sábado, 25 de septiembre de 2010

Diferencia y similitud entre un gato y un mentiroso

(177) Viernes 24 de septiembre
“La gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”, decía Mark Twain.
¿Cuántas vidas tiene la mentira neoliberal? ¿Son muchos o pocos los que siguen creyendo en ese modelo de sociedad que gira en torno a las privatizaciones, la apertura económica y las desregulaciones, con sus falsas promesas del vaso derramado que alcanzará a los pobres? ¿Cuántos todavía piensan que el achique del estado es la grandeza del país? Nuestro presente pareciera estar asistiendo al funeral de estas ideas. Sin embargo, ¿hasta dónde está muerto este difunto? ¿No estaremos buscando entre los muertos al que está vivo? Volvamos a Marx Twain y preguntémonos, ¿cuántas vidas tiene el neoliberalismo?
Un lugar de análisis político común diría que el neoliberalismo en Argentina murió con Menem y fue enterrado con De la Rúa, y que la derecha que hoy irrumpe aglutinada en ese mamarracho opositor al gobierno vendría a ser un retorno de los muertos vivos. Dentro de esta lógica el gobierno sería la principal y casi única instancia superadora de ese pasado tenebroso y quien se lleva el mérito de dejar al desnudo los mezquinos intereses de los grandes grupos económicos y las corporaciones históricamente aliadas a ellos.
Pero vayamos despacio. “Si se despedaza una mentira, decía O´Neill, los pedazos son la verdad”. Hoy corremos ese riesgo. Sería necio y miserable no reconocer que este gobierno ha dado pasos significativos en torno a la distribución de la riqueza y del poder real y simbólico.
Sin embargo hay fotos que duelen y son algo más que un accidente o un hecho aislado de la política. Particularmente hay una instantánea que presenta a nuestra Presidenta compartiendo una reunión social con los directivos de la megaminera Barrick Gold en Toronto, que duele. Y duele justamente por lo simbólico y por lo que implica como realidad concreta. La Barrick es una compañía con millonarias inversiones mineras, fundada por Peter Munk con dinero del principal traficante de armas del mundo Adnan Kashogui, que explota nuestros recursos naturales mediante técnicas completamente contaminantes a cielo abierto en zonas que deberían estar protegidas, desarrollando una verdadera depredación de la naturaleza. ¿Es necesario recordar que esta contaminación de tierras y napas además de destrozar medio ambiente, flora y fauna a un nivel que demandaría más de 100 años para su recuperación, produce enfermedades terminales como el cáncer, entre otras? En lo político económico estas empresas con impuestos irrisorios y cancha libre significan simple y llanamente fuga de capitales y ganancias fuera del país.
Tanto el modelo agropecuario y la minería que comenzó a instalarse a fines de la década pasada afectaron a campesinos pobres y pueblos originarios, un sector silenciado y ubicado en las antípodas de la Mesa de Enlace.
Con esto estamos diciendo que el modelo neoliberal en gran medida sigue funcionando, se ha travestido, disfrazado, volcando su actividad hacia la explotación y apropiación de los recursos naturales. Ya no necesita el desguace de los estados nacionales ni la precarización del trabajo y sus leyes. La tarea ya quedó hecha. Ahora el centro de atención ha virado.
El neoliberalismo se licua como el mercado, es volátil, sutil, etéreo.
Nuestro crecimiento económico basado en exportaciones de commodities y minerales, ¿no termina siendo una especie de reprimarización de la estructura productiva del país que nos sigue haciendo a corto y largo plazo dependientes? Pensemos en quienes siguen recibiendo los mayores beneficios de este modelo económico. ¿Será casual que los bancos que hace 10 años cerraban sus puertas tengan hoy las mayores ganancias de su historia?
Pero no es solo la política de recursos naturales el agujero negro de este gobierno. Merecen un párrafo aparte los que se siguen llevando todo con la venta de los productos que produce el "campo", la vieja y poderosísima casta exportadora (Cargill, Dreyfus, Bunge…). También la agroindustria y todos los laboratorios de agroquímicos (Monsanto, Bayer…). E incluso los pools sojeros que vertiginosamente se instalan para quedarse con las más jugosas ganancias de esta patria sojera con el consiguiente aniquilamiento del suelo.
Preguntas: ¿No estamos ante una política concebida como simple gestión de negocios? ¿Cuál es el protagonismo real de las bases en las grandes decisiones del gobierno? ¿Qué construcción de poder es este en el que el pueblo no interviene ni se expresa, ni se reúne, ni declara? ¿No es ese protagonismo popular el mayor garante de estar lejos de cualquier autoritarismo y a un mismo tiempo el mejor antídoto para el desentierro de las nefastas recetas neoliberales? La verdad del neoliberalismo de los 90 criticada por el oficialismo como si él nada tuviera que ver, ¿no es una narración demasiado tardía en la que no se termina de hacer cargo de sus propios errores, los de ayer y los de hoy? Quien espera a contar la verdad cuando no hay otra salida, ¿no está rozando la mentira?
Si bien siempre seguirá teniendo vigencia el esquema "oligarquía contra el pueblo", ¿no queda reducido tal esquema a una excusa para justificar un apoyo incondicional al gobierno, retirando a un mismo tiempo cualquier presión para que el mismo profundice los cambios que estamos reclamando? ¿Será tan cierto que decir estas cosas es hacerle el juego a esta burda derecha opositora? ¿No necesitamos empezar a mirar el medio vaso vacío para que nadie lo llene de basura?
Sí, “la gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”. Lo que tienen de parecido, es que siempre caen parados.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Ricardo Fort: la fiesta aun continúa

