sábado, 31 de octubre de 2009

La duda o el arte de cuestionar lo incuestionable

(143) Sábado 31 de octubre de 2009

Existen diversos esquemas de interpretación de la historia. Entre tantos, hay uno en particular que se presenta como un desafío o juego que nos entrega una llave o clave secreta para entender en profundidad una época o un tiempo: se trata de observar aquello que no está dicho o ni siquiera es pensado o imaginado. Examinar esas preguntas que nadie se hace porque no caben o no entran dentro de la visión de mundo que se sustenta. Eso que aparece como incuestionable, inamovible, define el modo de ser de una época. Por ejemplo, quien pretenda comprender la Edad Media deberá saber que allí no es posible pensar el mundo sin Dios. La divinidad es el centro de la vida de aquellos 1000 años de historia. Imaginar una realidad lejos de su mirada escapa del horizonte de posibilidad para el hombre medieval.
Qué es lo incuestionable hoy, podría ser la pregunta que nos ayude a entender en profundidad quienes somos, que nos pasa, y por qué nos pasa. Desde ese anagrama es posible descifrar nuestro tiempo. Cuestionar lo incuestionable, o al menos explicitarlo.
Hegel, definía a Descartes como un “héroe del pensamiento”, sencillamente por el hecho de que se había atrevido a dudar de aquello que se había decretado como inamovible. Por eso enseñaba:”Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas”.
Hoy la duda puede ser el comienzo de un camino. No la duda escéptica o descreída para quien vale lo mismo cualquier cosa. Hablo de esa duda que corroe el orden mandado, que se convierte en interpelación, que es capaz de meter signos de interrogación a esa mole de ideas y creencias petrificantes. Para Borges “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Y Oscar Wilde decía “Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante”.
¿Por dónde entrarle a toda esa maraña de datos e informaciones de un mundo cada vez más escurridizo? ¿Por dónde encontrar la punta del ovillo que nos permita desenredar esta realidad para poder verla en toda su extensión? Miremos aquello que aparece como indiscutible o irrefutable, ahí puede estar la clave.
Hace unos años circulaba un chiste que era fiel reflejo del clima que se respiraba en el país: “¿qué te gustaría ser cuando seas grande? Extranjero”, era la respuesta lacónica. Tan irónico como genial, el inglés Chesterton iba más lejos aún, cuando decía que todo hombre tiene derecho a no ser contemporáneo. Si ser extranjero deja abierta al menos la posibilidad del exilio, renunciar a ser contemporáneo significa quedarse sin mundo, sin presente, criticarlo todo más allá de parciales tiempos y geografías.
Es posible construir una mirada desde afuera, que no se deje arrastrar por la visión global que imponen los medios, ni se adapte a lo establecido, a lo determinado o a lo que se cree natural.
Por solo poner algunos ejemplos: ¿No nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad en donde la educación funciona como negocio, los medicamentos como mercancía, la pobreza como parte del paisaje? ¿No hemos naturalizado aquella idea de la política como herramienta al servicio de los poderosos, la democracia como esa inevitable espera de tener que depositar de tanto en tanto el voto en una urna? ¿No damos por supuesto que el capitalismo es la única alternativa para organizarnos como sociedad?
Renunciar a ser contemporáneos. Tal vez esta mirada extemporánea y hasta foránea de los tiempos que corren, no tenga que ver con mapas ni almanaques. Se funda en principios inalterables de la vida de los hombres y mujeres que caminamos por este mundo al revés. Elegir ese camino tiene su precio. Dudar nos convierte en enemigos del orden. Y a pocos les cae esto de caminar a contramano de una era que marcha sonámbula hacia un destino que ni siquiera se atreve a elegir.

