositores cercanos al ex mandatario Lucio Gutiérrez por esta miserable sublevación. Mientras tanto el pueblo cantaba “Correa, amigo, el pueblo está contigo”. Y nada dejaba lugar a duda de que esto fuera así.
"Podrán cortar las flores pero no podrán detener la primavera", había dicho unas horas antes citando a Neruda. "Pueden matar al presidente pero lo importante es la causa, y después de mi vendrán miles de Correa más, vendrán miles de revolucionarios, de ciudadanos que continuarán con nuestro proyecto". "No voy a claudicar", "Prefiero la muerte a abandonar mis principios". Llegó a decirles a la policía ofreciendo el pecho "¡Si quieren matar al presidente, disparen... aquí está!". Habría que remontarse a la figura de Salvador Allende para encontrar tamaña grandeza de alma y generosidad.
La sucesión de los hechos que vivimos ayer dio comienzo cuando un grupo de policías tomó a la fuerza el Regimiento Número 1 de la ciudad de Quito en protesta contra la negación al veto de una ley que contempla eliminación de bonificaciones y ascensos. El dato, que hasta aquí podría parecer de simple reivindicación sectorial, en realidad fue la excusa para llevar adelante un claro intento de golpe de Estado. Durante la jornada, la indignación entre la ciudadanía fue en aumento al saberse que Rafael Correa había resultado herido por la policía y necesitado asistencia médica. Secuestrado en el Hospital de la Policía con una herida en la ceja y con ciertas complicaciones en su rodilla recientemente operada se temió seriamente por su vida. Allí permaneció hasta que casi a medianoche un grupo de militares, después de 35 minutos de tiroteos, lo rescató.
No es necesario ser analista de política internacional para dar por descontado que estamos ante un claro intento por silenciar la voz del Ecuador y de su Presidente, quien se viene enfrentando a la política intervencionista de los Estados Unidos en la región y a las típicas oligarquías nativas. Intentos desestabilizadores como estos solo buscan retrotraer a nuestra región a la época de golpes de estado, ahora bajo otras fórmulas, para restaurar la dominación de los grupos de poder de siempre.
La UNASUR reunida en Buenos Aires con los presidentes del continente apoyó de manera clara y contundente a Correa. Evo Morales con su habitual valentía no dudó en declarar que este golpe está dirigido "a los presidentes anticapitalistas y antiimperialistas" y que "busca acabar con la ALBA-TCP y la UNASUR".
No deberían sorprendernos a esta altura de nuestra historia los sucesos del Ecuador. ¿No existen escenarios paralelos, comparables en el resto de la mayoría de nuestros países latinoamericanos? ¿No están agazapados y amenazantes tantos grupos de poder que operan en Brasil, Bolivia o Argentina y que se resisten hasta lo último de la vergüenza que no tienen por defender los privilegios de los que siempre gozaron?
La derecha es tan idéntica a si misma que sus escenarios son una anécdota. Tiene un exacto modus operandi en la geografía que se les presente. Por semejantes y tan sórdidos motivos a los reclamados en Ecuador mataron a muchos acá. Picanearon, torturaron, violaron, ultrajaron, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres y adormecidos al mar, asfaltaron calles sobre restos humanos, metieron descargas eléctricas a embarazadas, sembraron un país con campos de concentración, nos metieron en una guerra absurda. Y ahora vienen a decir que estamos en una dictadura porque Bonafini dijo que había que tomar la Corte. En el pasado, en el mejor de los casos se hicieron los boludos y hoy vienen a darnos cátedras de urbanidad. Se parecen tanto, digo, los de esta derecha sanguinaria de Ecuador con los nuestros. Son tan iguales, tan clonados.
Menos mal que ayer frente a ellos hubo un hombre y un pueblo. Del hospital me sacarán "cadáver o Presidente", había dicho. Y a nadie le quede duda, salió más presidente que nunca. Más él mismo, más Correa, más pueblo. El mundo por estas horas sabe que si la crueldad es la fuerza de los cobardes, la verdad es el secreto de los hombres libres.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Diferencia y similitud entre un gato y un mentiroso

(177) Viernes 24 de septiembre
“La gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”, decía Mark Twain.
¿Cuántas vidas tiene la mentira neoliberal? ¿Son muchos o pocos los que siguen creyendo en ese modelo de sociedad que gira en torno a las privatizaciones, la apertura económica y las desregulaciones, con sus falsas promesas del vaso derramado que alcanzará a los pobres? ¿Cuántos todavía piensan que el achique del estado es la grandeza del país? Nuestro presente pareciera estar asistiendo al funeral de estas ideas. Sin embargo, ¿hasta dónde está muerto este difunto? ¿No estaremos buscando entre los muertos al que está vivo? Volvamos a Marx Twain y preguntémonos, ¿cuántas vidas tiene el neoliberalismo?
Un lugar de análisis político común diría que el neoliberalismo en Argentina murió con Menem y fue enterrado con De la Rúa, y que la derecha que hoy irrumpe aglutinada en ese mamarracho opositor al gobierno vendría a ser un retorno de los muertos vivos. Dentro de esta lógica el gobierno sería la principal y casi única instancia superadora de ese pasado tenebroso y quien se lleva el mérito de dejar al desnudo los mezquinos intereses de los grandes grupos económicos y las corporaciones históricamente aliadas a ellos.
Pero vayamos despacio. “Si se despedaza una mentira, decía O´Neill, los pedazos son la verdad”. Hoy corremos ese riesgo. Sería necio y miserable no reconocer que este gobierno ha dado pasos significativos en torno a la distribución de la riqueza y del poder real y simbólico.
Sin embargo hay fotos que duelen y son algo más que un accidente o un hecho aislado de la política. Particularmente hay una instantánea que presenta a nuestra Presidenta compartiendo una reunión social con los directivos de la megaminera Barrick Gold en Toronto, que duele. Y duele justamente por lo simbólico y por lo que implica como realidad concreta. La Barrick es una compañía con millonarias inversiones mineras, fundada por Peter Munk con dinero del principal traficante de armas del mundo Adnan Kashogui, que explota nuestros recursos naturales mediante técnicas completamente contaminantes a cielo abierto en zonas que deberían estar protegidas, desarrollando una verdadera depredación de la naturaleza. ¿Es necesario recordar que esta contaminación de tierras y napas además de destrozar medio ambiente, flora y fauna a un nivel que demandaría más de 100 años para su recuperación, produce enfermedades terminales como el cáncer, entre otras? En lo político económico estas empresas con impuestos irrisorios y cancha libre significan simple y llanamente fuga de capitales y ganancias fuera del país.
Tanto el modelo agropecuario y la minería que comenzó a instalarse a fines de la década pasada afectaron a campesinos pobres y pueblos originarios, un sector silenciado y ubicado en las antípodas de la Mesa de Enlace.
Con esto estamos diciendo que el modelo neoliberal en gran medida sigue funcionando, se ha travestido, disfrazado, volcando su actividad hacia la explotación y apropiación de los recursos naturales. Ya no necesita el desguace de los estados nacionales ni la precarización del trabajo y sus leyes. La tarea ya quedó hecha. Ahora el centro de atención ha virado.
El neoliberalismo se licua como el mercado, es volátil, sutil, etéreo.
Nuestro crecimiento económico basado en exportaciones de commodities y minerales, ¿no termina siendo una especie de reprimarización de la estructura productiva del país que nos sigue haciendo a corto y largo plazo dependientes? Pensemos en quienes siguen recibiendo los mayores beneficios de este modelo económico. ¿Será casual que los bancos que hace 10 años cerraban sus puertas tengan hoy las mayores ganancias de su historia?
Pero no es solo la política de recursos naturales el agujero negro de este gobierno. Merecen un párrafo aparte los que se siguen llevando todo con la venta de los productos que produce el "campo", la vieja y poderosísima casta exportadora (Cargill, Dreyfus, Bunge…). También la agroindustria y todos los laboratorios de agroquímicos (Monsanto, Bayer…). E incluso los pools sojeros que vertiginosamente se instalan para quedarse con las más jugosas ganancias de esta patria sojera con el consiguiente aniquilamiento del suelo.
Preguntas: ¿No estamos ante una política concebida como simple gestión de negocios? ¿Cuál es el protagonismo real de las bases en las grandes decisiones del gobierno? ¿Qué construcción de poder es este en el que el pueblo no interviene ni se expresa, ni se reúne, ni declara? ¿No es ese protagonismo popular el mayor garante de estar lejos de cualquier autoritarismo y a un mismo tiempo el mejor antídoto para el desentierro de las nefastas recetas neoliberales? La verdad del neoliberalismo de los 90 criticada por el oficialismo como si él nada tuviera que ver, ¿no es una narración demasiado tardía en la que no se termina de hacer cargo de sus propios errores, los de ayer y los de hoy? Quien espera a contar la verdad cuando no hay otra salida, ¿no está rozando la mentira?
Si bien siempre seguirá teniendo vigencia el esquema "oligarquía contra el pueblo", ¿no queda reducido tal esquema a una excusa para justificar un apoyo incondicional al gobierno, retirando a un mismo tiempo cualquier presión para que el mismo profundice los cambios que estamos reclamando? ¿Será tan cierto que decir estas cosas es hacerle el juego a esta burda derecha opositora? ¿No necesitamos empezar a mirar el medio vaso vacío para que nadie lo llene de basura?
Sí, “la gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”. Lo que tienen de parecido, es que siempre caen parados.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Ricardo Fort: la fiesta aun continúa