(176) Viernes 17 de septiembre de 2010
Al tipo le sobran músculos. También tatuajes, piercings, y cirugías estéticas desde la pera hasta la punta del pie. Su jopo, y una mandíbula precisa le dan ese aire de superhéroe que tienen los comics. Lo acompaña un grupo de gatas y gatos que él banca para que juntos pasen una vida divertidísima. Algunos guardaespaldas secundándolo le otorgan cierto halo de supremacía. Puede mostrar sus botas de U$S2.500 compradas en EE.UU como un Rolex de oro y brillantes, traído de Las Vegas. ¡Quién no quisiera tener una vida como la de Ricardo Fort, dijo Alejandro Fantino, y ser famoso como él! El filósofo de América TV olvidó que si todos son famosos en realidad nadie lo es. Justamente por ahí anda el tema. La fama por la fama. Ya no como la consecuencia o el medio para promover una propuesta artística, deportiva, ideológica... Da lo mismo ser Teresa de Calcuta, Chomsky, Graciela Alfano o Ricardito para ser famoso. El contenido es lo de menos, lo que vale es el envase. Dostoievski dijo alguna vez que cualquiera podía hacerse famoso en cualquier momento. Entonces desde ese podio que cada día instala la TV puede decirse lo que venga y si fuera el caso bailar, cantar, llorar, y sobre todo cagarse de risa de cómo le sonríe la vida para los famosos.
Estos ídolos, sospechará alguno, son estrellas fugases, brillan y desaparecen. Lo mejor sería no darles importancia. Fidel Pintos decía que “un actor es un señor que hoy come faisán y mañana se come las plumas”.
No parece ser ese el destino de Fort en razón de lo que él simboliza. Fort es el ícono de una cultura, de una corriente social que aunque agoniza quiere revivir. No es casual que se haya declarado nostálgico del menemismo. Cuando Menem en el ‘89 decía que iba a gobernar para “los niños pobres que tienen hambre y los niños ricos que tienen tristeza”, Ricardito tenía 20 años. Su padre, Carlos, llevaba décadas manejando la fábrica. Don Carlos ya no está. Menem sólo hizo felices a los niños ricos, y Richard sigue disfrutando la fortuna que día a día genera la explotación de cientos de trabajadores. Cuando afirma “hice la plata a puro pulmón”, no miente. Lo que no dice es con el pulmón de quiénes y cuántos hizo la fortuna que tiene en Almagro produciendo “delicias” como Jack, (¿una alusión al destripador?) Paragüitas o Cereal Fort. Allí fueron despedidos cientos de obreros gracias a los contratos basura y la flexibilización vigente de aquellos tiempos que justamente él añora. A Fort le resulta mucho más dulce este presente mediático que su fábrica de chocolates.
Allí despliega esa caricatura grotesca y decadente de la cultura neoliberal como frivolización de la vida y egolatría extrema. Eso es exactamente Fort. Decir que su figura evoca al hombre de Neanderthal es una apreciación demasiado externa e injusta. Ricardo podrá ser cualquier cosa menos inocente.
Ya por los años ochenta el filósofo francés Gilles Lipovetsky bosquejaba la idea de una cultura del neonarcisismo que promovería un nuevo estadío para las sociedades. Allí el individuo se iría desentendiendo de los lazos y valores sociales que otorgaban contenido a su rol en comunidad para pasar a estar centrado en sí mismo, en sus logros personales, en su mismísimo cuerpo.
Fort es la despolitización y el retiro de los sujetos de la “cosa pública”, la negación del otro como sujeto de derecho, la banalidad del mal. Lo preocupante es que su figura en vez de provocar indignación en muchos, al menos, genera admiración. Por eso tiene impunidad para decirnos en la cara que no le alcanza con dos vidas para gastar toda la plata que tiene.
A veces uno sueña con que ciertos modelos quedaron definitivamente sepultados en las políticas económicas de la dictadura y los proyectos neoliberales de la democracia. Pero ahí están los músculos y tatuajes de Fort para despertarnos y recordarnos que la fiesta aun continúa.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Retratos para un 11 de setiembre

