sábado, 6 de noviembre de 2010

“A rey muerto rey puesto” y el modo de construir política.

(183) Viernes 5 de noviembre de 2010

Después de la muerte de Néstor Kirchner, la oposición salió a mostrar uñas y dientes. Una sucesión de desatinos y torpezas dejaron al desnudo una vez más la pobreza de categorías analíticas de estos tipos y una mezquindad inigualable. Siguen siendo ellos los que mejor propaganda le hacen a un oficialismo que con la muerte de su líder viene enterrando desde Cobos para abajo a eso que algunos laman arco opositor. Macri y el titular de la UCR, Ernesto Sanz, coincidieron en pedirle a la presidenta que “baje el nivel de confrontación”. Ya casi todos comprenden lo que esto significa: dejar de enfrentar a las corporaciones que tienen poder. Stolbizer propuso la “conformación de un gobierno de concertación” para retomar la “agenda de recuperación institucional”. Curioso análisis que supone que algo se perdió y que hay que recuperar y concertar nada menos que con ella y sus ocasionales aliados. También aseguró que el ejecutivo “debe salir rápidamente de la debilidad en que ha quedado” justo en el momento histórico de mayor apoyo que ha tenido esta gestión.
Lo de Macri proponiendo “el diálogo y trabajar de forma conjunta para lograr que haya menos pobreza, más trabajo y que volvamos a ser un país elegido por el mundo para invertir”, parece un chiste de Barcelona.
Si a este mamarracho político se le suman las burradas de los personajes mediáticos que juegan para ellos, el combo que se arma es asqueante: Grondona habla de “juventud hitleriana”, para referirse a los jóvenes que fueron a despedir al expresidente; Tinellí asegura que le “encantó” estar en el velorio acompañando a Cristina. Le encantó, ese es el verbo que exactamente usa, mezcla de acto fallido y humor negro del que tampoco estuvo ajena la Legrand al poner en duda si quien estaba en el cajón era realmente Kirchner.
Es fácil advertir los dos paradigmas que siguen pugnando por la centralidad del escenario político nacional: Por un lado, este proyecto neoliberal agusanando las lógicas de la distribución de la riqueza en nombre de las inmaculadas leyes del mercado y capturando toda forma de “gestión” de lo público para confinarla y reducirla a lenguajes tecnocráticos mientras hipócritamente se cacarea una calidad institucional que solo significa el regreso de los muertos vivos para beneficiar a las minorías privilegiadas de siempre. Por otro lado, el modelo antagónico que empieza a visualizarse surge o nace en expresiones que exceden al gobierno pero que éste ha sabido resolver parcialmente devolviéndonos algo que era nuestro y que parecía perdido, las ganas de ser protagonistas y transformadores de la historia.
Tal confrontación, por lo que se ve, sigue siendo necesaria, pero la pena es que la misma distrae la atención de debates fundamentales entre aquellos que compartimos una perspectiva de cambios y transformaciones.
A lo largo de la semana los analistas políticos nacionales más o menos serios se han devanado los sesos intentando vislumbrar al natural sucesor de Néstor Kirchner. “A rey muerto rey puesto”, "El rey ha muerto, ¡viva el rey" se convirtieron en lugares comunes de análisis. Observemos que cotejar con semejantes categoría pone la centralidad del poder político en un sujeto individual, no colectivo, lo cual supone dar por hecho que en política valen fundamentalmente los personalismos y el concebir al poder como un depósito, un lugar de acumulación, que demanda una estructura esencialmente verticalista. Analizan quién puede ser el sucesor de Kirchner como quien busca la figura más adecuada para concentrar poder, almacenarlo, recolectarlo, centralizarlo en pocas manos para desde allí decidir supuestamente el bien político de todos. El dibujo que mejor expresa esta visión es el de la pirámide. Poder para el aparato partidario, para los sindicatos…Arriba los que mandan, y desde allí hacia abajo una jerarquía que se va disciplinando hasta descender a la mayoría que desde la base acata, sufre o eventualmente aplaude el espectáculo que siempre es de otro.
Suponer que la política se construye solo desde esta perspectiva, ¿no significa eludir una discusión esencial? ¿Es posible imaginar otro modelo que piense al poder no en términos acumulativos sino más bien distributivos? ¿Se puede cambiar el dibujo de la pirámide por la de un círculo? ¿No es esta la hora justa para empezar a reinventar, imaginar, soñar otro modo de construcción política donde el poder circule, no se enquiste ni cristalice, tampoco intoxique? Este reincidir en arcaicos análisis de viejas políticas, ¿no nos hace perder de vista la necesidad de horizontalizar el poder incluyendo nuevos actores sociales en nuevos esquemas participativos? Bayer proponía por estos días inspirarnos en los orígenes de nuestro movimiento obrero. Allí, “la única que podía tomar resoluciones era la asamblea, no había dirigentes, sólo un secretario de actas para dejar sentadas las resoluciones”. “Las épocas han cambiado”, reconoce Osvaldo, sin embargo plantea, por ejemplo “no permitir jamás que un cargo sindical se constituya en una profesión, donde el dirigente sea el mandamás por excelencia acompañado por un coro armado que lo aplaude. Iniciar un período de regreso a las bases, del dominio democrático de la asamblea”.
No está libre el kirchnerismo a pesar de su pretensión transformadora de poner vino nuevo en odres viejos apelando a las viejas recetas acumulativas de poder. En política hay oportunidades históricas únicas. La derecha restauracionista tal vez sea la principal pantalla que no nos deje pensar este desafío, también la peor excusa.

