(144) 7 de Noviembre de 2009
“A veces uno elige de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado” decía Leonard Cohen. El hombre tenía razón. En primer lugar en distinguir lados, eso que nosotros llamamos veredas. En segundo lugar en reconocer que en esos sitios naturalmente se agrupan unos y otros.
Por estos días a algunos les tocó, y no por suerte, ser tapa de los diarios: las acciones de la dirigente aborigen Milagros Salas, los reclamos y piquetes de los tantos que hoy vuelven a las calles, el mismísimo Maradona con su ya famosa frase célebre. Todos ellos nacidos al margen, criados en el barro y en la pobreza impuesta desde arriba. Los sumergidos, hoy copando las primeras planas. Y no es que se nos escape que Maradona hace más de treinta años que ha dejado de ser pobre. Tampoco estamos proponiendo un populismo criollo, que convierta al ídolo en la encarnación de la verdad del pueblo. Pero lo cierto es que su voz sonó a confrontación con el establishment, y eso no se toca ni se perdona. Entonces salieron los del otro lado, los propietarios de la moral y las buenas costumbres a hablar de lenguaje obsceno e hicieron cola para pegarle sin asco. Los mismos que consumen y elogian la pornografía vip de Tinelli y después almuerzan con Mirta y piden la pena de muerte con Susana. Para ellos, la voz de Maradona, no es la misma que la de Reuteman o De Narvaez, aunque diga literalmente lo mismo. Los dichos de ellos no merecen el mismo repudio porque precisamente pertenecen al lado en que el sistema manda estar.
A Milagros Salas, a diferencia de Diego, la fama la alcanzó sin avisar. De un día para otro todos hablan de ella. Podría haber sido reconocida anteriormente tanto sea por su trabajo social al frente de la CTA Jujuy, como por su costado ligado a las prácticas poco democráticas, pero claro, como el queso se corta en Bs. As. tuvo que esperar su turno hasta esta última semana en la que se convirtió en blanco de las acusaciones del Senador radical Morales quien denunció agresiones de parte de la dirigente de la Tupac Amaru.
Mientras tanto, miles de manifestantes de distintas organizaciones de desocupados, ligadas a movimientos sociales del conurbano caminan a contramano del tráfico y de las mismas miradas que antes los invisibilizaron. Marchan para poder ser vistos. Deben molestar para existir. Este es el juego que les propone el sistema y tal vez lo último que les quede por jugar.
"Negros sucios y malos", podría ser la película que anuncian en cada programa de noticias de la radio o la TV cada vez que de estos protagonistas se trata. Parece que en la Argentina somos todos hermanos pero hay quienes tienen que pagar derecho de piso para ser reconocidos como tales. No a todos nos cuesta lo mismo cada palabra dicha o cada paso dado. El precio que hay que pagar varía según el color de piel o el lugar de origen.
Observemos que el sector social que se crispa y reacciona no lo hace tanto por el contenido de lo que se dice o hace sino por quién se atreve. Un racismo disimulado anida bajo la alfombra de la hipocresía, y brota cuando los negros tienen el tupé de decir lo que piensan, de mostrarse tal cual son, de existir.
Entonces grita la voz media, ruge y mide: ¿Cómo puede decir semejante grosería ese drogadicto? ¿Por qué recibe tanto dinero esa india? ¿Qué es esto de que una coya levante barrios con subsidios o planes del estado? Sin embargo cuando los subsidios son para las grandes empresas transnacionales que saquean nuestra patria, ¿qué dice la clase media? ¿por qué callan o dicen verdades a medias?
La clase media mide e interpela: ¿Cómo pueden protestar de esa manera esos pobres? No les basta Cáritas, el Club de Leones, el Rotary y tanta gente buena y bien que los ayuda. A estos grasitas ahora se les ocurre disputar poder.
Medias tintas, verdades a medias: levantan el dedo acusador para condenar a los pobres que protestan porque no tienen sitio donde caerse vivos, pero después celebran y bendicen los cacerolazos de barrio norte o los piquetes del campo. Porque para nuestra clase media y para la mayoría de los medios, los excluidos cortando una calle porteña son un conjunto de negros de mierda que no dejan laburar, mientras los que interrumpen el tránsito por las rutas, regando el suelo con millones de litros de leche, generando desabastecimiento alimentario, sonriendo para la foto con sus aliados políticos, son pobres campesinos a los que no les quedan más alternativa para llamar la atención.
Sí, de un lado están ellos, aquellos de los que Mario Benedetti decía:
Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio
mira medio mal
En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
de que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina.
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