10 de setiembre de 2010 (175)

11 de setiembre: los invitamos a ingresar a una galería imaginaria de fotos de maestros. Algunos cuadros se verán borrosos porque pertenecen a otro tiempo y geografía. Otros son bien nuestros y contemporáneos. La muestra no pretende ser completa o rigurosa. Seguramente faltarán imágenes. Algunas se están revelando. Es que no hay un único modo de ser maestro. Esta sucesión de retratos, casi antojadizos, con sus analogías o comparaciones, tratará de aproximarnos a una pregunta esencial: ¿qué significa ser maestro?

Foto 1: El maestro como partero
“Ayuda a dar a luz” creando las condiciones para que venga la vida. No trae la vida desde afuera. La saca desde las entrañas del otro. Como Sócrates. La educación pensada como una construcción del que se educa. El maestro extrayendo lo valioso que habita en nuestro interior, asistiendo, ayudando, acompañando siempre desde afuera. Él mismo, cuando llega el momento, planifica su propia extinción, consciente de que esas otras vidas nunca le pertenecieron del todo.

Foto 2: El maestro apóstol: sembrador o pastor
Ahí está la semilla para que germine. Educar es cultivo, labranza. La cosecha como horizonte para recoger frutos.
Ahora aparece un rebaño buscando protección, orientación. A lo lejos se ve a la oveja descarriada o perdida. En la imagen no se ve al lobo, pero todos sabemos que siempre el lobo está.
Este collage puede significar un gran desenfoque: las personas no somos ni semillas ni rebaños. Nuestra libertad rompe con esa lógica estática que torna al mundo previsible. Además el maestro puede quedar reducido a un mero guardián de la moral. Maestro como salvador, como apóstol altruista en un mundo irreal…

Foto 3: El maestro artesano o escultor
Aquí el maestro talla, da forma, esculpe, quita lo que sobra para que quede sólo su esencia.”Este chico es de buena madera”, parece decir, “aquel no”: “Lo que natura no da Salamanca non presta”. Dudoso su martillo y su espátula.

Foto 4: El maestro faro o brújula
Este maestro guía, orienta, es un punto de referencia, una flecha, un camino a seguir. Como timonel que vislumbra los peligros, abre rutas, a veces a la aventura, otras al tedio.

