domingo, 23 de agosto de 2009

La pobreza y los dueños del río.

La pobreza y los dueños del río.
(133) Sábado 22 de Agosto de 2009
La pobreza se ha vuelto el tema central en esto que algunos llaman el diálogo de los argentinos. Fue la Iglesia quien encendió la mecha apoyándose en un discurso del papa. Tardíamente preocupada habló de escándalo, de amor, de justicia. A ella se le sumaron los grandes medios que ya están medio grandes para recién descubrir que en la Argentina hay pobres. Con su habitual sensacionalismo contaron que los chicos pobres comen cuises, caballos, ratas y hasta sapos. Mientras tanto el presidente de la Sociedad Rural, que no traga sapos, aseguró que “la pobreza nos duele”, y hablando de los pobres, los privados de propiedad terminó hablando de propiedad privada, sin querer queriendo.
Así las cosas, los partidos políticos no tuvieron más remedio que sumarse a la discusión, y en medio del debate, el INDEC apareció planeando retocar el índice de la pobreza. ¿Será para mostrar que existen menos pobres que los que realmente hay?, se preguntaron algunos, al tiempo que el gobernador Scioli salía al ruedo sonriendo y anunciando más agentes en la calle después de elogiar a la Bonaerense. Parecía más dispuesto a terminar con los pobres que con la pobreza y sus causas, mientras hacía un guiño a la Iglesia para que los pastores lo ayuden en el trabajo social.
El aire está enrarecido. Para ser más claros, aquí algo se está pudriendo.
Lo cierto es que más allá de los discursos, algunas razones y una pila de sinrazones los números de la realidad hablan con elocuencia: Hay una Argentina “deforme”, la Argentina monstruosa de la desigualdad social más importante en Latinoamérica. Alberto Morlachetti, coordinador nacional del Movimiento Chicos del Pueblo nos dice que “en la Argentina mueren 25 chicos por día por causas que son evitables.
Los datos los sabemos. Nos falta la honestidad, el coraje y la decisión política para determinar los orígenes reales de la pobreza. ¿Cuál es la causa del hambre y la exclusión? ¿Quiénes son sus responsables?
Pensemos que un error de diagnóstico, nos lleva inevitablemente a un equivocado remedio o falso camino de solución.
Existen tres esquemas posibles para pensar esta realidad. Tres respuestas que intentan dar cuenta, dar razón de cómo enfrentar el tema de la pobreza.
La primera tiene por lema, “si tiene hambre, dale pescado”. Es la respuesta asistencialista que no señala responsables. La pobreza sería una especie de fatalidad del destino. “Algunos nacen así, qué se le va a hacer. Pobrecitos los pobres”. Sólo mira hacia la aparente solución del problema sin siquiera asomar la cabeza buscando causas. El asistencialismo frecuentemente es un instrumento del clientelismo político, que a un mismo tiempo que perpetúa la dependencia, arrebata el protagonismo de los sectores postergados. Esta mirada nada cambia. Pan para hoy, hambre para mañana. Solo permite dormir con la conciencia tranquila a quienes dan pescado y creen que la conciencia es un somnífero más. Indiscutiblemente existen situaciones límites que demandan planes de emergencia, de asistencia urgente. Pero hacer políticas poniéndose el traje de la solidaridad o la caridad termina siendo una mirada tramposa y miope. La caridad es la única virtud que necesita de la injusticia.
“Tiene hambre, enseñale a pescar”, sustenta como lema la mirada desarrollista. Aquí la cosa es más pretensiosa. Se dibuja una causa. No hay tal fatalidad y la solidaridad no alcanza. “A estos tipos vos le das hoy y se envician. Mañana te piden más y más. Aquí lo que hace falta es…¡educación!” gritan y ponen cara de serios y estadistas. Según esta ideología los pobres son tales porque no tienen educación. Si se les enseñara…entonces sí. Observemos que en gran medida esta visión responsabiliza al pobre de su situación. “Si hubieras estudiado no estarías así”. Esta mirada es reduccionista y parcial. Es media verdad y por lo tanto encierra una media mentira. ¿Qué es lo que le falta decir? ¿En donde radica la trampa de este enfoque?
La tercera visión desnuda la arbitrariedad de este análisis y nos propone mirar bajo la corteza de las anteriores imágenes. Allí podemos observar que por más que nos enseñen a pescar, los peces no aparecen. ¿Por qué? Porque alguien se los apropió junto con el río. Por lo tanto la tercera posición nos plantea como lema “tiene hambre, el río es de todos”. Mirada liberadora que postula que en la raíz de cualquier modo de pobreza está la injusticia, la negación del acceso al río, de ser pescador. La pobreza así concebida se convierte en el subproducto histórico de la riqueza de unos pocos. Hay pobres porque hay ricos. Esto nos conduce a hablar de un tema cardinal en nuestra política, la distribución de la riqueza.
Los dueños del río habían prometido erradicar el hambre en veinte años, pero resulta que hoy nos enfrentamos con una situación peor de la que existía hace cuatro décadas. ¿Qué pasó en el medio? ¿De qué nos habla esta realidad?
Según el sociólogo Sousa Santos: “el hambre existe porque es la nueva gran fuente de lucro del capital financiero, y sus ganancias aumentan en la misma proporción que el hambre”. Ese capital viene invirtiendo fuertemente en los mercados internacionales de productos agrícolas, tras la crisis de la inversión en el sector inmobiliario, con la expectativa de que los precios continuarán subiendo. Cuanto más altos sean los precios, más hambre habrá en el mundo, y mayores serán las ganancias de las empresas y los retornos de las inversiones financieras. La ONU hoy está comprando la ayuda alimentaria que en marzo le costaba 460 dólares a 780 dólares la tonelada.
Mientras tanto, la Iglesia dice que el hambre aumentó en los últimos meses, y es cierto. Lo que no dice, ni dirá, es que simultáneamente los ingresos de la mayor empresa de semillas y cereales aumentaron un 83 por ciento. O sea, el hambre de lucro de Cargill y compañía se alimenta del hambre de millones de seres humanos.
La novedad conceptual de esta coyuntura histórica queda resumida en esta idea: La agricultura y la alimentación industriales que el capitalismo financiero global propuso como remedio contra el hambre, no solo no cura nada, es más bien la causa de lo que dice combatir.
Hablar del escándalo de la pobreza, sin que se nos diga por qué hay pobres y de quién es tal responsabilidad es retórica pura, discurso berreta. Y quien imagina que es posible erradicar un problema sin determinar y atacar sus causas es, como mínimo, un necio. O un mentiroso. O tal vez ambas cosas.

No hay comentarios: