Sábado 17 de Octubre de 2009
En el día de la lealtad se vuelve incierta aquella sentencia de William Shakespeare asegurando que “la lealtad tiene un corazón tranquilo”.
Varios dirigentes a la cabeza de diversas agrupaciones montan sus actos
respectivos, pretendiendo ser los auténticos continuadores del espíritu de aquel
17 de octubre de 1945. Entonces nos asalta la pregunta, ¿lealtad a qué y a quién? Olvidados de su líder, quien les había enseñado que su único heredero sería el pueblo, disputan banalmente el privilegio que otorga el sentirse los auténticos depositarios del mensaje, la réplica exacta, los puros y probados discípulos.
Habrá otras consignas, otros estribillos. Nadie podrá gritar como entonces “sin galera y sin bastón… los muchachos de Perón”. Y no es porque falten cabecitas, descamisados, negros, despreciados, o aquello que Scalabrini Ortiz llamara “el subsuelo de la Patria sublevado”. Hoy ese subsuelo está, pero no se subleva. Está, pero no ya con ese grito insurrecto y rebelde de aquellos miles y miles de trabajadores que desde la media mañana de aquel día histórico recorrerían las calles de Buenos Aires en decidida marcha hacia la Plaza de Mayo.
"Déjense de joder con Perón", decía el gran Agustín Tosco, invitando a poner la mirada en lo que para él era esencial: el despertar de un pueblo que reclamaba por sus derechos y que estaba dispuesto a enfrentar a los poderes que lo sojuzgaban.
Existe un antagonismo en el peronismo de difícil resolución. En su esencia, este movimiento, como un conglomerado de antagónicos e irreconciliables intereses, ¿se mueve dentro de la lógica capitalista o enfrenta tal concepción? El pueblo que aquel 17 clamaba por su líder, ¿estaba rechazando un modelo que lo oprimía o solo pedía algo de justicia y un líder que los condujera?
En sus Escritos imprudentes Feinmann nos trae veinte jugosas escenas de la vida peronista y en dos de ellas plantea este dilema clave:
Escena 4 Interior Bolsa de Comercio de Buenos Aires
El coronel Perón pronuncia un discurso ante importantes empresarios.
Dice: -Pronto se verá que no solo no somos enemigos del capital, sino que somos sus verdaderos amigos.
Interpretación de la escena: El peronismo es capitalista.
Escena 5 Exterior Plaza de Mayo. Se festeja el 17 de Octubre, fecha fundacional del movimiento. El general Perón sale al balcón de la Plaza de Mayo.
Alza sus brazos, saluda. El pueblo, con fervor, canta la marcha partidaria:
“Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital”.
El general continúa alzando sus brazos. Saluda. Sonríe.
Interpretación de la escena: El peronismo es anticapitalista.
¿En qué quedamos? Si se comparan las declaraciones de Perón sobre el “Capital Extranjero” realizadas en 1946, respecto a la marcha del Partido Peronista se observarán claras contradicciones. Pretender dilucidar desde esta paradoja qué es exactamente el peronismo puede hacernos equivocar el ángulo de mirada o encuadre y situarnos en una dialéctica falsa que no nos sirva como esquema de interpretación histórica y menos aún ilumine los tiempos que corren. ¿Es legítimo pensar que el peronismo es todo eso junto y a un mismo tiempo? Decir esto, ¿es una coartada fácil y excesivamente simplista, más allá de la parcela de verdad que tal afirmación pueda encerrar? Ciertamente el peronismo, históricamente tuvo mucho de oportunismo, de sentido pragmático en su afán de acumulación de poder. Podríamos con un poco de ironía hasta interpretar que en definitiva, el dilema capitalismo-no capitalismo no es tal y que en todo caso la emblemática marcha dice claramente que Perón, combatiendo al capital se ganó a la gran masa del pueblo. O sea, el objetivo sería ganar a la gran masa. Una vez logrado esto, tendría cancha libre para hacerse amigo del capital que antes supuestamente enfrentó. Pero probablemente estemos eludiendo y simplificando peligrosamente el problema.
Plantear y dilucidar esta cuestión en los tiempos que corren puede hasta parecer anacrónico e inconducente ya que hoy por hoy la realidad y el capitalismo coinciden. Por fuera de él, poco y nada. La tesis que afirma la coincidencia entre realidad y capitalismo es una tesis histórica, filosófica y política que ciertamente habrá que discutir, pero que se ha convertido en parte de la cultura política hegemónica. Nuestra entrada en la época global es un hecho histórico incuestionable. El pragmatismo, la devaluación de la política misma, el vaciar de contenido toda idea transformadora, son los rostros que exhibe esta postmodernidad capitalista.
Scioli, diciendo que el peronismo hoy está llamado a “seducir al capital” resulta patético. Su postura no es más que la reafirmación de la hipótesis de la coincidencia entre capitalismo y realidad e invalida una pregunta fundamental: ¿es posible intervenir políticamente de un modo crítico y substancial en una época pospolítica, que parece haber cercado toda tentativa de verdadera transformación social?
Algunas de estas preguntas se las hacía el filosofo Santiago Lopez Petit, para quien la actual manera de concebir la política se aproxima a una especie de terapia intensiva ya que su función consiste en mantenernos con el mínimo de vida. La vida dedicada a seguir viviendo, “aguantar”, que significa funcionar como piezas de esta movilización loca en la que se (auto) reproduce esa obviedad que es el capitalismo.
Hoy, la historia no pasa junto a nosotros acariciándonos suavemente, como sentía Sacalabrini Ortiz. Corren tiempos de vientos mezquinos, mezclados con escepticismo e indiferencia. Y son pocos quienes se cuestionan si el peronismo combate o no el capital. Y la lealtad, que ya no tiene un corazón tranquilo, pasea a sus dirigentes por una pasarela frívola exhibiendo rostros y discursos más preocupados por la rapiña y esa miserable pretensión de ser por un rato los dueños del legado y el escenario de este 17 que por salir al rescate de lo mucho que todavía sigue en juego. Y la sonrisa que ensayan para la foto no oculta el flamear de tantas banderas rotas y traicionadas.
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