viernes, 3 de septiembre de 2010

Los chicos están hablando: Quien pueda oír que oiga.

(174) 3 de setiembre de 2010

Estalló la reacción estudiantil en la ciudad de Buenos Aires. Quien pueda oír que oiga. 23 escuelas tomadas durante más de dos semanas. “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”, grita un cartel. En la comuna más rica del país, sigue habiendo edificios escolares que se caen a pedazos, lo mismo que las sinrazones de un gobierno que jaqueado por su ineficiencia e irresponsabilidad política echó mano de las peores herramientas de la tradicional derecha del país. El mismísimo ministro de ¡Educación! Esteban Bullrich apeló a una circular para sugerirles a los directivos que elaboraran un listado de los estudiantes que tomaron los colegios y lo presentaran en la comisaría. Después intentó aclarar y terminó oscureciendo todo. Dijo que fue mal interpretado, que solo quería proteger a los chicos de infiltrados y cuidar los edificios destruidos. Tarde se acordó y mal.
Los muchachos y las chicas saben lo que quieren, por eso son contundentes y el movimiento que impulsan nos exige rastrear la historia para encontrar precedentes que se le aproximen. Reclaman derechos básicos: mayor presupuesto para la educación, mejoras edilicias, más viandas y becas. “Todos o ninguno”, dice una de sus consignas. Exigen puntualmente la simple y llana ejecución de partidas, que los funcionarios cumplan con lo que prometieron, que hagan bien su trabajo, o sencillamente que trabajen.
Esta lucidez contrasta con las patéticas reacciones de un gobierno que fue sumando por cada día una cadena de horrores y torpezas: listas negras, amenazas con que las clases en las escuelas tomadas podrían finalizar el 24 o el 30 de diciembre o incluso retomarse en febrero, que los alumnos tendrían problemas para inscribirse en universidades y que los participantes de las tomas pasarían a otros establecimientos para terminar el ciclo lectivo. El mismo jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aseguró que los promotores de las tomas de escuelas “están identificados” e integran agrupaciones vinculadas con “sectores del chavismo en la Argentina y la agrupación La Cámpora”. Un bochorno. Agotadas todas las cartas autoritarias se disfrazaron de dialoguistas. No deberíamos sorprendernos aunque sí indignarnos. Sucede sencillamente que la derecha nacional tiene nuevos rostros, pero las mismas ideas. Todo muy PRO.
Entonces después ya se sabe, las pantallas de la TV, y todo ese batallón de periodistas alcahuetes, se cansaron de fogonear sobre el tema llevando al extremo la lógica del ministro. Que cómo puede ser que estén tomando 22 colegios unos pibes y pibas entre 15 y 17 años; que ese Ramal es hijo del dirigente del Partido Obrero, que ya los tenemos identificados a los agitadores... El periodista olvida, no casualmente que el PO, mal que le pese, es un partido legal, con un gran peso sindical y en el movimiento de desocupados. Olvida también aquello de Camus cuando decía que “la estupidez insiste siempre”. Pero todo vale a la hora de estigmatizar. Los adolescentes son etiquetados, osan pensar, cuestionar, reclamar.
“Todo está bien, había dicho el ministro, menos la toma de escuelas”
En realidad debió haber dicho, todo está mal salvo la toma de las escuelas. Esto quedó demostrado en las cuatro horas en que vana y torpemente intentó rendir cuentas frente a diputados de la oposición, alumnos, padres y docentes. Al hombre no se le cayeron dos ideas creíbles. Salió bochado por donde se lo mire. En ese tiempo, escuchó críticas de todo tipo.
En medio de este mamarracho pro, resulta alentador ver la dignidad de estos chicos acompañados muchos de ellos por sus padres, sus profesores. Es alentador, digo, y responsable, ya que en este país, tener razón y querer ejercerla sigue siendo peligroso.
Luther King decía que “la verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente”. Los chicos están hablando. Quien pueda oír que oiga.

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