Frankestein: la metáfora que Marx no conoció
(128) Sábado 28 de julio de 2009
No fue el destino el que condenó a aquellos hombres. Ni una peste o una catástrofe. Fue la idea de juntar pedazos de muertos, unirlos y mediante un shock eléctrico dar vida a una nueva criatura. Eso creyó aquel doctor llamado Frankestein seducido por la alquimia. Tal vez no advirtió que era peligroso revivir el cuerpo de un criminal ejecutado. Escuché de pibe este relato con tanta fascinación como terror. El cine se adueñó del fenómeno desde su costado más básico: el miedo a lo desconocido. Sin embargo esta fantástica novela está repleta de sugestivas metáforas e inquietantes alusiones. Para algunos Mary Shelley, la joven autora, moldeó a su criatura mirándose al espejo. Huérfana de madre, enfrentada con su padre, ninguneada por sus contemporáneos, aprendió del mundo a través de los libros. Con ese cóctel de duras experiencias construyó su relato a partir de fragmentos, como su terrible monstruo, a quien muchos llaman Frankestein por el nombre de su creador. La bestia solitaria sobrevive y sepulta a su autora y nos deja pensando en qué medida puede ser una extraordinaria metáfora para entender nuestro mundo.
La situación de no poder controlar lo creado significa algo aterrador. Perder el señorío de lo creado, no dominarlo y quedar expuesto, amenazado por su furia, es una metáfora impresionante. Una de las mejores alegorías de la lógica con que se mueve el sistema capitalista.
Marx y Engels no alcanzaron a conocer este relato cuando escribieron el Manifiesto. Pero la imagen que usaron para describir el funcionamiento del sistema parece claramente anticipar la figura del monstruo: “Las relaciones burguesas de producción y de canje, las relaciones de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros”. Un texto formidable que se vale de la imagen del mago que fracasa con su obra. De haberlo conocido seguramente no hubieran dudado en usar la figura de Frankestein que es mucho más contundente.
Veo a Frankestein cuando la FAO denuncia que diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos y el petróleo, especulando y generando el proceso inflacionario que causa hambre y desolación en el planeta. Es el monstruo renacido esta concentración de poder en una oligarquía financiera dictando la política económica y gubernamental de los países periféricos, destruyendo en lo inmediato todo cuanto toca, y a largo plazo poniéndolo todo en riesgo. Siento los pasos de Frankestein cuando me entero que más de 50 millones de personas perderán sus empleos en el mundo, mientras los vivos de Wall Street reciben ayuda de los estados que ellos mismos destruyeron con esa burbuja financiera que terminó estallándoles en la cara. ¿Por qué creen ustedes que aumentó hasta un 400% el gas y otro tanto la electricidad en nuestro país? La suba de precios es precisamente el resultado del comercio capitalista monopólico y de la acción especulativa en los principales mercados de materias primas. En semejante escenario, los precios no se fijan solo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros agro-energéticos. Frankestein en plena acción.
Y no se trata de actores aislados. Es el sistema en su conjunto, como la suma de partes. Igual que el monstruo. No es solo Estados Unidos, Europa y Wall Street. También forman parte de ese gigante enloquecido nuestras legislaciones criollas de "apertura económica", "libre mercado" y "privatizaciones" y “flexibilización laboral”, gerenciadas por políticos entreguistas elegidos en las urnas. Con su accionar fueron anulando los controles estatales, y destruyendo leyes laborales que llevaron décadas conquistar. ¿Quién pone barreras a esta depredación sin límites de los bancos y corporaciones transnacionales, que todo lo controlan? ¿Quién para esta sangría en la cual el sistema financiero termina haciendo apuestas con el dinero de la gente: si ganan la apuesta, se quedan con las ganancias, y si pierden, nos dejan la boleta a nosotros? ¿No es una lógica monstruosa ésta que naturaliza que las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan?
El estudioso ecuatoriano, Diego Delgado Jara, asegura que “se está llevando a efecto el plan más acabado de saqueo total que hubiese conocido la humanidad en su ya larga existencia. Se está exprimiendo a niveles inconcebibles a pueblos ya hambrientos y empobrecidos al máximo por concepto de una deuda que jamás la pidieron ni la usufructuaron. Pero eso tampoco es todo. Resulta probablemente el preludio de otro previsible mayor y último super genocidio que se consumaría con el brote intensivo de las enfermedades originadas en retrovirus de laboratorios para extinguir físicamente a las masas hambrientas todavía supervivientes”.
Tenemos que aprender a ver a Frankestein, a descubrirlo, advertirlo en plena acción, para después detenerlo. ¿Nos animaremos a verlo? ¿nos atreveremos a revelarnos? ¿Cómo lo haremos? ¿Con qué recursos? ¿Pagarán los actuales dueños del mundo algún día sus propias iniquidades? Nuestros gobiernos, ¿Estarán a la altura de tamaños desafíos, o seguirán jugando a los “diálogos”, las escondidas, y a esa vieja manía de amagar por la izquierda para ir decididamente por derecha?
No es fundamentalmente el destino quien condena a los hombres. Tampoco las pestes o los cataclismos. Lo que nos sigue condenando es este torpe afán de revivir cuerpos de criminales, la vieja costumbre de jugar al doctor Frankestein.
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