Foto 5: El maestro anfitrión que ofrece un banquete
La mesa está puesta. Enseñar es como dar de comer, ofrecer un menú variado que respete los ritmos y apetitos de los invitados. Buen provecho. Si gusta…

Foto 6: El maestro como actor
“El mundo entero es un escenario, decía Shakespeare, y todo hombre y mujer simples actores. Cada quien con sus salidas y sus entradas, cada quien a su tiempo en muchos papeles.”
Arriba el telón. Sale el maestro a escena: su palabra, sus gestos, su cuerpo… Del drama a la comedia. ¿Y los alumnos? ¿Espectadores expuestos al riesgo de quedar atrapados por los accesorios del espectáculo y el vano narcisismo de quien solo busca aplausos?

7-El maestro como ladrón del fuego
Prometeo había arrebatado el fuego a los dioses. Desde entonces el hombre fue Dios y Dios descansó. Chispa, sol, es el fuego liberador que el maestro trae, como democratización del saber, como ruptura de hegemonías. Bueno es recordar aquí el final de Prometeo.

8-El maestro como puente
El maestro aparece aquí como mediador, poniendo en contacto realidades distantes o extrañas; un facilitador, un instrumento para la comunicación, un canal. Es la foto del maestro como negociador de heterogeneidades. Inquietante foto ésta.

9-El maestro ese guardián de la tradición
En este retrato el maestro luce como custodio de esos valores proclamados como esenciales por la comunidad. Su tarea será conservar, mantener vivo aquello que fácilmente olvidamos. Un juego peligroso que lo deja a las puertas de ser el carcelero de la tradición.

10-El maestro como oráculo
Este maestro no busca respuestas sino preguntas. Al modo del oráculo ofrece pistas, leves sugerencias; nunca soluciones, ni respuestas armadas o prefabricadas. Prefiere afirmar la duda, haciendo complejo aquello que parecía simple.

Una última foto colectiva nos interpela… allí hay cientos, miles de maestros. Algunos aunque aparecen fuera de foco se los intuye presentes. Sus miradas parecen preguntarnos cómo salimos de esa trampa cotidiana de una escuela que demanda máximos esfuerzos con recursos cada vez más limitados. Algunos parecen ausentes, otros, proyectados hacia un futuro. Se ven rostros queridos que hablan de una escuela generadora de cambios, respetuosa de los derechos de nuestros pibes. Trabajadores de la Educación exigiendo mejores condiciones para enseñar y aprender, desandando fragmentaciones y desigualdades. Luchan para que la Educación sea Política de Estado.
La galería está incompleta. Faltan fotos. Hay marcos vacíos, más de 600, la de los maestros argentinos detenidos, desaparecidos. No los olvidamos, pero no están. Tampoco están Francisco Isauro Arancibia, Teresa Rodriguez, Carlos Fuentealba… Su ausencia nos sigue hablando de la esperanza como pasión por lo posible, de la necesidad de habitar los propios sueños y caminar hacia ese lugar al que aún no hemos llegado, y alcanzar a ser lo que nunca fuimos.
Salgamos de la muestra.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Los chicos están hablando: Quien pueda oír que oiga.