sábado, 30 de octubre de 2010

“Diez escenas de un día gris”

(182) viernes 29 de octubre de 2010

Nadie puede esconderse de la Muerte. Está dentro de nosotros, agazapada en los pliegues interiores de nuestro cuerpo. Tarde o temprano nos traiciona su zarpazo. Este miércoles despertamos con la noticia de que nuestro expresidente Néstor Kirchner había muerto.
Hacer un inventario de su gestión, además de una tarea ardua y compleja, demandaría un cronista avezado en estas cuestiones y un tiempo que excede al de esta editorial.
Elijo el camino de la metáfora, la figura alusiva, en una secuencia que se me antoja titular “Diez escenas de un día gris”

Escena 1: El día está gris. Aunque nadie lo admite, la Muerte no sabe de corazas ni armaduras. Nos llena de agujeros, nos angustia. “Desde que nacemos somos lo suficientemente viejos como para morir” decía Heidegger. Y aunque es primavera se siente un poco el frío. Como aquel día de junio en que se murió Perón. Todos necesitábamos algo de calor. Algo que nos asegurara que la vida seguía. Es extraño. Aunque tenga diferencias con este hombre al que un país despide, hoy siento que este dolor se parece en mucho a su ausencia.

Escena 2: No podemos ser miserables en esta hora: Kirchner llegó a la Casa Rosada con un país devastado, accedió con votos prestados, con mínima legitimidad, en una nación arrasada que no podía levantar cabeza. Se va con un país que discute proyectos aún cargado de deudas sociales y contradicciones pero indiscutiblemente mejor. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, las paritarias, los convenios colectivos, la demorada Asignación Universal por Hijo, la reestatización del sistema previsional, todas jugadas complicadas, de alto riesgo, que despertaron intensas polémicas.
Hay un abismo entre aquel “que se vayan todos” a este “¿por qué te fuiste?”.

Escena 3: “Pienso que daría diez años de mi vida, decía Félix Luna, a cambio de un día, un solo día de Juan Perón. A cambio, por ejemplo, de aquella jornada de octubre, cuando se asomó a la Plaza de Mayo y recibió, en un bramido inolvidable, lo más limpio y hermoso que puede ambicionar un hombre con vocación política: el amor de su pueblo”. Muchos daríamos parte de nuestra vida a cambio de aquella jornada en que Kirchner ordenó retirar los retratos de Videla y de Bignone de la ESMA y se atrevió a decir “todos somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo”. No es casual, el cajón donde hoy descansa lleva una bandera argentina y un pañuelo blanco.

Escena 4: Ni la prensa opositora lo puede ocultar. Entre los que lo lloran la mayoría son humildes, gente pobre. Hay muchos jóvenes que recuperaron la sed por militar, que reconquistaron las ganas. Lo lloran las Madres de la Plaza, las Abuelas, miembros de la comunidad gay, cientos de artistas y trovadores populares. Gastón, un pibe de 11 años del Centro Varela donde trabajo, me cuenta con orgullo que hace unos días el le dio un abrazo. “Debe ser de los últimos”, me dice con una sonrisa triste. Algo habrá hecho este tipo que hoy estamos depidiendo.

Escena 5: Bush despliega a pleno su poder. El ALCA es su proyecto de dominación para América Latina. “No nos van a patotear”, dice el hombre y le sede un estadio en Mar del Plata a Chaves para que grite en la multitud “El ALCA al carajo”. El mismo día que asumió como presidente Kirchner realizó un gesto de soberanía ajeno a nuestras prácticas permitiendo que Fidel hablara en un acto masivo en la Facultad de Derecho. Por entonces la Revolución Cubana soportaba el más feroz aislamiento y muy pocos gobiernos tenían el coraje de recibir al líder cubano en sus países. La presidencia de Unasur, lograda con unanimidad expresa una verdad negada por la confabulación de la derecha. Parece que esto de la unidad latinoamericana es algo más que un verso.