(176) Viernes 17 de septiembre de 2010
Al tipo le sobran músculos. También tatuajes, piercings, y cirugías estéticas desde la pera hasta la punta del pie. Su jopo, y una mandíbula precisa le dan ese aire de superhéroe que tienen los comics. Lo acompaña un grupo de gatas y gatos que él banca para que juntos pasen una vida divertidísima. Algunos guardaespaldas secundándolo le otorgan cierto halo de supremacía. Puede mostrar sus botas de U$S2.500 compradas en EE.UU como un Rolex de oro y brillantes, traído de Las Vegas. ¡Quién no quisiera tener una vida como la de Ricardo Fort, dijo Alejandro Fantino, y ser famoso como él! El filósofo de América TV olvidó que si todos son famosos en realidad nadie lo es. Justamente por ahí anda el tema. La fama por la fama. Ya no como la consecuencia o el medio para promover una propuesta artística, deportiva, ideológica... Da lo mismo ser Teresa de Calcuta, Chomsky, Graciela Alfano o Ricardito para ser famoso. El contenido es lo de menos, lo que vale es el envase. Dostoievski dijo alguna vez que cualquiera podía hacerse famoso en cualquier momento. Entonces desde ese podio que cada día instala la TV puede decirse lo que venga y si fuera el caso bailar, cantar, llorar, y sobre todo cagarse de risa de cómo le sonríe la vida para los famosos.
Estos ídolos, sospechará alguno, son estrellas fugases, brillan y desaparecen. Lo mejor sería no darles importancia. Fidel Pintos decía que “un actor es un señor que hoy come faisán y mañana se come las plumas”.
No parece ser ese el destino de Fort en razón de lo que él simboliza. Fort es el ícono de una cultura, de una corriente social que aunque agoniza quiere revivir. No es casual que se haya declarado nostálgico del menemismo. Cuando Menem en el ‘89 decía que iba a gobernar para “los niños pobres que tienen hambre y los niños ricos que tienen tristeza”, Ricardito tenía 20 años. Su padre, Carlos, llevaba décadas manejando la fábrica. Don Carlos ya no está. Menem sólo hizo felices a los niños ricos, y Richard sigue disfrutando la fortuna que día a día genera la explotación de cientos de trabajadores. Cuando afirma “hice la plata a puro pulmón”, no miente. Lo que no dice es con el pulmón de quiénes y cuántos hizo la fortuna que tiene en Almagro produciendo “delicias” como Jack, (¿una alusión al destripador?) Paragüitas o Cereal Fort. Allí fueron despedidos cientos de obreros gracias a los contratos basura y la flexibilización vigente de aquellos tiempos que justamente él añora. A Fort le resulta mucho más dulce este presente mediático que su fábrica de chocolates.
Allí despliega esa caricatura grotesca y decadente de la cultura neoliberal como frivolización de la vida y egolatría extrema. Eso es exactamente Fort. Decir que su figura evoca al hombre de Neanderthal es una apreciación demasiado externa e injusta. Ricardo podrá ser cualquier cosa menos inocente.
Ya por los años ochenta el filósofo francés Gilles Lipovetsky bosquejaba la idea de una cultura del neonarcisismo que promovería un nuevo estadío para las sociedades. Allí el individuo se iría desentendiendo de los lazos y valores sociales que otorgaban contenido a su rol en comunidad para pasar a estar centrado en sí mismo, en sus logros personales, en su mismísimo cuerpo.
Fort es la despolitización y el retiro de los sujetos de la “cosa pública”, la negación del otro como sujeto de derecho, la banalidad del mal. Lo preocupante es que su figura en vez de provocar indignación en muchos, al menos, genera admiración. Por eso tiene impunidad para decirnos en la cara que no le alcanza con dos vidas para gastar toda la plata que tiene.
A veces uno sueña con que ciertos modelos quedaron definitivamente sepultados en las políticas económicas de la dictadura y los proyectos neoliberales de la democracia. Pero ahí están los músculos y tatuajes de Fort para despertarnos y recordarnos que la fiesta aun continúa.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Retratos para un 11 de setiembre

10 de setiembre de 2010 (175)

11 de setiembre: los invitamos a ingresar a una galería imaginaria de fotos de maestros. Algunos cuadros se verán borrosos porque pertenecen a otro tiempo y geografía. Otros son bien nuestros y contemporáneos. La muestra no pretende ser completa o rigurosa. Seguramente faltarán imágenes. Algunas se están revelando. Es que no hay un único modo de ser maestro. Esta sucesión de retratos, casi antojadizos, con sus analogías o comparaciones, tratará de aproximarnos a una pregunta esencial: ¿qué significa ser maestro?

Foto 1: El maestro como partero
“Ayuda a dar a luz” creando las condiciones para que venga la vida. No trae la vida desde afuera. La saca desde las entrañas del otro. Como Sócrates. La educación pensada como una construcción del que se educa. El maestro extrayendo lo valioso que habita en nuestro interior, asistiendo, ayudando, acompañando siempre desde afuera. Él mismo, cuando llega el momento, planifica su propia extinción, consciente de que esas otras vidas nunca le pertenecieron del todo.

Foto 2: El maestro apóstol: sembrador o pastor
Ahí está la semilla para que germine. Educar es cultivo, labranza. La cosecha como horizonte para recoger frutos.
Ahora aparece un rebaño buscando protección, orientación. A lo lejos se ve a la oveja descarriada o perdida. En la imagen no se ve al lobo, pero todos sabemos que siempre el lobo está.
Este collage puede significar un gran desenfoque: las personas no somos ni semillas ni rebaños. Nuestra libertad rompe con esa lógica estática que torna al mundo previsible. Además el maestro puede quedar reducido a un mero guardián de la moral. Maestro como salvador, como apóstol altruista en un mundo irreal…

Foto 3: El maestro artesano o escultor
Aquí el maestro talla, da forma, esculpe, quita lo que sobra para que quede sólo su esencia.”Este chico es de buena madera”, parece decir, “aquel no”: “Lo que natura no da Salamanca non presta”. Dudoso su martillo y su espátula.

Foto 4: El maestro faro o brújula
Este maestro guía, orienta, es un punto de referencia, una flecha, un camino a seguir. Como timonel que vislumbra los peligros, abre rutas, a veces a la aventura, otras al tedio.

Foto 5: El maestro anfitrión que ofrece un banquete
La mesa está puesta. Enseñar es como dar de comer, ofrecer un menú variado que respete los ritmos y apetitos de los invitados. Buen provecho. Si gusta…

Foto 6: El maestro como actor
“El mundo entero es un escenario, decía Shakespeare, y todo hombre y mujer simples actores. Cada quien con sus salidas y sus entradas, cada quien a su tiempo en muchos papeles.”
Arriba el telón. Sale el maestro a escena: su palabra, sus gestos, su cuerpo… Del drama a la comedia. ¿Y los alumnos? ¿Espectadores expuestos al riesgo de quedar atrapados por los accesorios del espectáculo y el vano narcisismo de quien solo busca aplausos?

7-El maestro como ladrón del fuego
Prometeo había arrebatado el fuego a los dioses. Desde entonces el hombre fue Dios y Dios descansó. Chispa, sol, es el fuego liberador que el maestro trae, como democratización del saber, como ruptura de hegemonías. Bueno es recordar aquí el final de Prometeo.

8-El maestro como puente
El maestro aparece aquí como mediador, poniendo en contacto realidades distantes o extrañas; un facilitador, un instrumento para la comunicación, un canal. Es la foto del maestro como negociador de heterogeneidades. Inquietante foto ésta.

9-El maestro ese guardián de la tradición
En este retrato el maestro luce como custodio de esos valores proclamados como esenciales por la comunidad. Su tarea será conservar, mantener vivo aquello que fácilmente olvidamos. Un juego peligroso que lo deja a las puertas de ser el carcelero de la tradición.

10-El maestro como oráculo
Este maestro no busca respuestas sino preguntas. Al modo del oráculo ofrece pistas, leves sugerencias; nunca soluciones, ni respuestas armadas o prefabricadas. Prefiere afirmar la duda, haciendo complejo aquello que parecía simple.

Una última foto colectiva nos interpela… allí hay cientos, miles de maestros. Algunos aunque aparecen fuera de foco se los intuye presentes. Sus miradas parecen preguntarnos cómo salimos de esa trampa cotidiana de una escuela que demanda máximos esfuerzos con recursos cada vez más limitados. Algunos parecen ausentes, otros, proyectados hacia un futuro. Se ven rostros queridos que hablan de una escuela generadora de cambios, respetuosa de los derechos de nuestros pibes. Trabajadores de la Educación exigiendo mejores condiciones para enseñar y aprender, desandando fragmentaciones y desigualdades. Luchan para que la Educación sea Política de Estado.
La galería está incompleta. Faltan fotos. Hay marcos vacíos, más de 600, la de los maestros argentinos detenidos, desaparecidos. No los olvidamos, pero no están. Tampoco están Francisco Isauro Arancibia, Teresa Rodriguez, Carlos Fuentealba… Su ausencia nos sigue hablando de la esperanza como pasión por lo posible, de la necesidad de habitar los propios sueños y caminar hacia ese lugar al que aún no hemos llegado, y alcanzar a ser lo que nunca fuimos.
Salgamos de la muestra.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Los chicos están hablando: Quien pueda oír que oiga.