(174) 3 de setiembre de 2010

Estalló la reacción estudiantil en la ciudad de Buenos Aires. Quien pueda oír que oiga. 23 escuelas tomadas durante más de dos semanas. “Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”, grita un cartel. En la comuna más rica del país, sigue habiendo edificios escolares que se caen a pedazos, lo mismo que las sinrazones de un gobierno que jaqueado por su ineficiencia e irresponsabilidad política echó mano de las peores herramientas de la tradicional derecha del país. El mismísimo ministro de ¡Educación! Esteban Bullrich apeló a una circular para sugerirles a los directivos que elaboraran un listado de los estudiantes que tomaron los colegios y lo presentaran en la comisaría. Después intentó aclarar y terminó oscureciendo todo. Dijo que fue mal interpretado, que solo quería proteger a los chicos de infiltrados y cuidar los edificios destruidos. Tarde se acordó y mal.
Los muchachos y las chicas saben lo que quieren, por eso son contundentes y el movimiento que impulsan nos exige rastrear la historia para encontrar precedentes que se le aproximen. Reclaman derechos básicos: mayor presupuesto para la educación, mejoras edilicias, más viandas y becas. “Todos o ninguno”, dice una de sus consignas. Exigen puntualmente la simple y llana ejecución de partidas, que los funcionarios cumplan con lo que prometieron, que hagan bien su trabajo, o sencillamente que trabajen.
Esta lucidez contrasta con las patéticas reacciones de un gobierno que fue sumando por cada día una cadena de horrores y torpezas: listas negras, amenazas con que las clases en las escuelas tomadas podrían finalizar el 24 o el 30 de diciembre o incluso retomarse en febrero, que los alumnos tendrían problemas para inscribirse en universidades y que los participantes de las tomas pasarían a otros establecimientos para terminar el ciclo lectivo. El mismo jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aseguró que los promotores de las tomas de escuelas “están identificados” e integran agrupaciones vinculadas con “sectores del chavismo en la Argentina y la agrupación La Cámpora”. Un bochorno. Agotadas todas las cartas autoritarias se disfrazaron de dialoguistas. No deberíamos sorprendernos aunque sí indignarnos. Sucede sencillamente que la derecha nacional tiene nuevos rostros, pero las mismas ideas. Todo muy PRO.
Entonces después ya se sabe, las pantallas de la TV, y todo ese batallón de periodistas alcahuetes, se cansaron de fogonear sobre el tema llevando al extremo la lógica del ministro. Que cómo puede ser que estén tomando 22 colegios unos pibes y pibas entre 15 y 17 años; que ese Ramal es hijo del dirigente del Partido Obrero, que ya los tenemos identificados a los agitadores... El periodista olvida, no casualmente que el PO, mal que le pese, es un partido legal, con un gran peso sindical y en el movimiento de desocupados. Olvida también aquello de Camus cuando decía que “la estupidez insiste siempre”. Pero todo vale a la hora de estigmatizar. Los adolescentes son etiquetados, osan pensar, cuestionar, reclamar.
“Todo está bien, había dicho el ministro, menos la toma de escuelas”
En realidad debió haber dicho, todo está mal salvo la toma de las escuelas. Esto quedó demostrado en las cuatro horas en que vana y torpemente intentó rendir cuentas frente a diputados de la oposición, alumnos, padres y docentes. Al hombre no se le cayeron dos ideas creíbles. Salió bochado por donde se lo mire. En ese tiempo, escuchó críticas de todo tipo.
En medio de este mamarracho pro, resulta alentador ver la dignidad de estos chicos acompañados muchos de ellos por sus padres, sus profesores. Es alentador, digo, y responsable, ya que en este país, tener razón y querer ejercerla sigue siendo peligroso.
Luther King decía que “la verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente”. Los chicos están hablando. Quien pueda oír que oiga.

Las siete palabras

(173) 27 de Agosto de 2007

Nunca hubieran salido en la foto, porque la historia de los hombres se parece a un collage de personajes privilegiados, distinguidos. Jamás podrían haber entrado en la historia oficial, esa que cuenta las dudosas hazañas de héroes individuales. Seguirían siendo sombras en el fondo de la tierra, en lo hondo de un socavón.
Desde ese lugar vino el mensaje de vida que sacudió al mundo por estos días: “Estamos bien en el refugio los 33.” Las siete palabras fueron escritas con tinta roja en un viejo papel. Ellas desataron en Chile y en gran parte del mundo un festejo estremecedor. Esas palabras venían a gritarle al mundo que estaban vivos, que los treinta y tres mineros atrapados en la mina San José, desde la tarde de aquel 5 de agosto, habían sobrevivido al derrumbe. Un triunfo sobre la insuficiencia de aire, la poca agua, la nula alimentación, la oscuridad, el miedo y el silencio. Más de dos semanas solos en las profundidades de la montaña, y en el momento justo en que las esperanzas caían y el trabajo de la policía y las fuerzas de rescate parecían acorraladas las cadenas anunciaron “¡Están vivos!”. Una sucia hoja de cuaderno pasó de mano en mano, luego fue atada hábilmente por uno de los mineros a la sonda que hizo contacto con el refugio donde se sabe ahora están guarecidos. Estamos vivos decían ellos, a más de 700 metros de profundidad, solo con siete palabras. Caprichos de la historia, también cuentan que fueron siete las palabras que dijo Jesús desde la cruz.
(De todas maneras a la euforia de las primeras horas le está siguiendo un período de tensísima espera ya que calculan que los operativos de rescate pueden llevar más de cuatro meses. Un verdadero calvario.)
“No queríamos que a nuestros compañeros les pasara lo mismo que a los mineros en México", señaló un obrero que trabaja en el rescate, refiriéndose a la tragedia de una mina en México, donde 65 trabajadores perdieron la vida en febrero de 2006 sumándose a la inmensa lista de sepultados por las montañas.
(Estas pérdidas de vida no son para nada casuales, ni accidentales. El sistema todo lo mercantiliza, hasta las vidas. Nada tiene valor, todo tiene precio. ¿Qué vale un hombre, un obrero? La cosa viene desde lejos: Ya lo decía el canto popular