Escena 6: “¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso?” es tal vez la frase que condensa irónicamente la vocación polemista de un hombre que entendió la urgencia por enfrentar a las corporaciones, la del campo, la de los grandes medios, también la de la Iglesia. La verdadera paz está en la disputa y en poner las cartas y las contradicciones sobre la mesa para jugarlas al todo o nada. Los simulados consensos entre los poderosos solo generan más violencia reprimida que en algún momento estallan. ¿Faltan otros enfrentamientos? Sin ninguna duda: Contra aquellos que se llevan los recursos naturales por chirolas, contra las todavía vigentes leyes de flexibilización, contra tantas corrupciones estructurales del aparato partidario y sindical…

Escena 7: No lo sé, pero es posible que alguien haya escrito en alguna pared “viva el infarto”, del mismo modo que ayer escribieran “viva el cáncer” cuando se moría Evita. La barbarie gorila no tardará en aflorar, el odio de la derecha recalcitrante estará al acecho. El adiós de Kirchner se parece en mucho al de Evita, por el odio de “los otros”.

Escena 8: Tal vez la muerte desapasione las miradas. Amplifique los rasgos positivos de quien muere atenuando o disminuyendo los negativos. Hace exactamente una semana enterramos a Mariano Ferreyra, un asesinado político. Si la muerte nos iguala vale decir que los muertos son iguales. El asesinato de Ferreyra no fue un delirio de un barrabrava o un exceso o ataque de ira de algunos burócratas, sino el síntoma de corrupciones sistemáticas, de lacras históricas, señales de un pasado aún vivo en esta gestión. Un doloroso botón de muestra de tantas deudas postergadas.

Escena 9: Nadie puede asumir para sí la muerte de otro. La muerte, en cuanto muerte, es esencial y exclusivamente la mía. Sin embargo los miles y miles que desfilan ante los restos de Néstor parecen contrariar esta ley. Su silencio habla. Y cuando hablan con palabras, ellas son desgarradoras, agradecidas, salen de lo profundo del alma. Parecieran intentar retener ese adiós en un esfuerzo inevitablemente infructuoso. Se muere solo, decía Pascal. Vaya uno a saber…