lunes, 26 de octubre de 2009

Rondas

(142) Sábado 24 de Octubre de 2009

Sábado por la tarde y hay revuelo en la plaza. Pancartas, redoblantes, payasos, alboroto de gente. Algunos reparten volantes. “Pretendemos que la Peña El Ceibo, un lugar que hoy está en ruinas, vuelva a ser un espacio de encuentro, de participación, un centro cultural, donde funcionen talleres artísticos, recreativos, y también podamos organizar espectáculos”.
Se trata de la Ronda cultural, una agrupación que se propone la recuperación de un lugar que signifique cultura para todos.
Ronda cultural, sugestivo nombre. La ronda nos iguala, es circular, rompe con la jerarquía, borra cabeceras y lugares de principalidad. Si hay ronda, la vida circula, va y viene, no se queda quieta, mueve y demanda movimiento. Como otras agrupaciones alternativas que corren por estos tiempos, se propone recrear espacios culturales, dinamizarlos, refundarlos, con la certeza de que la cultura no se distribuye, sobre todo cuando es cultura popular.
Tarea difícil esta de precisar qué es la cultura popular, de establecer sus perfiles. Y siempre el riesgo de intentar definiciones que abrumen y atranquen el verdadero saber sumergiéndonos en un mar de abstracciones, para decir poco y nada. Por eso prefiero asociar cultura a identidad, por ejemplo. Meter la cuestión en ese horno donde las papas queman y volver a hablar de cultura hegemónica y periférica, de dominadores y dominados. Es cierto que cultura es lo que se "respira", lo que transmiten los comportamientos de las personas, el modo de vincularnos con los demás y las cosas, lo que elegimos hacer y ser, así como lo que no elegimos. Pero todo esto supone distinguir actores y roles protagónicos, libretos y escenarios, para optar y tomar partido.
Celebro todas las expresiones que nacen desde abajo, sin aparato y sin cartel, y empiezan a decirnos cosas, a tomar la palabra en serio y a publicar en voz alta su presencia. Expresiones que brotan atomizadas, inevitablemente fragmentadas, inventadas o reinventadas, necesariamente anárquicas, y que se diseminan lentamente y por debajo, como las brazas que queman sin grandes llamaradas.
¿Qué lectura hacer de estos movimientos? ¿Porqué surgen, así tan espontáneos y multifacéticos, tan obstinados y pujantes? ¿Qué piden esencialmente, qué reclaman? ¿Qué ponen al desnudo, qué denuncian? Su pretensión de grupos alternativos, ¿no deja entrever un rechazo evidente a algo que presienten como una imposición desde arriba? Por eso también objetan y hasta impugnan lo institucional, y aunque a veces requieran su apoyo, no aceptan tutela alguna y menos ser considerados como números.
Quieren ser protagonistas en un mundo que les ofrece poco y nada, y no admiten ser meros espectadores pasivos de una imposición cultural que baja desde lo alto con el tradicional gesto ampuloso de los dueños de la cultura, aquellos que torpemente pretenden distribuirla creyéndose señores de la misma. Por eso se resisten a aquellas prácticas destinadas a producir ese ciudadano complaciente, manso y adormecido que requiere el modelo. El constituirse en sujeto central de un quehacer cultural de grupo, colectivo, con otros y para otros, significa bajarse definitivamente de ese balcón inmaculado por el que nos enseñaron a contemplar la vida, e ir en procura del barro de la historia para recuperar la dignidad perdida.
Esta voluntad cultural, al no querer someterse al papel que el sistema les asigna, se convierte necesariamente en voluntad política, es decir significa una toma de posición acerca de la pregunta que responda quiénes somos nosotros y ellos.
Entiendo que esta nueva identidad no puede hacerse presente sino a través de la negación de la cultura dominante, y la proposición de un nuevo proyecto cultural, que ponga en juego otros valores, otros contenidos, otras maneras. De esta forma es cómo lo popular se ha ido abriendo paso a lo largo de nuestra historia, perforando las capas sofocantes de la ideología que pretende mandar e imponer.
¿Por qué sólo consumir, si se puede también producir? ,es la pregunta que se hacen algunos que van despertando. ¿Qué cultura es esta que propone como paradigma la competencia, el sálvese quien pueda y la sobrevivencia del más apto como ley social? ¿Cuál deberá ser la contracultura, la otra cara, la vereda de enfrente de este modelo depredador? ¿Por qué esperar un "después" si podemos empezar ahora? parecen decirnos tantas agrupaciones que silenciosamente van apareciendo en escena.
Sería imperdonable en este análisis subestimar los residuos de la cultura que gestó la dictadura. Con su modelo de exclusión, y marginación de los sectores explotados, sigue reinstaurando una especie de religión popular que se llama consumo y que en el altar de la eficiencia sacrifica cada día a los más pobres en nombre de un nuevo dios: el poder y el dinero.
El cronista chileno Pedro Lemebel en el Congreso de la Cultura en movimiento decía bellamente: «No les ofrezco el cielo, porque sé que los ángeles aburren. Tampoco un carrete interminable, porque el bolsillo roto de esta izquierda no da para tanto. Tal vez sólo un lugar digno donde podamos respirar libertad, justicia y oportunidades sin besarle el culo a nadie.»
Alguien podrá objetar “Ya hace un tiempo vimos otros protagonismos que después pasaron”. Sin embargo, cuando las acciones brotan de esa zona que tienen que ver con la dignidad del hombre llegan para quedarse. No se pierden nunca. Iluminarán otros protagonismos y serán a un mismo tiempo anticipo de futuro, utopía en acción, soñar despiertos.