Aunque mi amo me mate
a la mina no voy
yo no quiero morirme
en un socavón.
Don Pedro es tu amo,
él te compró.
Se compran las cosas,
los hombres no.)


Un dato proporcionado por el ingeniero de minas Omar Gallardo señaló que los refugios en las minas están hechos contra incendios, por lo que tienen raciones de comida para no más de dos jornadas y hay agua y oxígeno solo para pocos días. El ingeniero calculó que los mineros estaban en oscuridad total, pero deben haber administrado sus recursos para sobrevivir los más de 20 días que llevan atrapados. Conmovedor por dónde se lo mire. Con menos recursos que los indispensables para vivir, sobrevivieron. ¿En dónde estuvo el secreto de este “milagro”? ¿Cómo pudieron? Algunos expertos aseguran que esto ocurrió gracias a que la mina al hundirse generó bolsones de aire que permitieron la respiración de los trabajadores. No lo sabemos. Pero nadie puede negar que a estos mineros los salvó la palabra, la de ellos. Esa palabra que comunica y dice estoy, existo, te siento, te descubro. Palabra plural y solidaria que abraza y crea el encuentro. En estos tiempos de aislamiento e individualismo, nos viene desde el corazón de la tierra este mensaje conmovedor de los mineros: el hombre se salva si comparte, si es capaz de abrir su vida al otro, si entiende que es necesario superar cualquier forma de egoísmo, si descubre el sentido profundo de las palabras y para qué fueron hechas. La palabra tan devaluada, tan manoseada, bastardeada y al servicio de encubrir el pensamiento y ocultar las peores intenciones. La palabra que miente, que esconde, que condena.
Mientras hilvano estas ideas no puedo dejar de pensar en ese papel que pasó arrugadito de mano en mano escrito por los mineros. Pienso en las palabras que podrían salvarnos, a nosotros, digo. Podrían salvar muchas vidas, me parece, se me ocurre, si llegaran a tiempo…
Dice Galeano que “Hace unos 300 mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras...”