Escena 10: Silencio. El día sigue gris. Y mucha gente llora…

viernes, 22 de octubre de 2010

La patria chica

(181) 22 de octubre de 2010
Nuestra patria chica, así llaman algunos al pueblo de origen, cumple un nuevo año. Y ya van 156. La ciudad que nos vio nacer, aquella en que nos calentó el sol por primera vez, celebra su día, que es el nuestro. Llevamos siempre su paisaje adentro, sus colores, sus aromas. La ciudad con su cotidianidad va hilvanando nuestros días, ordenando nuestras formas, poniendo sentido a nuestras razones o sinrazones, sellando a fuego nuestros hábitos, organizando nuestra historia. La misma ciudad que nos cobija es la misma que a veces nos agrede, nos enternece y nos expulsa, nos une y nos enfrenta.
Ciudad que supo de pueblos originarios pero que sin embargo fue pensada por Sarmiento. Pueblo que evoca un nombre de raíz aborigen pero en nada ajeno a la conquista. Calles que rememoran a Güemes y Rivadavia, Castelli y Mitre, metáforas de una contradicción que duele si se la piensa. Heridas que no cierran y sangran todavía, fracturas que inmovilizan más de lo que indignan.
Parque industrial que crece, mientras los derechos de los trabajadores retroceden por leyes de flexibilización aún vivas. Silos que ayer dieron trabajo, pero que hoy contaminan. El silbato del tren anunciando su llegada haciendo patria en cada pueblo, y la política sucia destrozando la misma patria y los pueblos al ritmo del vértigo mentiroso del tren bala. El Centro universitario, espacio de saber y vida, y el bingo, como centro y antro de podredumbre. El cura del barrio y la Iglesia incurable. El cana bueno de la esquina y la maldita bonaerense. El profe que te enseña a vivir, y los burócratas del manual, el currículum y el cállese la boca. Aquellos asados del sábado, y estos que el bolsillo no puede. Las noches de verano con sillas en las veredas y la paranoia de las rejas. La plaza de todos pero mejor si está cercada. Los cronopios y los famas de Cortázar, que supo ser de acá, y la fama sin cronopios de tantos Ricardos Forts que se fueron metiendo de prepo en nuestras vidas. Pizza, birra, faso en la esquina del barrio y los que fueron cómplices de la pizza con champán en la época en que el sultán era inimputable. Los amigos del silencio de las urnas bien guardadas que también fueron hijos de estos suelos. Las penas de nosotros, y las vaquitas siempre ajenas. La madrugada de la 125 con los tractores en la calle y esos días en que los dueños de la tierra se creyeron los dueños de la bandera. Los grandes sueños colectivos arriados, mientras el arriero prendido a la magia de los caminos, viene y va…
Y el pueblo siempre en camino, en la calle… en aquellas asambleas que también hicimos. Porque si hicimos piquete y cacerola quedó claro que la lucha no fue una sola. También acá. Ni olvido ni perdón. O tal vez las dos cosas. Porque están los que se fueron gritando "que se vayan todos", los que están volviendo, los que nunca se irán, los que debieron irse.
La perla del oeste pero la vergüenza de los comedores infantiles llenos de pibes. Los pequeños fuegos porque no alcanza para el gas y los fuegos artificiales oficiosos y oficiales. Los artistas peleando desde abajo y los de arriba montando megaeventos. El deporte por deporte, por el pancho y la coca, en medio del otro que es guita y negociado.
Los chivilcoyanos en el extranjero, los extraños, los que extrañan, los que se extrañan, los que tantas veces terminamos sintiéndonos extraños en nuestra propia ciudad.
En este día muchos estamos tentados de hablar de nuestra ciudad sin siquiera advertir que es ella quien habla de nosotros, de quiénes somos.
“Yo no siento nostalgia, decía Bruno Traven. He aprendido que lo que llaman patria, incluso lo que llamamos con cariño nuestra patria chica, está metido en conserva, guardado en carpetas entre miles de expedientes y representado por funcionarios que se encargan de quitarle a uno cualquier sentimiento patriótico hasta que no queda ni rastro de él. ¿Dónde está mi patria? Allí donde nadie me moleste, donde nadie quiera saber quién soy, lo que hago o de dónde vengo, ésa es mi patria chica”.
Sea como fuere, lo cierto es que nunca nos vamos de nuestra ciudad. Su cumpleaños es un poco el nuestro. Por origen, por derecho y por destino. Será por eso que a pesar de todo uno quiere a su ciudad, la ama. Y nunca se va del todo, aún decidiendo irse. Y siempre estamos llegando, como decía pichuco:
“Mi barrio era así,
Así...así...así.
Es decir,
qué se yo si era así.
Pero yo me lo acuerdo así:
con Yacumín, el carbuña de la esquina,
que tenía las hornallas llenas de hollín
y que jugó siempre de jas izquierdo
al lado mía, siempre, siempre..
tal vez pa'estar más cerca
de mi corazón.
Alguien dijo una vez
que yo me fui de mi barrio.
Cuándo?... Pero cuándo?...
si siempre estoy llegando
Y si una vez me olvidé,
las estrellas de la esquina
de la casa de mi vieja,
titilando como si fueran manos amigas,
me dijeron: Gordo, gordo, quedate aquí…
quedate aquí”.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los mineros rescatados y las dos caras de la luna