(174) 3 de setiembre de 2010

Estalló la reacción estudiantil en la ciudad de Buenos Aires. Quien pueda oír que oiga. 23 escuelas tomadas durante más de dos semanas. “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”, grita un cartel. En la comuna más rica del país, sigue habiendo edificios escolares que se caen a pedazos, lo mismo que las sinrazones de un gobierno que jaqueado por su ineficiencia e irresponsabilidad política echó mano de las peores herramientas de la tradicional derecha del país. El mismísimo ministro de ¡Educación! Esteban Bullrich apeló a una circular para sugerirles a los directivos que elaboraran un listado de los estudiantes que tomaron los colegios y lo presentaran en la comisaría. Después intentó aclarar y terminó oscureciendo todo. Dijo que fue mal interpretado, que solo quería proteger a los chicos de infiltrados y cuidar los edificios destruidos. Tarde se acordó y mal.
Los muchachos y las chicas saben lo que quieren, por eso son contundentes y el movimiento que impulsan nos exige rastrear la historia para encontrar precedentes que se le aproximen. Reclaman derechos básicos: mayor presupuesto para la educación, mejoras edilicias, más viandas y becas. “Todos o ninguno”, dice una de sus consignas. Exigen puntualmente la simple y llana ejecución de partidas, que los funcionarios cumplan con lo que prometieron, que hagan bien su trabajo, o sencillamente que trabajen.
Esta lucidez contrasta con las patéticas reacciones de un gobierno que fue sumando por cada día una cadena de horrores y torpezas: listas negras, amenazas con que las clases en las escuelas tomadas podrían finalizar el 24 o el 30 de diciembre o incluso retomarse en febrero, que los alumnos tendrían problemas para inscribirse en universidades y que los participantes de las tomas pasarían a otros establecimientos para terminar el ciclo lectivo. El mismo jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aseguró que los promotores de las tomas de escuelas “están identificados” e integran agrupaciones vinculadas con “sectores del chavismo en la Argentina y la agrupación La Cámpora”. Un bochorno. Agotadas todas las cartas autoritarias se disfrazaron de dialoguistas. No deberíamos sorprendernos aunque sí indignarnos. Sucede sencillamente que la derecha nacional tiene nuevos rostros, pero las mismas ideas. Todo muy PRO.
Entonces después ya se sabe, las pantallas de la TV, y todo ese batallón de periodistas alcahuetes, se cansaron de fogonear sobre el tema llevando al extremo la lógica del ministro. Que cómo puede ser que estén tomando 22 colegios unos pibes y pibas entre 15 y 17 años; que ese Ramal es hijo del dirigente del Partido Obrero, que ya los tenemos identificados a los agitadores... El periodista olvida, no casualmente que el PO, mal que le pese, es un partido legal, con un gran peso sindical y en el movimiento de desocupados. Olvida también aquello de Camus cuando decía que “la estupidez insiste siempre”. Pero todo vale a la hora de estigmatizar. Los adolescentes son etiquetados, osan pensar, cuestionar, reclamar.
“Todo está bien, había dicho el ministro, menos la toma de escuelas”
En realidad debió haber dicho, todo está mal salvo la toma de las escuelas. Esto quedó demostrado en las cuatro horas en que vana y torpemente intentó rendir cuentas frente a diputados de la oposición, alumnos, padres y docentes. Al hombre no se le cayeron dos ideas creíbles. Salió bochado por donde se lo mire. En ese tiempo, escuchó críticas de todo tipo.
En medio de este mamarracho pro, resulta alentador ver la dignidad de estos chicos acompañados muchos de ellos por sus padres, sus profesores. Es alentador, digo, y responsable, ya que en este país, tener razón y querer ejercerla sigue siendo peligroso.
Luther King decía que “la verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente”. Los chicos están hablando. Quien pueda oír que oiga.

Las siete palabras

(173) 27 de Agosto de 2007

Nunca hubieran salido en la foto, porque la historia de los hombres se parece a un collage de personajes privilegiados, distinguidos. Jamás podrían haber entrado en la historia oficial, esa que cuenta las dudosas hazañas de héroes individuales. Seguirían siendo sombras en el fondo de la tierra, en lo hondo de un socavón.
Desde ese lugar vino el mensaje de vida que sacudió al mundo por estos días: “Estamos bien en el refugio los 33.” Las siete palabras fueron escritas con tinta roja en un viejo papel. Ellas desataron en Chile y en gran parte del mundo un festejo estremecedor. Esas palabras venían a gritarle al mundo que estaban vivos, que los treinta y tres mineros atrapados en la mina San José, desde la tarde de aquel 5 de agosto, habían sobrevivido al derrumbe. Un triunfo sobre la insuficiencia de aire, la poca agua, la nula alimentación, la oscuridad, el miedo y el silencio. Más de dos semanas solos en las profundidades de la montaña, y en el momento justo en que las esperanzas caían y el trabajo de la policía y las fuerzas de rescate parecían acorraladas las cadenas anunciaron “¡Están vivos!”. Una sucia hoja de cuaderno pasó de mano en mano, luego fue atada hábilmente por uno de los mineros a la sonda que hizo contacto con el refugio donde se sabe ahora están guarecidos. Estamos vivos decían ellos, a más de 700 metros de profundidad, solo con siete palabras. Caprichos de la historia, también cuentan que fueron siete las palabras que dijo Jesús desde la cruz.
(De todas maneras a la euforia de las primeras horas le está siguiendo un período de tensísima espera ya que calculan que los operativos de rescate pueden llevar más de cuatro meses. Un verdadero calvario.)
“No queríamos que a nuestros compañeros les pasara lo mismo que a los mineros en México", señaló un obrero que trabaja en el rescate, refiriéndose a la tragedia de una mina en México, donde 65 trabajadores perdieron la vida en febrero de 2006 sumándose a la inmensa lista de sepultados por las montañas.
(Estas pérdidas de vida no son para nada casuales, ni accidentales. El sistema todo lo mercantiliza, hasta las vidas. Nada tiene valor, todo tiene precio. ¿Qué vale un hombre, un obrero? La cosa viene desde lejos: Ya lo decía el canto popular

Aunque mi amo me mate
a la mina no voy
yo no quiero morirme
en un socavón.
Don Pedro es tu amo,
él te compró.
Se compran las cosas,
los hombres no.)


Un dato proporcionado por el ingeniero de minas Omar Gallardo señaló que los refugios en las minas están hechos contra incendios, por lo que tienen raciones de comida para no más de dos jornadas y hay agua y oxígeno solo para pocos días. El ingeniero calculó que los mineros estaban en oscuridad total, pero deben haber administrado sus recursos para sobrevivir los más de 20 días que llevan atrapados. Conmovedor por dónde se lo mire. Con menos recursos que los indispensables para vivir, sobrevivieron. ¿En dónde estuvo el secreto de este “milagro”? ¿Cómo pudieron? Algunos expertos aseguran que esto ocurrió gracias a que la mina al hundirse generó bolsones de aire que permitieron la respiración de los trabajadores. No lo sabemos. Pero nadie puede negar que a estos mineros los salvó la palabra, la de ellos. Esa palabra que comunica y dice estoy, existo, te siento, te descubro. Palabra plural y solidaria que abraza y crea el encuentro. En estos tiempos de aislamiento e individualismo, nos viene desde el corazón de la tierra este mensaje conmovedor de los mineros: el hombre se salva si comparte, si es capaz de abrir su vida al otro, si entiende que es necesario superar cualquier forma de egoísmo, si descubre el sentido profundo de las palabras y para qué fueron hechas. La palabra tan devaluada, tan manoseada, bastardeada y al servicio de encubrir el pensamiento y ocultar las peores intenciones. La palabra que miente, que esconde, que condena.
Mientras hilvano estas ideas no puedo dejar de pensar en ese papel que pasó arrugadito de mano en mano escrito por los mineros. Pienso en las palabras que podrían salvarnos, a nosotros, digo. Podrían salvar muchas vidas, me parece, se me ocurre, si llegaran a tiempo…
Dice Galeano que “Hace unos 300 mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras...”