Lealtades

Sábado 17 de Octubre de 2009
En el día de la lealtad se vuelve incierta aquella sentencia de William Shakespeare asegurando que “la lealtad tiene un corazón tranquilo”.
Varios dirigentes a la cabeza de diversas agrupaciones montan sus actos
respectivos, pretendiendo ser los auténticos continuadores del espíritu de aquel
17 de octubre de 1945. Entonces nos asalta la pregunta, ¿lealtad a qué y a quién? Olvidados de su líder, quien les había enseñado que su único heredero sería el pueblo, disputan banalmente el privilegio que otorga el sentirse los auténticos depositarios del mensaje, la réplica exacta, los puros y probados discípulos.
Habrá otras consignas, otros estribillos. Nadie podrá gritar como entonces “sin galera y sin bastón… los muchachos de Perón”. Y no es porque falten cabecitas, descamisados, negros, despreciados, o aquello que Scalabrini Ortiz llamara “el subsuelo de la Patria sublevado”. Hoy ese subsuelo está, pero no se subleva. Está, pero no ya con ese grito insurrecto y rebelde de aquellos miles y miles de trabajadores que desde la media mañana de aquel día histórico recorrerían las calles de Buenos Aires en decidida marcha hacia la Plaza de Mayo.
"Déjense de joder con Perón", decía el gran Agustín Tosco, invitando a poner la mirada en lo que para él era esencial: el despertar de un pueblo que reclamaba por sus derechos y que estaba dispuesto a enfrentar a los poderes que lo sojuzgaban.
Existe un antagonismo en el peronismo de difícil resolución. En su esencia, este movimiento, como un conglomerado de antagónicos e irreconciliables intereses, ¿se mueve dentro de la lógica capitalista o enfrenta tal concepción? El pueblo que aquel 17 clamaba por su líder, ¿estaba rechazando un modelo que lo oprimía o solo pedía algo de justicia y un líder que los condujera?
En sus Escritos imprudentes Feinmann nos trae veinte jugosas escenas de la vida peronista y en dos de ellas plantea este dilema clave:

Escena 4 Interior Bolsa de Comercio de Buenos Aires
El coronel Perón pronuncia un discurso ante importantes empresarios.
Dice: -Pronto se verá que no solo no somos enemigos del capital, sino que somos sus verdaderos amigos.
Interpretación de la escena: El peronismo es capitalista.

Escena 5 Exterior Plaza de Mayo. Se festeja el 17 de Octubre, fecha fundacional del movimiento. El general Perón sale al balcón de la Plaza de Mayo.
Alza sus brazos, saluda. El pueblo, con fervor, canta la marcha partidaria:

“Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital”.

El general continúa alzando sus brazos. Saluda. Sonríe.
Interpretación de la escena: El peronismo es anticapitalista.

