jueves, 21 de octubre de 2010

Los mineros rescatados y las dos caras de la luna

(180)Viernes 15 de Noviembre
“A la hora del crepúsculo, decía el viejo Hegel, la filosofía levanta vuelo para intentar comprender lo sucedido”.
El entierro más largo de la historia de la minería mundial captó de manera excluyente la atención de todo el mundo esta semana. A primera hora del miércoles la cápsula Fénix II descendió a las entrañas de la mina derrumbada en Copiapó y comenzó a rescatar uno a uno a los 33 mineros que permanecieron 69 días a 700 metros de profundidad. En menos de 24 horas la tierra terminó de parirlos, expulsarlos al mundo de la luz. ¡Como no celebrarlo!
Sin embargo, la luna tiene dos caras. Una que se ve, otra que está oculta. Las pantallas de todo el mundo mostraron el costado indiscutiblemente heroico de los mineros, su solidaridad incomparable. Millones y millones de ojos apuntaron a un agujero para seguir al detalle los pasos del salvataje. Pero la ocasión que siempre hace al ladrón, también sirvió para montar un nuevo y exitoso reality show. Algunas esposas de los mineros ya firmaron exclusividades con la tele, mientras la BBC acaba de anunciar que prepara un documental sobre el megarrescate, y para esto ya pagó en dólares a varias familias para seguirlas las 24 horas del día. Las donaciones de dinero a los trabajadores sepultados va alcanzando el medio millón de dólares. La mayor parte la donó el millonario Leonardo Farkas, que hizo su fortuna con la minería. Miren qué casualidad. También aparecieron más de 200 ofertas laborales para los 33 topos gigantes. Todo sirve para la función. Tours, paseos, regalos de los más variados. Las emociones más genuinas se cruzan con las especulaciones más cínicas. Piñera monta un show ante las cámaras. Por poco no se mete en el pozo él con sus ministros. ¿Debería sorprendernos esta cara de la luna?
Para ver la otra hay que hacerse preguntas, descifrar, interrogar. Esto significa otorgar al conocimiento la tarea de develar, desenmascarar, ver ese costado que por algo permanece no visible.
Hagamos el intento: Querían llevarse el oro y el cobre. Pero no para ellos. Trabajaban para unos empresarios truchos e irresponsables. La epopeya de hombres que descienden a las oscuridades de la tierra para sacar minerales y luego sufren un accidente, ¿no son parte constitutiva de este juego macabro al que las empresas exponen a los trabajadores? ¿Se puede llamar accidente a semejante cosa? ¿Qué y cuánto hay de responsabilidad humana en este suceso? ¿Qué se debió hacer y no se hizo, o se hizo muy mal? ¿Hacía falta semejante desastre para que el mundo se sintiera solidario con estos trabajadores? ¿Cuántos nuevos “accidentes” como éste hacen falta para que se legisle preventivamente y los mineros puedan trabajar dignamente sin arriesgar sus vidas?
La chilena María Ester Feres, funcionaria en la Dirección de Trabajo trasandina cuestionó por estos días “¿Cómo es posible que en un país con el grado de crecimiento económico que hemos tenido en los últimos años no protejamos mejor la vida en el trabajo?”. ¿Es casual que en el 2009, en Chile hubo más de 190.000 accidentes de trabajo, de los cuales 443 fueron fatales? ¿Por qué no se nos informa de las víctimas que se cobra a diario una actividad tan dura y desprotegida como la minería? ¿La solidaridad, el empeño gubernamental por asistir lo asistible en el rescate no termina ocultando su responsabilidad en las causas estructurales?
¿A quiénes les sorprende la capacidad de organización y solidaridad de estos trabajadores? ¿No es así como siempre han resistido y perdurado los trabajadores chilenos y de todo el mundo frente al permanente saqueo y expoliación de los dueños del capital? Este mundo sin misericordia, ¿es un mundo accidental o es el ADN del capitalismo, su huella digital inconfundible, esa mueca perversa que lo identifica por esencia? “El capital viene a América y al mundo chorreando lodo y sangre”, decía Marx. También viene sepultando obreros en las minas.
Algunos dicen que hubo un milagro en San José. ¿Fue Dios quien los salvó? En todo caso, no es el dios de la Iglesia Chilena o Argentina. Ese dios, que está en todas partes como dice Yupanqui, allí y aquí, se sienta en la mesa del patrón.
¿No deberían salir a la luz muchas oscuridades a partir de este derrumbe? ¿Nadie se indigna de que la semana pasada el gobierno chileno cerró 1500 emprendimientos mineros privados por falta de seguridad? ¿Recién ahora? ¿Era necesario semejante desastre para que Piñera destituyera al director del ente regulador de minería, que permitió la reapertura de la mina colapsada, pese a las precarias condiciones de seguridad?
Del pozo más profundo se puede salir parece ser la moraleja de esta fábula feliz. Y está bien concluir esto. Los hombres nos aferramos a las esperanzas y a los sueños como huérfanos. Pero hay que tener ganas de sacarse el polvo de los ojos una y otra vez y decirse “vamos que podemos salir” y no terminar de responder nunca por qué caímos.
Cuando el pozo los vomitó al mundo de la luz, muchos, además de celebrar, comenzamos a preguntarnos cuánto habremos aprendido de semejante experiencia, ellos, los mineros, y nosotros. “No me traten como un artista, soy un minero”, dijo uno de ellos. Buena señal. En las últimas horas también se supo que los 33 decidieron crear una fundación de ayuda para los mineros con menores recursos. Levantar vuelo, para intentar comprender lo sucedido y ver a la hora del crepúsculo las dos caras de la luna.

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