(180)Viernes 15 de Noviembre
“A la hora del crepúsculo, decía el viejo Hegel, la filosofía levanta vuelo para intentar comprender lo sucedido”.
El entierro más largo de la historia de la minería mundial captó de manera excluyente la atención de todo el mundo esta semana. A primera hora del miércoles la cápsula Fénix II descendió a las entrañas de la mina derrumbada en Copiapó y comenzó a rescatar uno a uno a los 33 mineros que permanecieron 69 días a 700 metros de profundidad. En menos de 24 horas la tierra terminó de parirlos, expulsarlos al mundo de la luz. ¡Como no celebrarlo!
Sin embargo, la luna tiene dos caras. Una que se ve, otra que está oculta. Las pantallas de todo el mundo mostraron el costado indiscutiblemente heroico de los mineros, su solidaridad incomparable. Millones y millones de ojos apuntaron a un agujero para seguir al detalle los pasos del salvataje. Pero la ocasión que siempre hace al ladrón, también sirvió para montar un nuevo y exitoso reality show. Algunas esposas de los mineros ya firmaron exclusividades con la tele, mientras la BBC acaba de anunciar que prepara un documental sobre el megarrescate, y para esto ya pagó en dólares a varias familias para seguirlas las 24 horas del día. Las donaciones de dinero a los trabajadores sepultados va alcanzando el medio millón de dólares. La mayor parte la donó el millonario Leonardo Farkas, que hizo su fortuna con la minería. Miren qué casualidad. También aparecieron más de 200 ofertas laborales para los 33 topos gigantes. Todo sirve para la función. Tours, paseos, regalos de los más variados. Las emociones más genuinas se cruzan con las especulaciones más cínicas. Piñera monta un show ante las cámaras. Por poco no se mete en el pozo él con sus ministros. ¿Debería sorprendernos esta cara de la luna?
Para ver la otra hay que hacerse preguntas, descifrar, interrogar. Esto significa otorgar al conocimiento la tarea de develar, desenmascarar, ver ese costado que por algo permanece no visible.
Hagamos el intento: Querían llevarse el oro y el cobre. Pero no para ellos. Trabajaban para unos empresarios truchos e irresponsables. La epopeya de hombres que descienden a las oscuridades de la tierra para sacar minerales y luego sufren un accidente, ¿no son parte constitutiva de este juego macabro al que las empresas exponen a los trabajadores? ¿Se puede llamar accidente a semejante cosa? ¿Qué y cuánto hay de responsabilidad humana en este suceso? ¿Qué se debió hacer y no se hizo, o se hizo muy mal? ¿Hacía falta semejante desastre para que el mundo se sintiera solidario con estos trabajadores? ¿Cuántos nuevos “accidentes” como éste hacen falta para que se legisle preventivamente y los mineros puedan trabajar dignamente sin arriesgar sus vidas?
La chilena María Ester Feres, funcionaria en la Dirección de Trabajo trasandina cuestionó por estos días “¿Cómo es posible que en un país con el grado de crecimiento económico que hemos tenido en los últimos años no protejamos mejor la vida en el trabajo?”. ¿Es casual que en el 2009, en Chile hubo más de 190.000 accidentes de trabajo, de los cuales 443 fueron fatales? ¿Por qué no se nos informa de las víctimas que se cobra a diario una actividad tan dura y desprotegida como la minería? ¿La solidaridad, el empeño gubernamental por asistir lo asistible en el rescate no termina ocultando su responsabilidad en las causas estructurales?
¿A quiénes les sorprende la capacidad de organización y solidaridad de estos trabajadores? ¿No es así como siempre han resistido y perdurado los trabajadores chilenos y de todo el mundo frente al permanente saqueo y expoliación de los dueños del capital? Este mundo sin misericordia, ¿es un mundo accidental o es el ADN del capitalismo, su huella digital inconfundible, esa mueca perversa que lo identifica por esencia? “El capital viene a América y al mundo chorreando lodo y sangre”, decía Marx. También viene sepultando obreros en las minas.
Algunos dicen que hubo un milagro en San José. ¿Fue Dios quien los salvó? En todo caso, no es el dios de la Iglesia Chilena o Argentina. Ese dios, que está en todas partes como dice Yupanqui, allí y aquí, se sienta en la mesa del patrón.
¿No deberían salir a la luz muchas oscuridades a partir de este derrumbe? ¿Nadie se indigna de que la semana pasada el gobierno chileno cerró 1500 emprendimientos mineros privados por falta de seguridad? ¿Recién ahora? ¿Era necesario semejante desastre para que Piñera destituyera al director del ente regulador de minería, que permitió la reapertura de la mina colapsada, pese a las precarias condiciones de seguridad?
Del pozo más profundo se puede salir parece ser la moraleja de esta fábula feliz. Y está bien concluir esto. Los hombres nos aferramos a las esperanzas y a los sueños como huérfanos. Pero hay que tener ganas de sacarse el polvo de los ojos una y otra vez y decirse “vamos que podemos salir” y no terminar de responder nunca por qué caímos.
Cuando el pozo los vomitó al mundo de la luz, muchos, además de celebrar, comenzamos a preguntarnos cuánto habremos aprendido de semejante experiencia, ellos, los mineros, y nosotros. “No me traten como un artista, soy un minero”, dijo uno de ellos. Buena señal. En las últimas horas también se supo que los 33 decidieron crear una fundación de ayuda para los mineros con menores recursos. Levantar vuelo, para intentar comprender lo sucedido y ver a la hora del crepúsculo las dos caras de la luna.

viernes, 8 de octubre de 2010

Cris y la enfermedad del tiempo.