¿En qué quedamos? Si se comparan las declaraciones de Perón sobre el “Capital Extranjero” realizadas en 1946, respecto a la marcha del Partido Peronista se observarán claras contradicciones. Pretender dilucidar desde esta paradoja qué es exactamente el peronismo puede hacernos equivocar el ángulo de mirada o encuadre y situarnos en una dialéctica falsa que no nos sirva como esquema de interpretación histórica y menos aún ilumine los tiempos que corren. ¿Es legítimo pensar que el peronismo es todo eso junto y a un mismo tiempo? Decir esto, ¿es una coartada fácil y excesivamente simplista, más allá de la parcela de verdad que tal afirmación pueda encerrar? Ciertamente el peronismo, históricamente tuvo mucho de oportunismo, de sentido pragmático en su afán de acumulación de poder. Podríamos con un poco de ironía hasta interpretar que en definitiva, el dilema capitalismo-no capitalismo no es tal y que en todo caso la emblemática marcha dice claramente que Perón, combatiendo al capital se ganó a la gran masa del pueblo. O sea, el objetivo sería ganar a la gran masa. Una vez logrado esto, tendría cancha libre para hacerse amigo del capital que antes supuestamente enfrentó. Pero probablemente estemos eludiendo y simplificando peligrosamente el problema.
Plantear y dilucidar esta cuestión en los tiempos que corren puede hasta parecer anacrónico e inconducente ya que hoy por hoy la realidad y el capitalismo coinciden. Por fuera de él, poco y nada. La tesis que afirma la coincidencia entre realidad y capitalismo es una tesis histórica, filosófica y política que ciertamente habrá que discutir, pero que se ha convertido en parte de la cultura política hegemónica. Nuestra entrada en la época global es un hecho histórico incuestionable. El pragmatismo, la devaluación de la política misma, el vaciar de contenido toda idea transformadora, son los rostros que exhibe esta postmodernidad capitalista.
Scioli, diciendo que el peronismo hoy está llamado a “seducir al capital” resulta patético. Su postura no es más que la reafirmación de la hipótesis de la coincidencia entre capitalismo y realidad e invalida una pregunta fundamental: ¿es posible intervenir políticamente de un modo crítico y substancial en una época pospolítica, que parece haber cercado toda tentativa de verdadera transformación social?
Algunas de estas preguntas se las hacía el filosofo Santiago Lopez Petit, para quien la actual manera de concebir la política se aproxima a una especie de terapia intensiva ya que su función consiste en mantenernos con el mínimo de vida. La vida dedicada a seguir viviendo, “aguantar”, que significa funcionar como piezas de esta movilización loca en la que se (auto) reproduce esa obviedad que es el capitalismo.
Hoy, la historia no pasa junto a nosotros acariciándonos suavemente, como sentía Sacalabrini Ortiz. Corren tiempos de vientos mezquinos, mezclados con escepticismo e indiferencia. Y son pocos quienes se cuestionan si el peronismo combate o no el capital. Y la lealtad, que ya no tiene un corazón tranquilo, pasea a sus dirigentes por una pasarela frívola exhibiendo rostros y discursos más preocupados por la rapiña y esa miserable pretensión de ser por un rato los dueños del legado y el escenario de este 17 que por salir al rescate de lo mucho que todavía sigue en juego. Y la sonrisa que ensayan para la foto no oculta el flamear de tantas banderas rotas y traicionadas.

