(156) Sábado 1 de Mayo de 2010
La esclavitud no se abolió, decía Les Luthiers, se cambió a ocho horas diarias.
Les proponemos en este 1 de Mayo que hagamos una especie de viaje imaginario por el tiempo tomando un muestreo de las principales estrategias de lucha, de resistencia de los trabajadores. Al fin y al cabo este es el sentido profundo de este día.
Abramos el telón.
Escena 1: Año 1810. España. Mi padre era un viejo artesano del telar. Nuestro hogar fue un verdadero taller donde una decena de trabajadores mantenían sus familias con su trabajo. Solo bastaba una pequeña herramienta y el milagro de nuestras manos. Sin embargo por el final de sus días mi padre entró en una ruina que lo llevó a perder su sueño y su única fuente de trabajo. Nunca olvidaré el rostro de impotencia de los viejos dueños de telares a la hora de competir con las pujantes fábricas que iban naciendo.
Con mis hermanos intentamos sacar adelante el taller. Entonces advertimos que la causa del desastre había sido el hecho de la implantación de la máquina de hilar y las máquinas de vapor que paulatinamente fueron haciendo disminuir la necesidad de mano de obra. El milagro de las manos no tuvo más alternativa que abrir el paso a la maldición de la máquina. Se llegó a tal punto que los trabajadores fuimos sustituidos por máquinas. ¿Qué podíamos hacer? Secretamente habíamos escuchado que existía un medio de lucha que consistía en la destrucción de las máquinas. Ludismo, llamaban algunos a ese movimiento obrero de resistencia. La cuestión era expulsar a la máquina moderna del proceso productivo. Supe que estas acciones contra las máquinas fueron el precedente de otras dirigidas, no contra las máquinas, sino contra sus propietarios.
Escena 2: Año 1850. Alemania. Tuvimos que emigrar del campo a la ciudad en condiciones miserables. Vendimos nuestra fuerza de trabajo a cambio de un salario. No tuvimos alternativa, había que dar pan a nuestros hijos. En la ciudad, el dueño del capital determinaba la cantidad de productos a fabricar y se apropiaba de él. Perdimos todo control sobre la producción. Así, de a poco, el patrón se fue haciendo también dueño de nuestras vidas y nuestro destino.
¿Qué hacer para no terminar de entregar lo poco que nos quedaba? Un día descubrimos que teníamos un arma para hacer valer nuestras vidas y nuestro trabajo. Había que aprender a usarla, medir riesgos, organizarse: el boicot.
Escena 3: Estados Unidos de América. Año 1913. Obreros reunidos en una fábrica. Uno de sus dirigentes se dirige a ellos: “El patrón tiene una estrategia clara. Quiere que hagamos más cosas en menos tiempo para ganar más plata. Por eso se propone eliminar lo que considera movimientos inútiles y someternos al indigno control de un cronómetro que mida el tiempo necesario para realizar cada tarea específica. Si perdemos el saber seremos simples repetidores mecánicos de nuestro trabajo. ¿Son conscientes de que de esta manera perdemos poder? A esto ellos le llaman “Organización científica del trabajo”. En realidad solo buscan bajar costos de producción, disminuir salarios, para acrecentar sus ganancias. No entremos en el falso juego de supervisar el trabajo de nuestros compañeros. Si dejamos de mandarnos nosotros mismos
en poco tiempo nos mandará el mercado. ¿Qué tenemos que hacer?, se preguntarán ustedes. Defendamos nuestro trabajo y si es necesario vayamos a la huelga.
Escena 4: Año 1990. Argentina. Provincia de Buenos Aires.
Un diputado de la Nación ante el Congreso reunido expone las razones que fundamentan las nuevas leyes de flexibilización laboral (puede ser peronista o radical, para el caso da lo mismo):“Tenemos que insertarnos definitivamente en el primer mundo. Para eso necesitamos un estado moderno y eficaz que sea capaz de atraer los capitales de los países poderosos y así incentivar nuestra economía. Para eso es necesario, entre otras medidas, flexibilizar tantas leyes laborales obsoletas que solo sirven de obstáculo para la radicación de tales empresas”.
Escena 5. Argentina 1995. Córdoba. Un dirigente sindical de los obreros de la construcción habla a sus compañeros: “Las leyes de flexibilización laboral significan para nosotros, los trabajadores, un claro retroceso en todas las conquistas históricas alcanzadas, precarización de los contratos, supresión de indemnizaciones por despido, salarios con menos básico y más premios por producción, mayor tarea en cada puesto de trabajo, modificación en horario, y hasta reducción en los mismos tiempos de vacaciones. La gravedad de nuestra situación personal se suma al peligroso derrumbe del trabajo industrial. La economía del país quedó en manos de tecnócratas neoliberales y empresas multinacionales. Los sindicatos hemos perdido fuerza organizativa. Muchos se han vendido y negociado con las empresas a espaldas de los compañeros y los pocos que intentan hacer algo están atados por las leyes de flexibilización. ¿Qué podemos hacer?
Se preguntaba Jaques Prevert
“A donde va toda esta sangre derramada
la sangre de los apaleados...
la de los humillados...
la de los suicidas...la de los fusilados...
la de los condenados...”
Hasta aquí llegamos. ¿Qué les parece? ¿Solo nos queda cerrar el telón?
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