Casi como insectos

(172) 20 de agosto de 2010

En pocos días nuestra ciudad será escenario de un montaje espectacular. Decenas de cámaras nos vigilarán prometiéndonos ese nuevo cielo o paraíso llamado seguridad. Vigilancia y control permanente ejercida por fuerzas en manos del Estado, y negociadas por un mercado que se frota las manos ante nuestro miedo.
Uno de los más lúcidos ensayos sobre el poder del siglo XX pertenece al francés Foucault, justamente se llama “Vigilar y castigar”. Foucault sitúa a la Europa de finales del siglo XVIII y principios del XIX como el momento fundacional de una nueva sociedad, la disciplinaria. Este poder inaugura un castigo silencioso que opera con la finalidad de producir cuerpos domesticados y conciencias sujetadas.
El autor habla allí del poder pastoral del Estado que tiene hoy un poder parecido al del Medioevo con su concepción quietista, inmovilizadora, que frena, moldea, adormece, y nos convence para mantenernos tranquilos y controlados.
La teoría de Foucault es brillante: sostiene que la razón existe al costo de segregar la locura, de la misma manera que el orden social existe al precio de encerrar a quien delinque. La razón y el orden social quedan en el centro del saber y el poder pasándole boleta a la locura y la delincuencia. Es decir, podemos estar tranquilos, los locos están encerrados y los delincuentes presos. Manicomio y cárcel como garantía de que todo está bien. Loquero y prisión para que el poder tenga cancha libre. La gobernabilidad, que se configura a través de lo político económico, necesita de la seguridad como premisa.
Lo extraordinario de esta imputación es sostener que la razón no existiría si no hubiera manicomios, y el orden legal si no hubiera prisiones. Foucault da vuelta la tortilla: la locura no es lo contrario, lo otro, de la razón, sino una de sus caras. Los locos al manicomio, y los delincuentes a la cárcel para que la sociedad funcione. Hagamos más manicomios y por supuesto muchas cárceles, como quiere Duhalde, para garantizar el orden. Pero, ¿qué orden? El orden que determina el poder. ¿Y para qué? Para ocultar que los delincuentes más peligrosos, los de guante blanco, no solo estarán libres sino que además serán quienes sigan imponiendo las reglas del juego.
Foucault luego da un paso más y desnuda cómo el sistema antes de castigar prefiere vigilar, no porque sea más humanitario, sino porque es más barato. El panóptico, esa gran torre desde donde todo se controla ya es historia. Las cámaras de video lo tornaron obsoleto y casi ingenuo. Sesenta cámaras en cuestión de horas estarán rastreando nuestros pasos.
Algunas preguntas: ¿No significa una derrota de parte del estado tener que vigilar de este modo a sus ciudadanos? ¿No deja al desnudo algo que no hizo o hizo muy mal? ¿A quién van a vigilar? Afinemos la pregunta, ¿A quién pretenden vigilar? ¿Podemos ignorar que nuestras cárceles están repletas de los pobres que este sistema fabrica y después expulsa?, ¿No hay una alta dosis de hipocresía cuando se sospecha que el delito solo está en la calle? La devastación brutal que significó la última dictadura, el neoliberalismo peronista y radical, ¿no son la consecuencia de lo que cocinaron en pactos espurios a espaldas del mismo pueblo que hoy soporta ser vigilado en las calles nada menos que por muchos de ellos?, ¿Hace falta advertir cómo estas cámaras han sido usadas en el mundo para control y represión política de cuanta manifestación popular pretendió interpelar al sistema? ¿Quién nos va a cuidar de los que dicen cuidarnos? ¿Qué lugar ocupará la policía, institución seriamente comprometida con el delito que más que garantía de seguridad, es causa directa de su agravamiento?
En pocos días seremos mirados, observados, casi como insectos. La mirada como tarea universalizada y momento de reproducción del poder y del saber. Un momento por excelencia de un presente que disfrazado de progreso se ha tornado sutilmente prepotente y autoritario.

La imaginación excluida

(171) sábado 14 de agosto de 2010

Cuando estudiaba filosofía alguna vez quedé atrapado por el llamado falso dilema o falacia del tercero excluido. Se trata de una trampa lógica en la que se afirma que dos puntos de vista son las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. “¿Reelegirá usted al partido en el gobierno o dará alas a la derecha?” “¿Está usted con nosotros o con las fuerzas del mal?”.
Falsa dicotomía, falsa oposición, que a veces puede servir como un primer y provisorio esquema de interpretación, pero que a la hora de ser una herramienta para pensar la realidad en toda su complejidad la empobrece y la reduce a un torpe garabato.
La semana pasada la militancia empresaria produjo dos reuniones llamativas, indudablemente ligadas entre sí. Una fue pública y abundantemente difundida: la de los popes de la Asociación Empresaria Argentina con los de la Unión Industrial Argentina. Parece que hablaron de seguridad jurídica, calidad institucional y negocios. ¿De qué otra cosa podrían hablar estos tipos?
La otra reunión fue algo más secreta, aunque no tanto. Al menos fue de noche, esa hora en que todos los gatos son pardos. Allí se juntaron los dirigentes peronistas Duhalde, Solá, de Narváez y Reutemann, junto con Macri. La cena fue organizada por Magnetto, en su propia casa.
En ambas reuniones quedó clara la centralidad de Magnetto, su poder- no cualquiera junta a esta gente- y su protagonismo cada vez menos sutil.
Un dato nada secundario: en ambos encuentros el campo y la Iglesia quedaron afuera. Simbólico. La derecha nacional empresarial y política pareciera tener necesidad de tomar “cierta” distancia de estas instituciones. El torpe discurso de Biolcatti en La Sociedad Rural lo dejó en alguna medida al margen, no digo del poder político real, pero si de lo políticamente presentable o correcto. Otro tanto le pasó a la Iglesia que hizo gala del más torpe fundamentalismo en el debate por la ley de matrimonio entre iguales. Así y todo hay que dar por descontado que ideológicamente tanto la dirigencia campestre como la eclesial trabajan para la misma vereda por la que circula Magneto con sus amigotes de turno.
Hasta aquí un polo de esta realidad: la derecha, tal vez en su versión más grotesca. ¿Sucederá que desacostumbrada a las reglas democráticas, amiga y promotora de cuanto golpe hubo en el país, ahora tira manotazos de ahogados? ¿O simplemente se agazapa para no perder ni un solo centímetro de poder? Las alianzas de estos días, ¿son una muestra de fortaleza o más bien de debilidad o desesperación?
Seguramente temen a la continuidad de algunas de las políticas de lo que aparece claramente como el otro polo, el kirchnerismo, que para ellos significa una amenaza a sus intereses. Es decir, esta gente se opone al gobierno por lo que él puede tener de bueno o acertado. Siguen pensando en un retorno de la triste y larga noche neoliberal con las privatizaciones, apertura económica y desregulaciones que destrozaron al país.
De esta manera el escenario político nacional a grandes trazos queda montado sobre una falsa dualidad, un gobierno con algunos rasgos progresistas que tiene a su derecha a esta dirigencia parasitaria. En este marco es difícil percibir cómo esa derecha en algo coincide con el gobierno, aunque sea parcialmente. Coincide en pensar que se puede acabar con la pobreza y hacer justicia sin tocar la estructura de la propiedad, o sea, sin modificar las relaciones básicas de poder. La diferencia está en que el gobierno quiere distribuir de alguna manera, repartir un poco, y ellos, insaciables, solo quieren apropiarse de todo.
¿Qué queda a la izquierda de este mapa? Poco y nada, al menos dentro de esta lógica dual. En la realidad, sin embargo, pueden verse algunas agrupaciones sociales, partidarias, o movimientos de base, que critican al modelo y entienden que las políticas centradas en el combate a la pobreza en definitiva buscan evitar el conflicto y anular las presiones que surgen desde las bases para que sólo existan sujetos estatales o empresariales que compensen y profundicen el modelo neoliberal. Por poder real y por ese esquema del tercero excluido no queda demasiado lugar para estos protagonistas con pensamientos alternativos.
Por estos días, Zibechi, valioso pensador y activista uruguayo, en sintonía con estas ideas, afirmaba que el modelo neoliberal en los países de América Latina ha mutado su perfil: se ha volcado a la apropiación de los bienes comunes. Y se ha profundizado a través de la minería transnacional a cielo abierto, los monocultivos de soja, caña de azúcar y palma, y del complejo forestación-celulosa. Su estrategia consiste en apropiarse del agua y de la tierra reduciendo la naturaleza a mercancías exportadas a los países poderosos que mandan y determinan políticas de todo tipo.
Desde esta mirada pueden surgir algunas preguntas, ¿Cuánto tiene de progresista el kirchnerismo? ¿A quién conviene esta especie de polarización bipartidaria expresada en términos de derecha vs gobierno como expresión y síntesis de toda alternativa transformadora? Cierto disciplinamiento de las voces progresistas que ha logrado este gobierno, ¿no termina dando sustento a ese engañoso dualismo? ¿Podemos ignorar que cada vez que lo creyó necesario el peronismo se encargó de restaurar las relaciones de dominación capitalistas? ¿No nos está faltando una mirada superadora de esta falsa dicotomía?
Decía Enrique Jardiel Poncela, “La verdad se parece mucho a la falta de imaginación”.

