sábado, 17 de julio de 2010

La Ley de matrimonio entre iguales: por la vida o por la muerte

(167) sábado 17 de julio de 2010

La ley de matrimonio entre iguales fue aprobada. La madrugada del jueves último marcó un hito por la libertad y la igualdad en nuestro país. Sin embargo, la justicia y la fraternidad, siguen en deuda. Los cruzados contra el proyecto de Diputados, con sus legranes y bergoglios, fueron los verdaderos responsables del odio de estos días.
Convencer es estéril decía Walter Benjamín. No es esa la intención de esta editorial. Nuestro propósito es tomar postura contra la impostura, para que viendo el rostro del cinismo nos indignemos, e indignados salgamos de cualquier posible actitud neutra, pasiva o conformista.
Resonaron los púlpitos por estos días. Desde todas las latitudes las voces de los inquisidores tronaron en defensa de las buenas familias, los normales, los devotos del orden natural. Entonces equipararon opciones sexuales con enfermedad, vicio. “Esta ley no es un mero proyecto legislativo- dice un exaltadísimo Bergoglio- es la pretensión destructiva al plan de Dios, una “movida” del padre de la mentira”. El odio vocifera: “Queremos mamá y papá”, titula la circular que el mismo cardenal envía a párrocos, rectores y capellanes de iglesias, convocándolos a la santa cruzada del martes pasado y recurriendo deshonestamente al público cautivo que es el alumnado de las escuelas católicas, subvencionadas por un Estado injustamente magnánimo. Para tantos monseñores y purpurados, los homosexuales, y quienes apoyen el matrimonio igualitario, son monstruos escatológicos capaces de corromper no a la naturaleza sino a la misma idea de sociedad. Una subversión demoníaca del orden natural merecedor de una “guerra de Dios”, dijo el máximo jerarca casi al unísono con el obispo Aguer, quien habló de una guerra cultural contra el catolicismo. Disfrazados cínicamente de hombres plurales y democráticos parecen haber quemado las naves por esta causa. Entonces ya no pueden ocultar su fundamentalismo, y caídas las caretas han dejado ver el peor rostro inquisidor.
Hay un punto que me parece central en las pretendidas argumentaciones contra el matrimonio entre iguales. La tan mencionada "naturaleza humana" parece ser el as de espada de la Iglesia. Un argumento gigante en apariencia, pero con pies de barro, torpe y endeble por dónde se lo mire. La naturaleza humana de la cual hablan nunca existió ni puede existir en estado puro. Siempre se materializó y desarrolló en un marco sociocultural determinado que le fue dando cauce y curso. La verdadera naturaleza siempre está situada, definiéndose en espacios y tiempos concretos. El inconsistente argumento del orden natural supone que los conceptos preexisten a nosotros cuando en verdad se trata de construcciones humanas que elaboramos y precisamos en la historia.
Durante mucho tiempo, la mayoría estuvo en contra del voto femenino, al que no consideraban "natural". Casi todos legitimaron la esclavitud en la época de la Colonia, también por "natural", y unánimemente aprobaron la segregación racial en Estados Unidos o en África, y siempre en nombre de la bendita "naturaleza".
Muchos vivaron a Hitler en Alemania y acá en la Argentina a Videla. ¡Y qué curioso, Videla también habló de una guerra santa para restablecer el orden natural alterado! La misma Iglesia por entonces entendió que era natural interrumpir el orden constitucional y hacer desaparecer, torturar, asesinar. ¿No resulta asqueante que nunca haya habido un fervor comparable a este que hoy exiben, contra la tortura, la desaparición de personas, el robo de bebés? ¿No es cinismo puro que el sacerdote Von Wernich, responsable de siete muertes y 34 casos de tortura, .desde su “Monasterio-Cárcel bip en Marcos Paz” esté libre de cualquier sanción eclesiástica tras su condena por violaciones atroces a derechos humanos? ¿Con qué vara miden lo que miden algunos purpurados? ¿Cuántas marchas y campañas han hecho los católicos, contra los numerosísimos casos de abusos, violaciones y pedofilias ensotanadas?
Solo quieren poder y por eso necesitan imponer sus verdades. Nada nuevo. Ya en 1888, la Iglesia se opuso al matrimonio civil con argumentos idénticos a los que ahora esgrime. Entonces no querían perder el monopolio de los casamientos. Por eso decían que era “el fin de la familia”, que atentaba contra el orden natural y que habría “resultados funestos” en la sociedad. El mismo grotesco comportamiento tuvieron con la ley de divorcio.
La idea monolítica de la naturaleza humana y la sexualidad que sigue sosteniendo la Iglesia solo sirvió históricamente para la construcción de los prejuicios que congelan el pensamiento y obturan el respeto por las diferencias. A veces pienso si semejante homofobia no es más que una contribución a reforzar la frágil heterosexualidad de muchos de sus hombres.
Qué bien haría a la sociedad, la jerarquía eclesiástica si se asesorara científicamente antes de abrir su boca. Hace ya 37 años que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales, y más de 20 que la Organización Mundial de la Salud dejó de considerarla patología por que no había evidencia científica para sostener que una opción sexual pudiera ser una enfermedad. En 2000, la misma asociación complementó su afirmación, y aclaró que los presuntos “tratamientos de recuperación”, tan referidos por voceros integristas y confesionales no tienen fundamento científico alguno, y que tampoco son eficaces porque la homosexualidad no requiere tratamiento psiquiátrico.
Si la Iglesia está tan convencida de todo lo que dice, debería orientar a sus fieles a seguir sus principios, y que se jodan ellos solos, y nos dejen tranquilos. Pero esta pretensión de involucrar a todos en su visión del mundo y de la vida, esa aspiración a ser los dueños de la moral escriturada y legislada, solo deja al descubierto su insalvable falta de vocación democrática. Pretender imponer la verdad a garrotazos y amenazar con guerras santas no son más que las resacas fascistoides de su decadencia.
Sin duda los argentinos hemos dado un paso substancial en favor de la vida, la libertad y la igualdad. Nos resta una dura tarea contra los guardianes de cementerio, esos que mientras hablan de la vida le hacen guiños a la muerte.

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