(179) viernes 8 de octubre de 2010
Dijo Bill Gates: “¿Qué tal si a Colón le hubiesen dicho, Cris, cariño, no vayas ahora, espera a que resolvamos primero los problemas más importantes: la guerra, la pobreza y el crimen, la contaminación y la enfermedad, el odio racial…?”
A días de un nuevo aniversario de la conquista, saqueo y despojo de América nos queremos meter por un atajo reflexivo y pensar algunos rasgos de nuestra cultura que nos han quedado como fruto de aquella colonización que aún continúa.
La europeización fue la condena que obligó a América a no ser América. A renunciar a su raíz y su destino. El capitalismo que nace en 1492 nos enclava en la vida occidental bajo la modalidad del saqueo. Nosotros, como periferia, somos la condición de posibilidad del centro. Y el centro es vértigo, velocidad, apuro porque el tiempo es oro. El centro se mueve en torno al oro; alrededor de él realiza continuos movimientos. Viaja a la periferia y saquea, para llevar al centro lo robado. Allí permanece un tiempo haciendo la revolución industrial y luego en un segundo momento vuelve a la periferia con sus capitales para establecer una nueva dominación. Por eso el centro no tiene tiempo que perder. Hay mucho por conquistar, por acumular. Semejante movimiento político impuso una cultura de inquietud, de estado de apuro, de velocidad.
No es nada casual ese vértigo alucinatorio que caracteriza a las grandes ciudades capitalistas de occidente. Cultura de la rapidez, del inmediatismo. El tiempo valorado no como don de la vida sino como mercancía. Nadie tiene tiempo. Tenemos hasta miedo de perder el tiempo. Vivimos apurados. La realidad concebida como flash implica la fragmentación del tiempo en una serie de presentes perpetuos que exige a la mente realizar saltos incesantes de una cosa a la otra. Esto produce sensación de desarraigo, aislamiento e incomunicación. En esta cosmovisión el pasado se desdibuja, más aún, se reniega de él o se lo pone en cuestión. Del futuro no se espera demasiado. Más bien produce ansiedad por ser desconocido y distinto a lo que se esperaba de él. Solo cuenta un presente no elegido con toda su carga inmediatista.
El vértigo con sus leyes implacables ha llegado a ser así una forma de vida. Su ausencia es sinónimo de inutilidad, improductividad. Luchamos por nuestro pedacito de vértigo para ser reconocidos como alguien que alcanza todo lo que se propone. Dice Dostoyevski que cuando una persona se aventura por el camino del vértigo, “es igual que si se deslizara en trineo desde lo alto de una montaña cubierta de nieve: va cada vez más de prisa”.
Lo paradójico del asunto es que se puede entender la prisa de quien pretende acumular y dominar, pero resulta ilógico el apuro de quien por destino tiene el rol de saqueado y dominado. Aquí justamente está la trampa. La velocidad no nos deja pensar, nos impele a movernos. Así conviven en este mundo vertiginoso un foso en Guantánamo con un lujoso hotel-cápsula de Japón, los ranchos aislados de los pueblos originarios que van desapareciendo, con las cadenas de hoteles o los espacios territoriales que arrebata Benetton, los lujosos clubes de vacaciones mezclados con los campos de refugiados. El vértigo se desentiende de los valores porque el único valor termina siendo él. Un mundo así ofrecido a la individualidad solitaria, a lo fugaz y efímero, al espectáculo de neón. Extravío individual y social. Ya no se trata de refugiarse buscando paz, sino de perderse en la agitación. Lo que no todos advierten es que la rapidez tan aplaudida no es más que una manera de evadirnos. Séneca decía que ”A los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde”.
Si el centro se come históricamente a la periferia y se apura para eso creando esta cultura, reproduciendo la misma lógica, el rápido se come al lento.
Para nuestros pueblos originarios la cosa era muy distinta. El tiempo era cíclico, nos rodeaba, renovándose, como el aire que respiramos. Pero en la cosmovisión que nos vino de los colonizadores el tiempo es una línea, un recurso finito, que se agota, se va, y entonces produce angustia y apuro. Larry Dossey, un médico estadounidense, acuñó el término “la enfermedad del tiempo” para denominar la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad, se agota, y entonces hay que pedalear cada vez más rápido para mantenerse a su ritmo.
Qué pena que nadie le dijo a Cris antes de soltar amarras camino a América: “No vayas ahora, no hay ningún apuro”. Qué lástima si no terminamos de despertar de tantas formas de mentiras impuestas y no empezamos a expulsar de nuestras vidas a los que todavía pretenden colonizarnos.