sábado, 7 de agosto de 2010

Volver a empezar

(170) Sábado 7 de agosto de 2010

“Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida”, decía Benedetti.
Algo de eso nos está pasando. Cerramos ayer después de cuatro años, una etapa, un ciclo del programa radial La Vereda de Enfrente y hoy estamos abriendo otro. Casi sin lugar para que la nostalgia nos tironee la ropa. Hemos cambiado de día y dial y estamos contentos de estar en esta nueva casa que nos abrió sus puertas sin contraseñas. Sentimos que hemos cambiado de caballo pero sin desviar el rumbo, o mudado de casa pero con los mismos hermanos de ruta y destino. Más aun creemos que vamos profundizando este caminar, y de esto dieron testimonio a lo largo de esta semana un montón de oyentes, que convertidos en hablantes, nos alentaron a seguir caminando por esta misma vereda. En la escuela de la vida, cada uno que no me mata me hace más fuerte, decía. Nietzsche..Sí, lo que no mata fortalece”, y las madres con su vida hicieron carne esta idea. Siempre es bueno recordar esos caminos.
Este rumbo lo habíamos marcado en nuestros primeros programas donde expresábamos la necesidad de tener algún modo de poder comunicacional entendido como servicio, y de este modo superar miedos que paralizan y aíslan. La cuestión de los medios de comunicación es un problema central al cual tenemos que enfrentarnos no solo a nivel nacional sino también local. Si hay un Clarín nacional no es menos cierto que en nuestra ciudad suenan clarines. El conocimiento es poder y aquellos que controlan la información también pueden controlar las conciencias, es así de simple. Aquí y allá y en cualquier lado. Por eso necesitamos capacitarnos y tomar la decisión de intervenir en algún nivel para dar pelea en este complejo y apasionante territorio de la cultura. En este sentido, estamos convencidos que hacer otra forma de periodismo es necesario y por lo tanto posible. Debe haber en Chivilcoy un modo de contar la historia que no quede reducida a las voces que suenan desde el palacio municipal o la sede de policía. Es posible y necesario que emerjan esas otras voces, plurales, esas otras miradas, divergentes
Por eso desde esta Vereda, modestamente, hemos intentado acercarnos a la perspectiva de los excluidos y postergados del sistema, y poner en evidencia las desigualdades, haciendo nuestro aquel desafío de Bertolt Brech cuando decía: “...tú y yo, y aquellos que son como nosotros, tenemos que lograr de una vez por todas que no haya en el mundo dos clases de personas”...
La Vereda de Enfrente pretende ser un intento por modificar la realidad, intervenir en ella, con una clara conciencia de lo mucho que está en juego en este momento de nuestra historia. “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, decía Eduardo Galeano.
Esta formación de la conciencia entendemos que siempre se da en la acción concreta y palpable y nunca aislada de ella. Por eso tan frecuentemente nuestro programa se escapó de la radio y se sumó a encuentros, festivales, marchas, multiplicando brazos y juntando sueños. Los marcos teóricos que no muerden con la realidad y no dialogan con ella, solo hacen crecer la cabeza y terminan deformando la imagen de lo humano. El hombre es mucho más que una cabeza que piensa.
Por esto también desde La Vereda de Enfrente ahora cada viernes con mayor o menor acierto, seguiremos haciendo ese esfuerzo por poner al descubierto a qué se juega en la vereda del poder y quiénes y cómo juegan.
Para cerrar esta primera editorial permítannos traer un par de fragmentos de las muchas cartas recibidas por estos días:
Nos decía Pascual Simone citando a Orson Welles: Queridos compañeros de la vida: "la libertad es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír”. Estamos transitando épocas muy incongruentes, donde es muy barato el costo de venderse. Y Darío Pascuccio nos escribía: “Uno siembra, a veces en tierra yerma, otras entre las piedras; pero una semilla a veces cae en tierra fértil y brota, y se multiplica y termina por dar fruto. Sepan que las palabras lanzadas al éter no se pierden, porque anidan en las conciencias y brotan como la humilde semilla de sésamo para dar abundante fruto. Misterios de la comunicación… Sé que en cualquier esquina de nuestra querida ciudad -a veces tan mezquina, otras veces tan cruel- vamos a encontrarnos.”
Aquí estamos: La Vereda de Enfrente.

Programa que FM del Centro no permitió salir al aire

“Cuando te aplauda un millón de personas, pregúntate a ti mismo lo malo que has hecho; cuando te censuren, investiga lo que has hecho de bueno.”
Charles Caleb Colton

sábado, 24 de julio de 2010

Matrimonio entre iguales: ¿un quiebre sin retorno?

(168) Sábado 24 de Julio de 2010

El matrimonio homosexual convertido en ley, marca un quiebre sin retorno, señaló el sábado pasado Eduardo Aliverti en su programa Marca de Radio. Es un adelanto definitivamente histórico. De época, indicó.
Para el periodista Edgardo Mocca la cúpula eclesiástica perdió dos veces: por el resultado de la votación y por la casi nula presencia virtual de sus argumentos en el debate. Su influencia fue un poco fantasmal, aseguró.
Análisis que convergen, caminos que se encuentran y miradas que coinciden en no centrar tanto la atención en el objeto de la discusión como en el derrotado, la Iglesia, Bergoglio, y toda la cúpula jerárquica, los amos de una moral penosa e insostenible.
Indudablemente, la más elemental lectura del escenario que dejó instalado la ley de matrimonios entre iguales presenta a uno de sus protagonistas sufriendo un duro revés. La iglesia, un factor de poder central, que se creía simbólica y concretamente impune ha sido vencida en una batalla importante. Pero sería torpe olvidar que perder una batalla no siempre significa perder la guerra. Haríamos bien en no subestimar a dichos poderes tan acostumbrados a reciclarse, a resurgir de sus propias cenizas, no al modo poético del ave fénix, sino como las cucarachas, esos bichos que parecen sobrevivir a todo.
Entendemos que el poder de la institución católica, más allá de este revés, sigue aún vigente. Su poder tiene dos grandes ejes vertebradores o fuentes de la que brota su fuerza. Por un lado está el poder político y económico que sustenta a lo largo de su historia y que encuentra en el siglo V un acontecimiento bisagra que da vueltas como la taba el destino de la Iglesia: de pobre y perseguida por el imperio, pasa a ser poderosa, perseguidora e imperial. La Iglesia del pesebre deviene monarquía. Algunos dicen que la causa de tremendo giro se debe a que el monarca Constantino se convirtió al cristianismo, cuando en realidad fue el cristianismo quien se convirtió en monárquico. Cambia el portal de Belén con sus pobres pastores, por palacios con príncipes purpurados. Extraña mutación que terminará generando una estructura piramidal con una cultura autoritaria que progresivamente la irá alejando de sus orígenes y convirtiendo en la institución que por excelencia será legitimadora del statu quo.
Algunas preguntas sobre el presente de la Iglesia argentina pueden echar luz sobre esta realidad: ¿Alguien puede creer que es casual que Bergoglio se haya convertido en el gran articulador político de los principales dirigentes de la oposición de derecha? Detrás de su primer discurso conciliador ¿No se volvió evidente su intención de sacar de la agenda política todos los puntos de conflicto que rozaran intereses y valores de los sectores más poderosos de nuestra sociedad? Cuando la Jerarquía católica habla de “no producir confrontaciones”, ¿no deberíamos leer “no se metan con instituciones y prácticas que constituyen una antigua trama de señorío económico, social, político y espiritual en nuestro país”? Esto es nuestro. Se mira pero no se toca. ¿Es posible trazar un paralelo de impunidad en los grupos de poder en Argentina? Videla reivindica que la justicia militar es la única que puede juzgarlo. Los grandes empresarios mediáticos afirman que la mejor ley de medios es la que no existe, y que cualquier regulación ataca a la “libertad de prensa”. El mismo Macri por estos días pide que lo juzgue el Pro. La cúpula católica hace un vergonzoso silencio acerca de los funcionarios de la institución complicados en los crímenes de la dictadura, o en los más recientes delitos de pedofilia. ¿Casualidades o modus operandi de los sectores de poder?
Tal vez alguien esté pensando en los importantes movimientos internos de resistencia que se han colado por los resquicios de la estructura monolítica institucional, como la Teología de la Liberación, los trabajos en comunidades de base, el intento de apertura al mundo real con una opción preferencial por los pobres. Pero ni siquiera la suma de estos valiosos aportes alcanzan a resquebrajar el arcaico edificio conservador.
Vayamos al segundo eje vertebrador del poder en la Iglesia: la pretensión hegemónica cultural de la Iglesia, su obsesión por imponer ideas y cosmovisiones. Aquí es dónde la institución presenta una grieta importante. Miles de creyentes se alejan cada vez más de tantas visiones ultramontanas del mundo y comienzan a establecer una clara diferenciación entre su fe y la institución. Cabe entonces la pregunta, ¿Cuánto tiempo de dominio hegemónico podrá ostentar una institución con indiscutible poder político y económico pero que progresivamente sigue perdiendo influencia real sobre las conciencias de los que constituyen la base de su pirámide?
Gran parte de la valoración que aun muchos sectores de la sociedad sigue teniendo a la institución iglesia se sustenta en el mito de su preexistencia a la nación misma. Ella y el ejército existirían desde antes de nuestros orígenes. Estas ideas fueron cimentadas en la década del 30, a partir de una política de influencia en el Estado, maquinada a partir del contubernio Iglesia- Ejército. Tal vez estemos asistiendo a un punto de inflexión de un ciclo largo de centralidad política de la Iglesia Católica en la Argentina.
El gobierno nacional parece acentuar con su política esta tendencia no reconociendo a la Iglesia el lugar que aspira a tener. Parece respetarla, no la ataca frontalmente, pero tampoco le da participación en las cuestiones de poder. La Iglesia no es consultada, no interviene en cuestiones decisivas.
Así y todo, ella sigue allí. Está. Presiona. Finge rezar cuando en realidad vocifera. Dice Dios y se mete en nuestra cama. Habla de los pobres mientras va por más poder. No, no hay que subestimarla.
A veces me pregunto cómo es posible que sigan siendo tantos los fieles que profesan su fe en ella. Entonces me acuerdo de Chesterton que decía “cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”.