sábado, 10 de octubre de 2009

Se murieron y aún les crecieron las uñas

(140) Sábado 10 de Octubre de 2009

“Yo puedo resistir todo, menos la tentación”, decía Oscar Wilde. Y a días nomás de un nuevo 12 de Octubre estamos tentados a decir esas palabras que todavía no están del todo dichas. Palabras esenciales, que develen, que saquen de la oscuridad, que nos desinstalen del cómodo silencio.
Hablar del 12 de Octubre de 1492 significa situarnos en el primer genocidio de nuestra historia, detenernos a analizar aquel hecho fundante de todas las situaciones de apropiación y saqueo colonialistas que después vinieron.
En el principio fue una mirada, la de Europa. Una mirada que cuando ve descubre. Es cierto que en algún sentido Colón descubrió América. Nadie tendría por qué enojarse por tal afirmación. Lo descubrió a los ojos del capitalismo naciente y para ese capitalismo. América es descubierta para el provecho y la avaricia de Europa, la que mirándonos nos descubre, la misma que después de ver, toca. Y lo que toca lo rompe, lo destruye, lo hace añicos.
Dice Feinmann que “los países de América latina han vivido sin dejar de sentir jamás la mirada del Otro, del más fuerte y hasta a veces, sin más, del Amo, en cualquiera de las formas en que este poder –el que constituye a un país en dominador de otro– se exprese”.
Recuerdo la elocuente imagen que usaba Oscar Natalichio en su curso de Economía con la Universidad de las Madres. Decía algo así: Imaginen que yo cierro la puerta de este salón en el que estamos reunidos, los amenazo con un arma y les exijo me entreguen todo lo que tengan. Después, con lo arrebatado, propongo un negocio en el cual ustedes pondrán el trabajo y yo el capital. Así explicaba la génesis del capitalismo. Dos robos. El saqueo inicial, como atraco abrupto, violento, o simple desvalijamiento, y un segundo saqueo disimulado, estructural, montado sobre las leyes de una economía pensada como apropiación de lo ajeno.
Bueno será observar cómo aquella primera impunidad legitimó en América su reiteración. No poder pensar colectivamente este primer genocidio condicionó y sigue condicionando nuestra historia y nuestro presente. Develar lo reprimido, sacar a la luz lo negado es la condición básica para poder ser un pueblo libre. Si no nombramos aquel genocidio como tal, jamás dirán adiós las historias de ultrajes. Dirán hasta luego, para volver.
El liberalismo del siglo XIX fue la continuación de aquel latrocinio. La Conquista del Desierto fue ni más ni menos que la justificación de la estafa, la rapiña y el crimen organizado. No es de ningún modo casual que el monumento más alto de la Argentina se haya erigido en homenaje al general Roca, el mismo que en nombre de la civilización exterminara a los indios de la Patagonia.
Sucede que el proyecto imperial manda, impone, ordena. Nos quiere obligar a ver con la misma mirada del viejo continente. Mirar con sus ojos, confundirlos y fusionarlos con los nuestros. Descubrir el placer que da ese ángulo único y superior que viene del norte. Sarmiento ve desde Europa: Hay que europeizar la Argentina; liberarla de sus gauchos y mestizos, de los negros, seres nefastos que nos deshonran. Hacer todo para que Gran Bretaña y Francia confíen en nosotros, y por favor no retiren su mirada y así tengamos destino y futuro. Después quien nos miró fue Estados Unidos, el mismo que hasta hoy sigue pretendiendo aquellas relaciones carnales de los 90. El Otro nos mira, el poderoso ordena. Hay que formar fila, disciplinarse y gritar presente ante la mirada del amo.
Por eso necesitamos que emerja esa otra memoria que algunos llaman memorias de las clases subalternas, memorias subterráneas, fragmentadas, plurales. Memoria que ata cabos, y va más allá del ritualismo vacío de sentido, o la instalación de un tema como mero hecho pasado, en una especie de culto al museo. La memoria oficial clausura todas estas memorias reduciendo la historia a una especie de fiebre conmemorativa o efemérides. Necesitamos pasar del archivismo que acumula datos porque sí, a un esfuerzo reflexivo que intente conferir un sentido al pasado como proyección hacia el presente y el futuro. Por eso, hacer memoria será siempre un acto político, una decisión de la voluntad que enfrenta a la filosofía del olvido y establece líneas de continuidades históricas en los procesos políticos, sociales, económicos. Retomar las memorias fragmentas o no contadas, trabajarlas, reconstruirlas para poder operar sobre el presente, y evitar la revictimización, transformando la memoria traumática en memoria activa.
Para eso necesitamos terminar de responder algunas preguntas: ¿Qué hilos atan aquellas primeras atrocidades y las de este presente en donde los mismos pueblos originarios aparecen condenados una vez más?
¿Cuáles fueron las matrices políticas, ideológicas y culturales que posibilitaron la desaparición física, la tortura, el robo de bebés? ¿Cuál fue el papel de la educación en la conformación de eso que llamamos sentido común?
Decía Juan Gelman:
“Estudiando la historia,
fechas, batallas, cartas escritas en la piedra,
frases célebres, próceres oliendo a santidad,
solo percibo oscuras manos esclavas,
metalúrgicas, mineras, tejedoras,
creando el resplandor, la aventura del mundo,
se murieron y aún les crecieron las uñas”

De esas manos venimos. Hacia una nueva mirada tendremos que ir, para que la aventura del mundo valga la pena y tenga algún sentido.

La Maldición de Malinche y la enfermedad del presente(139)