Casi como insectos

(172) 20 de agosto de 2010

En pocos días nuestra ciudad será escenario de un montaje espectacular. Decenas de cámaras nos vigilarán prometiéndonos ese nuevo cielo o paraíso llamado seguridad. Vigilancia y control permanente ejercida por fuerzas en manos del Estado, y negociadas por un mercado que se frota las manos ante nuestro miedo.
Uno de los más lúcidos ensayos sobre el poder del siglo XX pertenece al francés Foucault, justamente se llama “Vigilar y castigar”. Foucault sitúa a la Europa de finales del siglo XVIII y principios del XIX como el momento fundacional de una nueva sociedad, la disciplinaria. Este poder inaugura un castigo silencioso que opera con la finalidad de producir cuerpos domesticados y conciencias sujetadas.
El autor habla allí del poder pastoral del Estado que tiene hoy un poder parecido al del Medioevo con su concepción quietista, inmovilizadora, que frena, moldea, adormece, y nos convence para mantenernos tranquilos y controlados.
La teoría de Foucault es brillante: sostiene que la razón existe al costo de segregar la locura, de la misma manera que el orden social existe al precio de encerrar a quien delinque. La razón y el orden social quedan en el centro del saber y el poder pasándole boleta a la locura y la delincuencia. Es decir, podemos estar tranquilos, los locos están encerrados y los delincuentes presos. Manicomio y cárcel como garantía de que todo está bien. Loquero y prisión para que el poder tenga cancha libre. La gobernabilidad, que se configura a través de lo político económico, necesita de la seguridad como premisa.
Lo extraordinario de esta imputación es sostener que la razón no existiría si no hubiera manicomios, y el orden legal si no hubiera prisiones. Foucault da vuelta la tortilla: la locura no es lo contrario, lo otro, de la razón, sino una de sus caras. Los locos al manicomio, y los delincuentes a la cárcel para que la sociedad funcione. Hagamos más manicomios y por supuesto muchas cárceles, como quiere Duhalde, para garantizar el orden. Pero, ¿qué orden? El orden que determina el poder. ¿Y para qué? Para ocultar que los delincuentes más peligrosos, los de guante blanco, no solo estarán libres sino que además serán quienes sigan imponiendo las reglas del juego.
Foucault luego da un paso más y desnuda cómo el sistema antes de castigar prefiere vigilar, no porque sea más humanitario, sino porque es más barato. El panóptico, esa gran torre desde donde todo se controla ya es historia. Las cámaras de video lo tornaron obsoleto y casi ingenuo. Sesenta cámaras en cuestión de horas estarán rastreando nuestros pasos.
Algunas preguntas: ¿No significa una derrota de parte del estado tener que vigilar de este modo a sus ciudadanos? ¿No deja al desnudo algo que no hizo o hizo muy mal? ¿A quién van a vigilar? Afinemos la pregunta, ¿A quién pretenden vigilar? ¿Podemos ignorar que nuestras cárceles están repletas de los pobres que este sistema fabrica y después expulsa?, ¿No hay una alta dosis de hipocresía cuando se sospecha que el delito solo está en la calle? La devastación brutal que significó la última dictadura, el neoliberalismo peronista y radical, ¿no son la consecuencia de lo que cocinaron en pactos espurios a espaldas del mismo pueblo que hoy soporta ser vigilado en las calles nada menos que por muchos de ellos?, ¿Hace falta advertir cómo estas cámaras han sido usadas en el mundo para control y represión política de cuanta manifestación popular pretendió interpelar al sistema? ¿Quién nos va a cuidar de los que dicen cuidarnos? ¿Qué lugar ocupará la policía, institución seriamente comprometida con el delito que más que garantía de seguridad, es causa directa de su agravamiento?
En pocos días seremos mirados, observados, casi como insectos. La mirada como tarea universalizada y momento de reproducción del poder y del saber. Un momento por excelencia de un presente que disfrazado de progreso se ha tornado sutilmente prepotente y autoritario.