sábado, 17 de julio de 2010

La Ley de matrimonio entre iguales: por la vida o por la muerte

(167) sábado 17 de julio de 2010

La ley de matrimonio entre iguales fue aprobada. La madrugada del jueves último marcó un hito por la libertad y la igualdad en nuestro país. Sin embargo, la justicia y la fraternidad, siguen en deuda. Los cruzados contra el proyecto de Diputados, con sus legranes y bergoglios, fueron los verdaderos responsables del odio de estos días.
Convencer es estéril decía Walter Benjamín. No es esa la intención de esta editorial. Nuestro propósito es tomar postura contra la impostura, para que viendo el rostro del cinismo nos indignemos, e indignados salgamos de cualquier posible actitud neutra, pasiva o conformista.
Resonaron los púlpitos por estos días. Desde todas las latitudes las voces de los inquisidores tronaron en defensa de las buenas familias, los normales, los devotos del orden natural. Entonces equipararon opciones sexuales con enfermedad, vicio. “Esta ley no es un mero proyecto legislativo- dice un exaltadísimo Bergoglio- es la pretensión destructiva al plan de Dios, una “movida” del padre de la mentira”. El odio vocifera: “Queremos mamá y papá”, titula la circular que el mismo cardenal envía a párrocos, rectores y capellanes de iglesias, convocándolos a la santa cruzada del martes pasado y recurriendo deshonestamente al público cautivo que es el alumnado de las escuelas católicas, subvencionadas por un Estado injustamente magnánimo. Para tantos monseñores y purpurados, los homosexuales, y quienes apoyen el matrimonio igualitario, son monstruos escatológicos capaces de corromper no a la naturaleza sino a la misma idea de sociedad. Una subversión demoníaca del orden natural merecedor de una “guerra de Dios”, dijo el máximo jerarca casi al unísono con el obispo Aguer, quien habló de una guerra cultural contra el catolicismo. Disfrazados cínicamente de hombres plurales y democráticos parecen haber quemado las naves por esta causa. Entonces ya no pueden ocultar su fundamentalismo, y caídas las caretas han dejado ver el peor rostro inquisidor.
Hay un punto que me parece central en las pretendidas argumentaciones contra el matrimonio entre iguales. La tan mencionada "naturaleza humana" parece ser el as de espada de la Iglesia. Un argumento gigante en apariencia, pero con pies de barro, torpe y endeble por dónde se lo mire. La naturaleza humana de la cual hablan nunca existió ni puede existir en estado puro. Siempre se materializó y desarrolló en un marco sociocultural determinado que le fue dando cauce y curso. La verdadera naturaleza siempre está situada, definiéndose en espacios y tiempos concretos. El inconsistente argumento del orden natural supone que los conceptos preexisten a nosotros cuando en verdad se trata de construcciones humanas que elaboramos y precisamos en la historia.
Durante mucho tiempo, la mayoría estuvo en contra del voto femenino, al que no consideraban "natural". Casi todos legitimaron la esclavitud en la época de la Colonia, también por "natural", y unánimemente aprobaron la segregación racial en Estados Unidos o en África, y siempre en nombre de la bendita "naturaleza".
Muchos vivaron a Hitler en Alemania y acá en la Argentina a Videla. ¡Y qué curioso, Videla también habló de una guerra santa para restablecer el orden natural alterado! La misma Iglesia por entonces entendió que era natural interrumpir el orden constitucional y hacer desaparecer, torturar, asesinar. ¿No resulta asqueante que nunca haya habido un fervor comparable a este que hoy exiben, contra la tortura, la desaparición de personas, el robo de bebés? ¿No es cinismo puro que el sacerdote Von Wernich, responsable de siete muertes y 34 casos de tortura, .desde su “Monasterio-Cárcel bip en Marcos Paz” esté libre de cualquier sanción eclesiástica tras su condena por violaciones atroces a derechos humanos? ¿Con qué vara miden lo que miden algunos purpurados? ¿Cuántas marchas y campañas han hecho los católicos, contra los numerosísimos casos de abusos, violaciones y pedofilias ensotanadas?
Solo quieren poder y por eso necesitan imponer sus verdades. Nada nuevo. Ya en 1888, la Iglesia se opuso al matrimonio civil con argumentos idénticos a los que ahora esgrime. Entonces no querían perder el monopolio de los casamientos. Por eso decían que era “el fin de la familia”, que atentaba contra el orden natural y que habría “resultados funestos” en la sociedad. El mismo grotesco comportamiento tuvieron con la ley de divorcio.
La idea monolítica de la naturaleza humana y la sexualidad que sigue sosteniendo la Iglesia solo sirvió históricamente para la construcción de los prejuicios que congelan el pensamiento y obturan el respeto por las diferencias. A veces pienso si semejante homofobia no es más que una contribución a reforzar la frágil heterosexualidad de muchos de sus hombres.
Qué bien haría a la sociedad, la jerarquía eclesiástica si se asesorara científicamente antes de abrir su boca. Hace ya 37 años que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales, y más de 20 que la Organización Mundial de la Salud dejó de considerarla patología por que no había evidencia científica para sostener que una opción sexual pudiera ser una enfermedad. En 2000, la misma asociación complementó su afirmación, y aclaró que los presuntos “tratamientos de recuperación”, tan referidos por voceros integristas y confesionales no tienen fundamento científico alguno, y que tampoco son eficaces porque la homosexualidad no requiere tratamiento psiquiátrico.
Si la Iglesia está tan convencida de todo lo que dice, debería orientar a sus fieles a seguir sus principios, y que se jodan ellos solos, y nos dejen tranquilos. Pero esta pretensión de involucrar a todos en su visión del mundo y de la vida, esa aspiración a ser los dueños de la moral escriturada y legislada, solo deja al descubierto su insalvable falta de vocación democrática. Pretender imponer la verdad a garrotazos y amenazar con guerras santas no son más que las resacas fascistoides de su decadencia.
Sin duda los argentinos hemos dado un paso substancial en favor de la vida, la libertad y la igualdad. Nos resta una dura tarea contra los guardianes de cementerio, esos que mientras hablan de la vida le hacen guiños a la muerte.