Octubre suele traernos recuerdos escolares. Como un collage de la mente pueden desfilar por nuestra memoria las imágenes de las tres carabelas, Colón, los Reyes Católicos, el Puerto de Palos, oscuros mares y sombríos destinos…
La memoria, sin embargo, pocas veces trae el nombre de Malinche, una de las veinte mujeres que le entregaran a Cortés a cambio de paz y tranquilidad. Tal vez la historia no haya dicho lo suficiente acerca de ella. Ciertamente, Malinche, fue mucho más que la amante de Cortés. Como traductora, ayudaba al español porque sabía las lenguas maya y náhuatl y manejaba bien el castellano. Intérprete, auxiliar y consejera del conquistador, pasó a la historia como símbolo del indio seducido que terminaría traicionando a los suyos. Además, Malinche por haber dado a luz a Martín Cortés, el hijo de Hernán Cortés, se convirtió en la primera madre de los mestizos.
Algunas miradas revisionistas no son tan duras con ella, y más bien sugieren que la joven hizo lo imposible para evitar la masacre de su pueblo. ¿Cuánto de historia?, ¿cuánto de leyenda? No lo sabemos. (A muchos nos resulta suspicaz que la traidora, la que quiebra el pacto de honor, sea otra vez una mujer. Digo otra vez, porque en la tradición judeocristiana el principio de la perdición fue Eva, y en la cosmovisión griega será la aturdida de Pandora quien abra la caja de las desgracias. Vale también hacerse otra pregunta en favor de Malinche: quiénes la entregaron a Cortés, siendo ella casi una niña, ¿no eran hombres adultos que sabían lo que hacían?)
Polémica aparte, lo cierto es que la leyenda llegó hasta nuestros días con el nombre de maldición de Malinche. Malinchismo seguirá siendo el vicio de aquellas oligarquías nativas que desde tiempos históricos se hicieron cómplices de la entrega y el saqueo. Las mismas que hoy ocultas tras la verborragia progresista, facilitan los objetivos de privilegio de los grupos dominantes de poder.
“La conquista continúa” es el título del jugoso libro de Chomsky a través del cual nos hace un extenso muestreo histórico acerca de cómo, quién, y de qué forma, se prolonga hoy el asedio y la ocupación. El mismo Sartre habría acusado a los nuevos amos del siglo XX de ser los continuadores de la misma filosofía opresora que antes criticaron: “Ustedes tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo, el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre. Hay que afrontar un espectáculo inesperado: el striptease de nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso. No era sino una ideología mentirosa, la exquisita justificación del pillaje”. “El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos. Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas, eso hace irrefutable su testimonio”.
El exterminio de los pueblos originarios, que sigue teniendo poca y mala prensa se llevó la vida de cuarenta millones, treinta, sugieren otros, o más o menos; en la vacilación de los números queda demostrada la cara más brutal del genocidio. ¿Alguien se atrevería a contar los despojos que dejaron las políticas neoliberales de los últimos treinta años? ¿Hubiera sido posible tamaña entrega sin la existencia del malinchismo?
Gabino Palomares, como pocos poetas, expresa en su canción la continuidad de una conquista que no solo no ha terminado, sino que extiende sus tentáculos en un intento por profundizar la dominación y el atraco a nuestros pueblos:

Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran los hombres barbados
de la profecía esperada.

Se oyó la voz del monarca
de que el Dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado.

Iban montados en bestias
como demonios del mal
iban con fuego en las manos
y cubiertos de metal.

Sólo el valor de unos cuántos
les opuso resistencia
y al mirar correr la sangre
se llenaron de vergüenza.

Porque los dioses ni comen,
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.

En ese error entregamos
la grandeza del pasado
y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos.

Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura
nuestro pan, nuestro dinero.

Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo.

Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos.

Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra.

Tú, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.

¡Oh, Maldición de Malinche!
¡Enfermedad del presente!
¿Cuándo dejarás mi tierra?
¿Cuándo harás libre a mi gente?

¿Quiénes son los guardianes de la historia?, se pregunta Chomsky. Y responde: “Los historiadores, naturalmente. Las clases educadas, en general. Parte de su trabajo es la de conformar nuestra visión del pasado de manera que sostenga los intereses del poder presente. Si no lo hacen así, serán probablemente marginados de una manera o de otra".
También enseña Chomsky que para salir de cualquier modo de mentira y opresión “no deberíamos estar buscando héroes, deberíamos estar buscando buenas ideas”. Sumar a Malinche en este collage de octubre puede dejarnos al margen de la historia oficial, pero sin duda, será una buena idea sumar tinta a esa otra historia que aún nos debemos.

