sábado, 6 de noviembre de 2010

“A rey muerto rey puesto” y el modo de construir política.

(183) Viernes 5 de noviembre de 2010

Después de la muerte de Néstor Kirchner, la oposición salió a mostrar uñas y dientes. Una sucesión de desatinos y torpezas dejaron al desnudo una vez más la pobreza de categorías analíticas de estos tipos y una mezquindad inigualable. Siguen siendo ellos los que mejor propaganda le hacen a un oficialismo que con la muerte de su líder viene enterrando desde Cobos para abajo a eso que algunos laman arco opositor. Macri y el titular de la UCR, Ernesto Sanz, coincidieron en pedirle a la presidenta que “baje el nivel de confrontación”. Ya casi todos comprenden lo que esto significa: dejar de enfrentar a las corporaciones que tienen poder. Stolbizer propuso la “conformación de un gobierno de concertación” para retomar la “agenda de recuperación institucional”. Curioso análisis que supone que algo se perdió y que hay que recuperar y concertar nada menos que con ella y sus ocasionales aliados. También aseguró que el ejecutivo “debe salir rápidamente de la debilidad en que ha quedado” justo en el momento histórico de mayor apoyo que ha tenido esta gestión.
Lo de Macri proponiendo “el diálogo y trabajar de forma conjunta para lograr que haya menos pobreza, más trabajo y que volvamos a ser un país elegido por el mundo para invertir”, parece un chiste de Barcelona.
Si a este mamarracho político se le suman las burradas de los personajes mediáticos que juegan para ellos, el combo que se arma es asqueante: Grondona habla de “juventud hitleriana”, para referirse a los jóvenes que fueron a despedir al expresidente; Tinellí asegura que le “encantó” estar en el velorio acompañando a Cristina. Le encantó, ese es el verbo que exactamente usa, mezcla de acto fallido y humor negro del que tampoco estuvo ajena la Legrand al poner en duda si quien estaba en el cajón era realmente Kirchner.
Es fácil advertir los dos paradigmas que siguen pugnando por la centralidad del escenario político nacional: Por un lado, este proyecto neoliberal agusanando las lógicas de la distribución de la riqueza en nombre de las inmaculadas leyes del mercado y capturando toda forma de “gestión” de lo público para confinarla y reducirla a lenguajes tecnocráticos mientras hipócritamente se cacarea una calidad institucional que solo significa el regreso de los muertos vivos para beneficiar a las minorías privilegiadas de siempre. Por otro lado, el modelo antagónico que empieza a visualizarse surge o nace en expresiones que exceden al gobierno pero que éste ha sabido resolver parcialmente devolviéndonos algo que era nuestro y que parecía perdido, las ganas de ser protagonistas y transformadores de la historia.
Tal confrontación, por lo que se ve, sigue siendo necesaria, pero la pena es que la misma distrae la atención de debates fundamentales entre aquellos que compartimos una perspectiva de cambios y transformaciones.
A lo largo de la semana los analistas políticos nacionales más o menos serios se han devanado los sesos intentando vislumbrar al natural sucesor de Néstor Kirchner. “A rey muerto rey puesto”, "El rey ha muerto, ¡viva el rey" se convirtieron en lugares comunes de análisis. Observemos que cotejar con semejantes categoría pone la centralidad del poder político en un sujeto individual, no colectivo, lo cual supone dar por hecho que en política valen fundamentalmente los personalismos y el concebir al poder como un depósito, un lugar de acumulación, que demanda una estructura esencialmente verticalista. Analizan quién puede ser el sucesor de Kirchner como quien busca la figura más adecuada para concentrar poder, almacenarlo, recolectarlo, centralizarlo en pocas manos para desde allí decidir supuestamente el bien político de todos. El dibujo que mejor expresa esta visión es el de la pirámide. Poder para el aparato partidario, para los sindicatos…Arriba los que mandan, y desde allí hacia abajo una jerarquía que se va disciplinando hasta descender a la mayoría que desde la base acata, sufre o eventualmente aplaude el espectáculo que siempre es de otro.
Suponer que la política se construye solo desde esta perspectiva, ¿no significa eludir una discusión esencial? ¿Es posible imaginar otro modelo que piense al poder no en términos acumulativos sino más bien distributivos? ¿Se puede cambiar el dibujo de la pirámide por la de un círculo? ¿No es esta la hora justa para empezar a reinventar, imaginar, soñar otro modo de construcción política donde el poder circule, no se enquiste ni cristalice, tampoco intoxique? Este reincidir en arcaicos análisis de viejas políticas, ¿no nos hace perder de vista la necesidad de horizontalizar el poder incluyendo nuevos actores sociales en nuevos esquemas participativos? Bayer proponía por estos días inspirarnos en los orígenes de nuestro movimiento obrero. Allí, “la única que podía tomar resoluciones era la asamblea, no había dirigentes, sólo un secretario de actas para dejar sentadas las resoluciones”. “Las épocas han cambiado”, reconoce Osvaldo, sin embargo plantea, por ejemplo “no permitir jamás que un cargo sindical se constituya en una profesión, donde el dirigente sea el mandamás por excelencia acompañado por un coro armado que lo aplaude. Iniciar un período de regreso a las bases, del dominio democrático de la asamblea”.
No está libre el kirchnerismo a pesar de su pretensión transformadora de poner vino nuevo en odres viejos apelando a las viejas recetas acumulativas de poder. En política hay oportunidades históricas únicas. La derecha restauracionista tal vez sea la principal pantalla que no nos deje pensar este desafío, también la peor excusa.

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