(171) sábado 14 de agosto de 2010
Cuando estudiaba filosofía alguna vez quedé atrapado por el llamado falso dilema o falacia del tercero excluido. Se trata de una trampa lógica en la que se afirma que dos puntos de vista son las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. “¿Reelegirá usted al partido en el gobierno o dará alas a la derecha?” “¿Está usted con nosotros o con las fuerzas del mal?”.
Falsa dicotomía, falsa oposición, que a veces puede servir como un primer y provisorio esquema de interpretación, pero que a la hora de ser una herramienta para pensar la realidad en toda su complejidad la empobrece y la reduce a un torpe garabato.
La semana pasada la militancia empresaria produjo dos reuniones llamativas, indudablemente ligadas entre sí. Una fue pública y abundantemente difundida: la de los popes de la Asociación Empresaria Argentina con los de la Unión Industrial Argentina. Parece que hablaron de seguridad jurídica, calidad institucional y negocios. ¿De qué otra cosa podrían hablar estos tipos?
La otra reunión fue algo más secreta, aunque no tanto. Al menos fue de noche, esa hora en que todos los gatos son pardos. Allí se juntaron los dirigentes peronistas Duhalde, Solá, de Narváez y Reutemann, junto con Macri. La cena fue organizada por Magnetto, en su propia casa.
En ambas reuniones quedó clara la centralidad de Magnetto, su poder- no cualquiera junta a esta gente- y su protagonismo cada vez menos sutil.
Un dato nada secundario: en ambos encuentros el campo y la Iglesia quedaron afuera. Simbólico. La derecha nacional empresarial y política pareciera tener necesidad de tomar “cierta” distancia de estas instituciones. El torpe discurso de Biolcatti en La Sociedad Rural lo dejó en alguna medida al margen, no digo del poder político real, pero si de lo políticamente presentable o correcto. Otro tanto le pasó a la Iglesia que hizo gala del más torpe fundamentalismo en el debate por la ley de matrimonio entre iguales. Así y todo hay que dar por descontado que ideológicamente tanto la dirigencia campestre como la eclesial trabajan para la misma vereda por la que circula Magneto con sus amigotes de turno.
Hasta aquí un polo de esta realidad: la derecha, tal vez en su versión más grotesca. ¿Sucederá que desacostumbrada a las reglas democráticas, amiga y promotora de cuanto golpe hubo en el país, ahora tira manotazos de ahogados? ¿O simplemente se agazapa para no perder ni un solo centímetro de poder? Las alianzas de estos días, ¿son una muestra de fortaleza o más bien de debilidad o desesperación?
Seguramente temen a la continuidad de algunas de las políticas de lo que aparece claramente como el otro polo, el kirchnerismo, que para ellos significa una amenaza a sus intereses. Es decir, esta gente se opone al gobierno por lo que él puede tener de bueno o acertado. Siguen pensando en un retorno de la triste y larga noche neoliberal con las privatizaciones, apertura económica y desregulaciones que destrozaron al país.
De esta manera el escenario político nacional a grandes trazos queda montado sobre una falsa dualidad, un gobierno con algunos rasgos progresistas que tiene a su derecha a esta dirigencia parasitaria. En este marco es difícil percibir cómo esa derecha en algo coincide con el gobierno, aunque sea parcialmente. Coincide en pensar que se puede acabar con la pobreza y hacer justicia sin tocar la estructura de la propiedad, o sea, sin modificar las relaciones básicas de poder. La diferencia está en que el gobierno quiere distribuir de alguna manera, repartir un poco, y ellos, insaciables, solo quieren apropiarse de todo.
¿Qué queda a la izquierda de este mapa? Poco y nada, al menos dentro de esta lógica dual. En la realidad, sin embargo, pueden verse algunas agrupaciones sociales, partidarias, o movimientos de base, que critican al modelo y entienden que las políticas centradas en el combate a la pobreza en definitiva buscan evitar el conflicto y anular las presiones que surgen desde las bases para que sólo existan sujetos estatales o empresariales que compensen y profundicen el modelo neoliberal. Por poder real y por ese esquema del tercero excluido no queda demasiado lugar para estos protagonistas con pensamientos alternativos.
Por estos días, Zibechi, valioso pensador y activista uruguayo, en sintonía con estas ideas, afirmaba que el modelo neoliberal en los países de América Latina ha mutado su perfil: se ha volcado a la apropiación de los bienes comunes. Y se ha profundizado a través de la minería transnacional a cielo abierto, los monocultivos de soja, caña de azúcar y palma, y del complejo forestación-celulosa. Su estrategia consiste en apropiarse del agua y de la tierra reduciendo la naturaleza a mercancías exportadas a los países poderosos que mandan y determinan políticas de todo tipo.
Desde esta mirada pueden surgir algunas preguntas, ¿Cuánto tiene de progresista el kirchnerismo? ¿A quién conviene esta especie de polarización bipartidaria expresada en términos de derecha vs gobierno como expresión y síntesis de toda alternativa transformadora? Cierto disciplinamiento de las voces progresistas que ha logrado este gobierno, ¿no termina dando sustento a ese engañoso dualismo? ¿Podemos ignorar que cada vez que lo creyó necesario el peronismo se encargó de restaurar las relaciones de dominación capitalistas? ¿No nos está faltando una mirada superadora de esta falsa dicotomía?
Decía Enrique Jardiel Poncela, “La verdad se parece mucho a la falta de imaginación”.
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