La Maldición de Malinche y la enfermedad del presente(139)

Octubre suele traernos recuerdos escolares. Como un collage de la mente pueden desfilar por nuestra memoria las imágenes de las tres carabelas, Colón, los Reyes Católicos, el Puerto de Palos, oscuros mares y sombríos destinos…
La memoria, sin embargo, pocas veces trae el nombre de Malinche, una de las veinte mujeres que le entregaran a Cortés a cambio de paz y tranquilidad. Tal vez la historia no haya dicho lo suficiente acerca de ella. Ciertamente, Malinche, fue mucho más que la amante de Cortés. Como traductora, ayudaba al español porque sabía las lenguas maya y náhuatl y manejaba bien el castellano. Intérprete, auxiliar y consejera del conquistador, pasó a la historia como símbolo del indio seducido que terminaría traicionando a los suyos. Además, Malinche por haber dado a luz a Martín Cortés, el hijo de Hernán Cortés, se convirtió en la primera madre de los mestizos.
Algunas miradas revisionistas no son tan duras con ella, y más bien sugieren que la joven hizo lo imposible para evitar la masacre de su pueblo. ¿Cuánto de historia?, ¿cuánto de leyenda? No lo sabemos. (A muchos nos resulta suspicaz que la traidora, la que quiebra el pacto de honor, sea otra vez una mujer. Digo otra vez, porque en la tradición judeocristiana el principio de la perdición fue Eva, y en la cosmovisión griega será la aturdida de Pandora quien abra la caja de las desgracias. Vale también hacerse otra pregunta en favor de Malinche: quiénes la entregaron a Cortés, siendo ella casi una niña, ¿no eran hombres adultos que sabían lo que hacían?)
Polémica aparte, lo cierto es que la leyenda llegó hasta nuestros días con el nombre de maldición de Malinche. Malinchismo seguirá siendo el vicio de aquellas oligarquías nativas que desde tiempos históricos se hicieron cómplices de la entrega y el saqueo. Las mismas que hoy ocultas tras la verborragia progresista, facilitan los objetivos de privilegio de los grupos dominantes de poder.
“La conquista continúa” es el título del jugoso libro de Chomsky a través del cual nos hace un extenso muestreo histórico acerca de cómo, quién, y de qué forma, se prolonga hoy el asedio y la ocupación. El mismo Sartre habría acusado a los nuevos amos del siglo XX de ser los continuadores de la misma filosofía opresora que antes criticaron: “Ustedes tan liberales, tan humanos, que llevan al preciosismo, el amor por la cultura, parecen olvidar que tienen colonias y que allí se asesina en su nombre. Hay que afrontar un espectáculo inesperado: el striptease de nuestro humanismo. Helo aquí desnudo y nada hermoso. No era sino una ideología mentirosa, la exquisita justificación del pillaje”. “El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos. Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas, eso hace irrefutable su testimonio”.
El exterminio de los pueblos originarios, que sigue teniendo poca y mala prensa se llevó la vida de cuarenta millones, treinta, sugieren otros, o más o menos; en la vacilación de los números queda demostrada la cara más brutal del genocidio. ¿Alguien se atrevería a contar los despojos que dejaron las políticas neoliberales de los últimos treinta años? ¿Hubiera sido posible tamaña entrega sin la existencia del malinchismo?
Gabino Palomares, como pocos poetas, expresa en su canción la continuidad de una conquista que no solo no ha terminado, sino que extiende sus tentáculos en un intento por profundizar la dominación y el atraco a nuestros pueblos:

Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran los hombres barbados
de la profecía esperada.

Se oyó la voz del monarca
de que el Dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado.

Iban montados en bestias
como demonios del mal
iban con fuego en las manos
y cubiertos de metal.

Sólo el valor de unos cuántos
les opuso resistencia
y al mirar correr la sangre
se llenaron de vergüenza.

Porque los dioses ni comen,
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.

En ese error entregamos
la grandeza del pasado
y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos.

Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura
nuestro pan, nuestro dinero.

Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo.

Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos.

Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra.

Tú, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.

¡Oh, Maldición de Malinche!
¡Enfermedad del presente!
¿Cuándo dejarás mi tierra?
¿Cuándo harás libre a mi gente?

¿Quiénes son los guardianes de la historia?, se pregunta Chomsky. Y responde: “Los historiadores, naturalmente. Las clases educadas, en general. Parte de su trabajo es la de conformar nuestra visión del pasado de manera que sostenga los intereses del poder presente. Si no lo hacen así, serán probablemente marginados de una manera o de otra".
También enseña Chomsky que para salir de cualquier modo de mentira y opresión “no deberíamos estar buscando héroes, deberíamos estar buscando buenas ideas”. Sumar a Malinche en este collage de octubre puede dejarnos al margen de la historia oficial, pero sin duda, será una buena idea sumar tinta a esa otra historia que aún nos debemos.