La imaginación excluida

(171) sábado 14 de agosto de 2010

Cuando estudiaba filosofía alguna vez quedé atrapado por el llamado falso dilema o falacia del tercero excluido. Se trata de una trampa lógica en la que se afirma que dos puntos de vista son las únicas opciones posibles, cuando en realidad existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. “¿Reelegirá usted al partido en el gobierno o dará alas a la derecha?” “¿Está usted con nosotros o con las fuerzas del mal?”.
Falsa dicotomía, falsa oposición, que a veces puede servir como un primer y provisorio esquema de interpretación, pero que a la hora de ser una herramienta para pensar la realidad en toda su complejidad la empobrece y la reduce a un torpe garabato.
La semana pasada la militancia empresaria produjo dos reuniones llamativas, indudablemente ligadas entre sí. Una fue pública y abundantemente difundida: la de los popes de la Asociación Empresaria Argentina con los de la Unión Industrial Argentina. Parece que hablaron de seguridad jurídica, calidad institucional y negocios. ¿De qué otra cosa podrían hablar estos tipos?
La otra reunión fue algo más secreta, aunque no tanto. Al menos fue de noche, esa hora en que todos los gatos son pardos. Allí se juntaron los dirigentes peronistas Duhalde, Solá, de Narváez y Reutemann, junto con Macri. La cena fue organizada por Magnetto, en su propia casa.
En ambas reuniones quedó clara la centralidad de Magnetto, su poder- no cualquiera junta a esta gente- y su protagonismo cada vez menos sutil.
Un dato nada secundario: en ambos encuentros el campo y la Iglesia quedaron afuera. Simbólico. La derecha nacional empresarial y política pareciera tener necesidad de tomar “cierta” distancia de estas instituciones. El torpe discurso de Biolcatti en La Sociedad Rural lo dejó en alguna medida al margen, no digo del poder político real, pero si de lo políticamente presentable o correcto. Otro tanto le pasó a la Iglesia que hizo gala del más torpe fundamentalismo en el debate por la ley de matrimonio entre iguales. Así y todo hay que dar por descontado que ideológicamente tanto la dirigencia campestre como la eclesial trabajan para la misma vereda por la que circula Magneto con sus amigotes de turno.
Hasta aquí un polo de esta realidad: la derecha, tal vez en su versión más grotesca. ¿Sucederá que desacostumbrada a las reglas democráticas, amiga y promotora de cuanto golpe hubo en el país, ahora tira manotazos de ahogados? ¿O simplemente se agazapa para no perder ni un solo centímetro de poder? Las alianzas de estos días, ¿son una muestra de fortaleza o más bien de debilidad o desesperación?
Seguramente temen a la continuidad de algunas de las políticas de lo que aparece claramente como el otro polo, el kirchnerismo, que para ellos significa una amenaza a sus intereses. Es decir, esta gente se opone al gobierno por lo que él puede tener de bueno o acertado. Siguen pensando en un retorno de la triste y larga noche neoliberal con las privatizaciones, apertura económica y desregulaciones que destrozaron al país.
De esta manera el escenario político nacional a grandes trazos queda montado sobre una falsa dualidad, un gobierno con algunos rasgos progresistas que tiene a su derecha a esta dirigencia parasitaria. En este marco es difícil percibir cómo esa derecha en algo coincide con el gobierno, aunque sea parcialmente. Coincide en pensar que se puede acabar con la pobreza y hacer justicia sin tocar la estructura de la propiedad, o sea, sin modificar las relaciones básicas de poder. La diferencia está en que el gobierno quiere distribuir de alguna manera, repartir un poco, y ellos, insaciables, solo quieren apropiarse de todo.
¿Qué queda a la izquierda de este mapa? Poco y nada, al menos dentro de esta lógica dual. En la realidad, sin embargo, pueden verse algunas agrupaciones sociales, partidarias, o movimientos de base, que critican al modelo y entienden que las políticas centradas en el combate a la pobreza en definitiva buscan evitar el conflicto y anular las presiones que surgen desde las bases para que sólo existan sujetos estatales o empresariales que compensen y profundicen el modelo neoliberal. Por poder real y por ese esquema del tercero excluido no queda demasiado lugar para estos protagonistas con pensamientos alternativos.
Por estos días, Zibechi, valioso pensador y activista uruguayo, en sintonía con estas ideas, afirmaba que el modelo neoliberal en los países de América Latina ha mutado su perfil: se ha volcado a la apropiación de los bienes comunes. Y se ha profundizado a través de la minería transnacional a cielo abierto, los monocultivos de soja, caña de azúcar y palma, y del complejo forestación-celulosa. Su estrategia consiste en apropiarse del agua y de la tierra reduciendo la naturaleza a mercancías exportadas a los países poderosos que mandan y determinan políticas de todo tipo.
Desde esta mirada pueden surgir algunas preguntas, ¿Cuánto tiene de progresista el kirchnerismo? ¿A quién conviene esta especie de polarización bipartidaria expresada en términos de derecha vs gobierno como expresión y síntesis de toda alternativa transformadora? Cierto disciplinamiento de las voces progresistas que ha logrado este gobierno, ¿no termina dando sustento a ese engañoso dualismo? ¿Podemos ignorar que cada vez que lo creyó necesario el peronismo se encargó de restaurar las relaciones de dominación capitalistas? ¿No nos está faltando una mirada superadora de esta falsa dicotomía?
Decía Enrique Jardiel Poncela, “La verdad se parece mucho a la falta de imaginación”.