El mundial de futbol y esos dos impostores

(166) Sábado 10 de julio de 2010
Los muchachos del tablón enrollan las banderas que dicen “gracias, doña Tota” y “En bolas al obelisco”. Doña Tota no tiene consuelo y el que quedó en bolas es el obelisco, sin nada para festejar. Una palabra lo resume todo: tristeza. Ni siquiera bronca. Tenía razón Jorge Valdano: “al final siempre ganan los alemanes”. Tevez lo dijo clarito “¿qué vas a analizar de un cuatro a cero?”. “Es el fútbol, así es el fútbol.” Nos tocó perder. ¿Qué vas a hacer? No está nada mal esa idea de “morir con la nuestra” y aplaudir a los once por dejarlo todo y saber perder: nada de patadas, escándalos, quejas.
Hay algo que trasciende lo futbolístico, y que tiene que ver con la vida, aunque lo incluya, porque vaya si el futbol es parte de nuestra vida. Hoy quisiéramos decir dos palabras en torno a esto que llamamos éxito y fracaso.
Dicen que a la entrada de la pista central de Wimbledon hay un cartel colgado con el verso del poema ‘If’ de Kipling: “Cuando cruces esta puerta, conocerás el éxito o el fracaso. Trata a esos dos impostores con el mismo desprecio”. Tal vez no sea Wimbledon el lugar más indicado para dar lecciones de ética. Allí eso que llaman éxito equivale a millones de dólares, y la derrota un poco menos. Pero la frase de Kipling vale.
Corren tiempos donde el éxito es lo único que cuenta. El fracaso es visto y vivido con la frustración de un designio fatal. La cosa es vieja. La Moira griega, el destino, presagiaba nuestro futuro en términos de éxito y fracaso, triunfo o derrota. Nada en el medio.
Tener éxito “de una”, “ya”, ese parece ser nuestro credo.
La pedagogía más elemental nos enseña que aprendemos mediante una sucesión de experiencias/ensayos en los cuales aparecen dos aspectos que más que antagónicos son complementarios: acierto y error, como dos caras de una misma moneda. Cuentan que Thomas Edison hizo cantidad de intentos hasta inventar la bombita de luz con filamento incandescente. Cierta vez le preguntaron cómo hacia para continuar después de tantos fracasos. “¿Fracasos? -respondió- no sé de qué me hablas. Después de que fallaran 999 bombitas la número 1000 funcionó, por lo tanto ahora sé 999 maneras de cómo no se debe hacer una bombita”.
Por un lado es equivocado pensar que el éxito queda fijamente asociado al acierto y el fracaso al error. Por el otro, vivimos en la creencia de que el acierto y el error son dos cosas independientes y separables. Ni siquiera tenemos una palabra que incluya y englobe a cada término como dos aspectos de un mismo proceso. De este modo imaginamos que lo mejor para asegurar el éxito/acierto es eliminar el error/fracaso lo antes posible.
Incluir el acierto y el error, el éxito y el fracaso como partes de nuestro crecimiento significa reconocer que somos aprendices de la vida. Piaget, quien dedicó su vida a saber cómo aprendemos, decía que “un error corregido por el sujeto puede ser más fecundo que un éxito inmediato".
El fracaso cumple una función: poner en evidencia lo que no sabemos y lo que necesitamos aprender. Sin duda, es gratificante acertar y tener éxito en nuestras metas, y disfrutar cada logro. El problema aparece cuando el énfasis en obtener éxito cobra semejante dimensión que todo queda reducido al cumplimiento de ese objetivo. A quemar las naves. Entonces todo el universo personal e interpersonal queda condicionado al éxito o al fracaso. “Tengo éxito, luego existo”. Fracasé, entonces no existo, fui.
Qué distinta funcionaría una sociedad en donde estuviera permitido equivocarse fomentando espacios y “climas” que faciliten el liberar y liberarnos de la condena por el fracaso, de la presión a triunfar siempre. “No teman a los errores, no hay ninguno”, solía decir, Mile Davis. ¿Se imaginan una educación y una escuela con esta mirada? ¿Sería posible y verdadera en la competitiva sociedad capitalista?
“La gloria es una incomprensión y quizá la peor! decía Borges. ¿Consuelo? Puede ser. Para Oscar Wilde “Cuando los dioses quieren castigar a los hombres, les realizan los deseos…”
¿Y si nuestra derrota deportiva sirviera para depurar las cúpulas burocráticas y limpiar el asqueroso negocio del fútbol, para que vuelva a ser un deporte verdaderamente popular? ¿Y si, como propone Bayer, esta fuera la mejor ocasión para decir “Basta de Grondonas”?
Éxito y fracaso, dos impostores. Para pensarlo, ¿no? “No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible”, decía García Márquez
El futbol como metáfora de la vida puede ayudarnos a pensar lo que somos y lo que nos pasa: No renunciar nunca a aquello que amamos, ganar jugando lindo, no de cualquier manera, mimando la pelota, celebrando una rabona, tirando caños. Driblando a los impostores, también eludiendo a la victoria y a la derrota.

sábado, 3 de julio de 2010

Maradona, ¿Por qué no te callas?

(165) Sábado 3 de Julio de 2010
“Qué se calle este tipo”, dice un periodista refiriéndose a Maradona. ”Que dirija a su equipo, que es lo que tiene que hacer, y que pare de hablar”. Ayer también pedían lo mismo: Que juegue y calle.
Por estos días recordé a aquel torpe rey de España, Juan Carlos de Borbón, (todo rey es necesariamente torpe y patético en pleno siglo XXI en razón de un anacronismo insalvable) quien durante una Cumbre Iberoamericana en Chile, tuvo una rabieta infantil que lo llevó a decirle a Chaves, presidente de Venezuela, “¿Por qué no te callas?”. Repaso también una admirable página de Pablo Feinmman analizando el suceso: Qué cosas tan incómodas ha dicho. ¿Cómo se atreve a usar contra el colonizador el Verbo que éste le ha prestado? Si se han hecho hombres por nosotros, si se han integrado a la Historia porque cierta vez los invadimos, les dimos un Dios, matamos a los inútiles y los rebeldes, les quitamos sus riquezas y les dimos la Razón, el Progreso, la Civilización. ¿Por qué usan contra nosotros una palabra que nosotros les dimos? ¿Por qué no se callan? Basta de usar el Verbo, tú, hijo de indígenas, descendiente de esclavos. Es un rey europeo el que te lo ordena. Un descendiente de colonizadores, de osados aventureros que os han descubierto para la Historia, de una civilización que ha puesto el Verbo en tu bocaza insolente.
Toda la historia del colonialismo late en esa frase “¿Por qué no te callas?”. En cada intento por hacer callar a quien en alguna medida ose tocar al poder se le puede seguir tomando el pulso a ese rancio colonialismo. Querer callar a Maradona es un ejemplo elocuente del cual hoy queremos hablar.
Diego dice:
-"De un golpe salí de Fiorito y fui a parar a la cima del universo y allí me las tuve que arreglar yo solo."
-“Me acuerdo de los Cebollitas, de los arcos de caña cuando jugábamos solamente por la Coca y el sándwich. Eso era más puro".
-Que se calle, y regrese a la pureza de Fiorito que tanto extraña, grita el poder. Esta historia no nos interesa.
Pero la estrella no cierra su bocaza insolente:
- “Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires... Privado de agua, de luz y de teléfono...”.
-Con ironías estamos, vocifera el colonizador. Nunca debiste mover un solo pie de tu lugar de origen. Y ya que lo hiciste, al menos, no nos incomodes.
-"Solo les pido que me dejen vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser un ejemplo", interrumpe Diego (la voz del colonizado invariablemente interrumpe, porque la auténtica palabra es siempre del colonizador, el verdadero dueño del verbo). -¿Vivir la propia vida? ¿Quién lo ha visto y quién lo ve? Haría bien en frenar su lengua.
Arremete Diego:
-"El fútbol debería ser gestionado por los futbolistas; los dirigentes sólo desean robar el dinero de los clubes y salir en la foto”.
-¡Debería darle vergüenza hablar así de quienes le dieron de comer! ¡Qué desagradecido, si por nosotros llegó hasta donde llegó!!
Retruca Maradona:
-“Los dirigentes de Boca son más falsos que un dólar celeste”.
-¡Callen a este sudaca levantisco, rebelde y díscolo! gritan los dueños de la palabra casi al unísono con el rey Borbón, moviéndose dentro de su lógica. ¡Que se calle el negrito!
Pero el negrito no se calla, por negro y por bocón, y entonces, después de visitar al Papa embiste con su lengua:
-"Adentro del Vaticano está todo forrado de oro y afuera los pibes se están muriendo de hambre".
-¡Qué osadía meterse contra la Santa Sede! ¡Qué temeridad y desmesura viniendo de quien viene!
Pero Maradona no cede ni ante la Santa Sede y ahora le toca a Coppola que “es vivísimo. Fuma debajo del agua”. Y después al Juez "Bernasconi (que) es extremadamente rápido. Tiene la capacidad de colocarle un supositorio a una liebre corriendo."
No hace mucho hizo una declaración de principio irritante: “Me gusta pegarle a la gente cuando tiene las dos manos arriba. Cuando las tiene bajas, me gusta ayudarla”.
Tal vez por algo o mucho de esto, más de uno quiere verlo caído. Caído, para que se calle. Maradona por origen y por opción, aunque hace rato dejó de ser un pobre, nunca será uno de ellos. Por eso piensan que si él gana, condena a la gente culta, a los civilizados, entronizando a la barbarie.
“¿Por qué no te callas?”. Resabios de ese racionalismo europeo colonizador que exige sumisión y silencio, que aquí hablo yo y los demás escuchan, y cuyos apóstoles son los mismos que se molestan con el “dale campeón” porque tiene el estribillo de la marcha peronista.
Están agazapados: si Argentina gana, todo bien. Pero por si pierde, ya tienen armada una larga lista de negros villeros maleducados, como para no dejar huérfana a la derrota.
“Nunca imaginé que hubiera gente que se alegre por mi tristeza”, dijo Diego en 1990. A 20 años, haría bien en figurarse un vasto coro de alcahuetes del poder celebrando su fracaso y haciendo leña del árbol caído. La boca se te haga a un lado. Pero, ¿qué hacer? Es el colonialismo, con sus agentes trabajando a pleno. Ellos saben con mayor o menor conciencia que el punto de partida para recomenzar una y otra vez la tarea colonizadora siempre será convencernos de algo muy sencillo: “¿Por qué no te callas?”.