sábado, 2 de octubre de 2010

Rafael Correa, el secreto de los hombres libres

(178) Viernes 1 de octubre de 2010

Del hospital me sacarán "cadáver o Presidente" dijo el máximo mandatario de Ecuador Rafael Correa. En una muestra de coraje y lucidez y ante una multitud que lo aclamaba, después de haber sido rescatado por fuerzas militares, volvió a denunciar "un intento de golpe de Estado de un grupo de policías, víctimas de una formidable campaña de desinformación”. Correa en un encendido discurso acusó por Radio Nacional a sectores opositores cercanos al ex mandatario Lucio Gutiérrez por esta miserable sublevación. Mientras tanto el pueblo cantaba “Correa, amigo, el pueblo está contigo”. Y nada dejaba lugar a duda de que esto fuera así.
"Podrán cortar las flores pero no podrán detener la primavera", había dicho unas horas antes citando a Neruda. "Pueden matar al presidente pero lo importante es la causa, y después de mi vendrán miles de Correa más, vendrán miles de revolucionarios, de ciudadanos que continuarán con nuestro proyecto". "No voy a claudicar", "Prefiero la muerte a abandonar mis principios". Llegó a decirles a la policía ofreciendo el pecho "¡Si quieren matar al presidente, disparen... aquí está!". Habría que remontarse a la figura de Salvador Allende para encontrar tamaña grandeza de alma y generosidad.
La sucesión de los hechos que vivimos ayer dio comienzo cuando un grupo de policías tomó a la fuerza el Regimiento Número 1 de la ciudad de Quito en protesta contra la negación al veto de una ley que contempla eliminación de bonificaciones y ascensos. El dato, que hasta aquí podría parecer de simple reivindicación sectorial, en realidad fue la excusa para llevar adelante un claro intento de golpe de Estado. Durante la jornada, la indignación entre la ciudadanía fue en aumento al saberse que Rafael Correa había resultado herido por la policía y necesitado asistencia médica. Secuestrado en el Hospital de la Policía con una herida en la ceja y con ciertas complicaciones en su rodilla recientemente operada se temió seriamente por su vida. Allí permaneció hasta que casi a medianoche un grupo de militares, después de 35 minutos de tiroteos, lo rescató.
No es necesario ser analista de política internacional para dar por descontado que estamos ante un claro intento por silenciar la voz del Ecuador y de su Presidente, quien se viene enfrentando a la política intervencionista de los Estados Unidos en la región y a las típicas oligarquías nativas. Intentos desestabilizadores como estos solo buscan retrotraer a nuestra región a la época de golpes de estado, ahora bajo otras fórmulas, para restaurar la dominación de los grupos de poder de siempre.
La UNASUR reunida en Buenos Aires con los presidentes del continente apoyó de manera clara y contundente a Correa. Evo Morales con su habitual valentía no dudó en declarar que este golpe está dirigido "a los presidentes anticapitalistas y antiimperialistas" y que "busca acabar con la ALBA-TCP y la UNASUR".
No deberían sorprendernos a esta altura de nuestra historia los sucesos del Ecuador. ¿No existen escenarios paralelos, comparables en el resto de la mayoría de nuestros países latinoamericanos? ¿No están agazapados y amenazantes tantos grupos de poder que operan en Brasil, Bolivia o Argentina y que se resisten hasta lo último de la vergüenza que no tienen por defender los privilegios de los que siempre gozaron?
La derecha es tan idéntica a si misma que sus escenarios son una anécdota. Tiene un exacto modus operandi en la geografía que se les presente. Por semejantes y tan sórdidos motivos a los reclamados en Ecuador mataron a muchos acá. Picanearon, torturaron, violaron, ultrajaron, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres y adormecidos al mar, asfaltaron calles sobre restos humanos, metieron descargas eléctricas a embarazadas, sembraron un país con campos de concentración, nos metieron en una guerra absurda. Y ahora vienen a decir que estamos en una dictadura porque Bonafini dijo que había que tomar la Corte. En el pasado, en el mejor de los casos se hicieron los boludos y hoy vienen a darnos cátedras de urbanidad. Se parecen tanto, digo, los de esta derecha sanguinaria de Ecuador con los nuestros. Son tan iguales, tan clonados.
Menos mal que ayer frente a ellos hubo un hombre y un pueblo. Del hospital me sacarán "cadáver o Presidente", había dicho. Y a nadie le quede duda, salió más presidente que nunca. Más él mismo, más Correa, más pueblo. El mundo por estas horas sabe que si la crueldad es la fuerza de los cobardes, la verdad es el secreto de los hombres libres.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Diferencia y similitud entre un gato y un mentiroso

(177) Viernes 24 de septiembre
“La gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”, decía Mark Twain.
¿Cuántas vidas tiene la mentira neoliberal? ¿Son muchos o pocos los que siguen creyendo en ese modelo de sociedad que gira en torno a las privatizaciones, la apertura económica y las desregulaciones, con sus falsas promesas del vaso derramado que alcanzará a los pobres? ¿Cuántos todavía piensan que el achique del estado es la grandeza del país? Nuestro presente pareciera estar asistiendo al funeral de estas ideas. Sin embargo, ¿hasta dónde está muerto este difunto? ¿No estaremos buscando entre los muertos al que está vivo? Volvamos a Marx Twain y preguntémonos, ¿cuántas vidas tiene el neoliberalismo?
Un lugar de análisis político común diría que el neoliberalismo en Argentina murió con Menem y fue enterrado con De la Rúa, y que la derecha que hoy irrumpe aglutinada en ese mamarracho opositor al gobierno vendría a ser un retorno de los muertos vivos. Dentro de esta lógica el gobierno sería la principal y casi única instancia superadora de ese pasado tenebroso y quien se lleva el mérito de dejar al desnudo los mezquinos intereses de los grandes grupos económicos y las corporaciones históricamente aliadas a ellos.
Pero vayamos despacio. “Si se despedaza una mentira, decía O´Neill, los pedazos son la verdad”. Hoy corremos ese riesgo. Sería necio y miserable no reconocer que este gobierno ha dado pasos significativos en torno a la distribución de la riqueza y del poder real y simbólico.
Sin embargo hay fotos que duelen y son algo más que un accidente o un hecho aislado de la política. Particularmente hay una instantánea que presenta a nuestra Presidenta compartiendo una reunión social con los directivos de la megaminera Barrick Gold en Toronto, que duele. Y duele justamente por lo simbólico y por lo que implica como realidad concreta. La Barrick es una compañía con millonarias inversiones mineras, fundada por Peter Munk con dinero del principal traficante de armas del mundo Adnan Kashogui, que explota nuestros recursos naturales mediante técnicas completamente contaminantes a cielo abierto en zonas que deberían estar protegidas, desarrollando una verdadera depredación de la naturaleza. ¿Es necesario recordar que esta contaminación de tierras y napas además de destrozar medio ambiente, flora y fauna a un nivel que demandaría más de 100 años para su recuperación, produce enfermedades terminales como el cáncer, entre otras? En lo político económico estas empresas con impuestos irrisorios y cancha libre significan simple y llanamente fuga de capitales y ganancias fuera del país.
Tanto el modelo agropecuario y la minería que comenzó a instalarse a fines de la década pasada afectaron a campesinos pobres y pueblos originarios, un sector silenciado y ubicado en las antípodas de la Mesa de Enlace.
Con esto estamos diciendo que el modelo neoliberal en gran medida sigue funcionando, se ha travestido, disfrazado, volcando su actividad hacia la explotación y apropiación de los recursos naturales. Ya no necesita el desguace de los estados nacionales ni la precarización del trabajo y sus leyes. La tarea ya quedó hecha. Ahora el centro de atención ha virado.
El neoliberalismo se licua como el mercado, es volátil, sutil, etéreo.
Nuestro crecimiento económico basado en exportaciones de commodities y minerales, ¿no termina siendo una especie de reprimarización de la estructura productiva del país que nos sigue haciendo a corto y largo plazo dependientes? Pensemos en quienes siguen recibiendo los mayores beneficios de este modelo económico. ¿Será casual que los bancos que hace 10 años cerraban sus puertas tengan hoy las mayores ganancias de su historia?
Pero no es solo la política de recursos naturales el agujero negro de este gobierno. Merecen un párrafo aparte los que se siguen llevando todo con la venta de los productos que produce el "campo", la vieja y poderosísima casta exportadora (Cargill, Dreyfus, Bunge…). También la agroindustria y todos los laboratorios de agroquímicos (Monsanto, Bayer…). E incluso los pools sojeros que vertiginosamente se instalan para quedarse con las más jugosas ganancias de esta patria sojera con el consiguiente aniquilamiento del suelo.
Preguntas: ¿No estamos ante una política concebida como simple gestión de negocios? ¿Cuál es el protagonismo real de las bases en las grandes decisiones del gobierno? ¿Qué construcción de poder es este en el que el pueblo no interviene ni se expresa, ni se reúne, ni declara? ¿No es ese protagonismo popular el mayor garante de estar lejos de cualquier autoritarismo y a un mismo tiempo el mejor antídoto para el desentierro de las nefastas recetas neoliberales? La verdad del neoliberalismo de los 90 criticada por el oficialismo como si él nada tuviera que ver, ¿no es una narración demasiado tardía en la que no se termina de hacer cargo de sus propios errores, los de ayer y los de hoy? Quien espera a contar la verdad cuando no hay otra salida, ¿no está rozando la mentira?
Si bien siempre seguirá teniendo vigencia el esquema "oligarquía contra el pueblo", ¿no queda reducido tal esquema a una excusa para justificar un apoyo incondicional al gobierno, retirando a un mismo tiempo cualquier presión para que el mismo profundice los cambios que estamos reclamando? ¿Será tan cierto que decir estas cosas es hacerle el juego a esta burda derecha opositora? ¿No necesitamos empezar a mirar el medio vaso vacío para que nadie lo llene de basura?
Sí, “la gran diferencia entre un gato y un mentiroso es que el gato tiene apenas nueve vidas”. Lo que tienen de parecido, es que siempre caen parados.