sábado, 26 de junio de 2010

La otra cara del mundial

(163) 19 de junio de 2010
El mundial nos desnuda. Como toda pasión nos expone, nos muestra eso profundo que somos o queremos ser. Si algo llamó en mí la atención esta primera semana del campeonato es esa costumbre de creernos mejores que los demás. La televisión dejó ver por estos días ese costado discriminatorio que solemos tener los argentinos: “Si te gana uno de estos equipos africanos te tenés que matar”, “pero fijate cómo le pega a la pelota este coreano” ¡Mirá a estos paraguas, antes no le embocaban ni al arco iris, ahora casi le ganaron a Italia…”
Esto no es todo. Hay un rostro de este mundial sudafricano post-apartheid que casi nadie quiere ver y que en buena medida explica el por qué de esta discriminación nuestra de cada día. El campeonato de fútbol, que sin duda disfrutamos, tiene su contracara. Para poder construir el modernísimo estadio Green Point - con capacidad para 70.000 espectadores a un costo de 440 millones de euros- hubo que desalojar a centenares de residentes. Dave Zirin, uno de los periodistas deportivos más famosos de los Estados Unidos dijo por estos días: "Éste es un país donde sorprenden los niveles de riqueza y pobreza puestos de forma contigua. La Copa del Mundo, lejos de ayudar a cambiar esta situación es sólo una lupa que amplifica todos los defectos de este sistema". La frase, contra lo que podría parecer, no proviene de ningún activista social o un académico marxista, ya les dije, pertenece a un reconocido comunicador norteamericano. Miles de pobres, han sido desplazadas por la construcción de infraestructuras directa o indirectamente relacionadas con el mundial de futbol. Esconder la pobreza, evitar que el mundo conozca la verdadera Sudáfrica.
¿Qué hay detrás de este espectacular montaje? ¿Qué se oculta debajo de esta fachada cinco estrellas? ¿Qué significan los inmensos barrios de chabolas de cartón y lata ocultos en los márgenes, lejos de las luces de las grandes ciudades sudafricanas recibiendo a turistas de todo el mundo? En el fondo de este escenario, ajustado como un reloj, se puede ver un histórico racismo que no termina de morir y pilas de palabras contra la discriminación que no muerden con la realidad. Todos estamos en contra de cualquier concepto discriminatorio, pero la vida se cansa de mostrarnos cada día todo lo contrario.
Observemos en este sentido que el racismo estrictamente dicho –como “teoría científica” según la cual, por ejemplo, los negros son seres inferiores, y a veces, muchas veces, merecedores de explotación, e incluso de exterminio- es un discurso de la modernidad, estrechamente vinculado a eso que se ha llamado eurocentrismo. Es sobre la base de esta materialidad histórica sobre la que este prejuicio se asienta. Europa occidental será el centro del sistema mundial. La dominación del aborigen y la mano de obra esclava africana en América harán una “contribución” esencial a eso que Marx llamó la acumulación originaria de Capital a nivel mundial. En lo que a África se refiere la explotación y expoliación de los más pobres ha sido y sigue siendo tan grotesca y brutal que entre los historiadores no hay consenso sobre las cifras de la esclavitud en la Época moderna. Algunos hablan de 10 millones de esclavizados. Otros han llegado a proponer 60 millones, de los cuales 24 millones fueron a parar a América, 12 millones a Asia y 7 millones a Europa, mientras que los 17 millones restantes fallecerían en las travesías. Los negros, seres inferiores, asimilados frecuentemente a animales, jurídicamente reducidos a la categoría de cosas. Para describir este drama Ki-Zerbo habló de “la hemorragia humana que ha sufrido el África negra”. Una imagen demoledora.
Y en este punto queremos detenernos para decir que la explotación de los pueblos originarios y el esclavismo africano en América no son una exterioridad, algo adventicio, o una simple contradicción con el humanismo que se pregona. Muy por el contrario, constituye su cimiento material. Hoy hablamos de discriminación como si aquella dominación nada tuviera que ver con la propia constitución de la modernidad occidental. En una palabra: la discriminación es consustancial a la configuración misma de la modernidad capitalista. Este es el nudo de la cuestión del racismo en tanto fenómeno moderno. La misma civilización cuyo basamento filosófico-moral pretendía ser el ejercicio de la libertad individual estaba sustancialmente apoyada, en términos económicos, en la esclavitud de millones de seres humanos. Estas raíces explican las grandes y pequeñas discriminaciones que seguimos padeciendo. Y claro que no está mal indagar en posibles cuestiones psicológicas que echen luz sobre las razones de nuestros prejuicios. También serán necesarios los enunciados éticos que señalen los caminos que nos conduzcan al respeto del otro. Pero cualquiera de estos enfoques será parcial si omitimos referir que la civilización que hoy condena con su palabra la discriminación, sustentó sus raíces en sistemáticas prácticas segregacionistas que hoy continúan vivas.
Pueda ser que además de gritos, emociones, y legítimos festejos, este mundial venga acompañado de algunos despertares. Despertares que como goles, abran este partido cerrado de la vida. Una vida que merecemos jugar entre todos porque sencillamente es de todos.

Fútbol, una ocasión para salir del analfabetismo emocional

(164)Sábado 26 de Junio de 2010
“Es como si todos los argentinos hubiesen hecho el gol conmigo”, dice Palermo entre lágrimas agradeciendo al cielo. “México en un duelo a todo o nada”, anuncia Clarín. “San Martines” titula Pagina 12 en alusión a los dos goles hechos por Martín Demichellis y Palermo. “Dioses del Olimpo”, prefiere sencillamente el diario Popular. El futbol es un verdadero despertador de emociones. Como pocos deportes, moviliza pasiones únicas. En buenahora.
En una cultura que todavía tiene indiscutibles resabios de aquel viejo culto a la razón, viene bien un lugar para la emoción. El siglo dieciocho, y su iluminismo, hizo una exaltación de la razón suponiendo que con ella se desmontaría lo arcaico y se construirían la igualdad y la libertad. Los revolucionarios franceses llegaron al extremo de idolatrar a la razón a tal punto que se inventaron una deidad femenina con ese nombre. Desde entonces, lo racional se ha convertido en el principal legitimador de la vida pública. Digamos de paso que desafortunadamente, el ejercicio del poder frecuentemente se construye sobre la sinrazón. Pero ese es otro tema.
Lo cierto es que el futbol destrona cada domingo, y ni que hablar cada mundial, a la razón. Le quita el cetro y su pretensión hegemónica para dejar que fluya en nosotros algo primitivo. Algo que en nuestra vida moderna hemos aprendido a bloquear, suprimir, negar. Estamos hablando de las emociones. La cultura de la razón no las valoriza suficientemente. Y cuando aparecen de inmediato son tamizadas por sospechosas; son filtradas por nuestro cerebro para que se vuelvan inofensivas: “No es buena la tristeza, hay que evitarla”. “Llorar es de maricas”. “El miedo es mal consejero”. “La ira no te lleva a ningún lado”. Esta emoción sí, aquella no. Hasta acá está bien, más no, porque puedo descontrolarme.
Así las cosas, nuestras emociones nunca emerjan crudas, sin editar, sin la custodia de la razón. Se nos ha educado para evitar nuestras emociones. Y hemos aprendido bien la lección. La trampa está en no darnos cuenta de que la dinámica de las emociones es tal que si las negamos se expresarán de una u otra manera. Y entonces esa energía bloqueada se tornará tóxica. Gabrielle Roth decía que querer vivir sin que fluyan las emociones es algo así como tratar de conducir un automóvil con el motor obturado, o correr una maratón con los pulmones obstruidos.
Lo bueno del futbol es que viene a romper esa lógica, viene a proponernos salir del analfabetismo emocional y a escapar del laberinto de nuestra cabeza. Lo pensado otorga seguridad, puede ser controlado, manipulado, es previsible, manejable. Lo que se siente nos produce una sensación de caos, nos deja desguarnecidos, expuestos, en buena medida vulnerables. Y, qué cosa, justamente allí radica su grandeza. ¿Por qué perdernos el ejercicio de este derecho elementalísimo, el derecho a vivir sensaciones intensas temporales, clara manifestación física de esa energía que une cuerpo y mente?
No te hagás expectativas que después si nos va mal, la frustración es peor, me decía un amigo. No te alegrés de antemano. Es verdad que la emoción en cualquier orden de la vida puede resultar dolorosa. Por eso muchas veces elegimos armarnos de cierta coraza, o insensibilidad para no sufrir. Entonces usamos máscaras que cubran el verdadero rostro y oculten lo que de verdad nos pasa.
Decía Homero Expósito
“Tú, que tímida y fatal
te arreglas el dolor
después de sollozar,
sabrás cómo te amé,
un día al despertar
sin fe ni maquillaje,
ya lista para el viaje
que desciende hasta el color final...“
¡Bellísimo tango! Te amé sin maquillaje, sin ocultamientos, sin esa necesidad de arreglarse el dolor después de sollozar.
“Mentiras...
son mentiras tu virtud,
tu amor y tu bondad
y al fin tu juventud.
Mentiras...
¡te maquillaste el corazón!
¡Mentiras sin piedad!
¡Qué lástima de amor! “
En verdad, qué lástima esta manía de pensarlo todo y sentir tan poco. Una pena privarnos de la alegría de disfrutar el ahora o nunca de la vida eligiendo la insensibilidad y la seguridad que da la mente y protegernos del riesgo y del dolor. Si pudiéramos dejar fluir las emociones como la sangre por las venas. Abrazarlas, trabar amistad con ellas. Hacer que cese un poco la cabeza, la loca de la casa, y que empiecen a hablar las emociones, y el cuerpo retome su protagonismo. Cada día tenemos la oportunidad. Cada momento. Ahora mismo. Y mañana, sobre todo mañana que juega la Argentina.